El eterno retorno de Enrique Lihn
Sus poemas y novelas empezaron a reeditarse sistem¨¢ticamente el a?o pasado y no paran de encontrar lectores j¨®venes
Desde su muerte el 10 de julio de 1988, Enrique Lihn no ha hecho otra cosa que resucitar. Sus libros de poemas, entrevistas, cuentos y novelas, que empezaron a reeditarse sistem¨¢ticamente el a?o pasado con motivo de los 30 de su muerte, no paran de encontrar lectores y fans entre los m¨¢s j¨®venes. Esa resurrecci¨®n imparable de Lihn habr¨ªa sorprendido de seguro al autor, un hombre que no cre¨ªa en ning¨²n tipo de vida eterna. ¡°Nadie escribe desde el m¨¢s all¨¢?/ Las memorias de ultratumba son ap¨®crifas?/ En la casa de la muerte s¨®lo se encuentran?/ agonizantes lectores¡±, dice uno de sus poemas.
Lo mejor de su obra es justamente un di¨¢logo cuerpo a cuerpo con la muerte que termina con quiz¨¢s el m¨¢s conmovedor de sus libros, Diario de muerte, donde documenta sus ¨²ltimos momentos, v¨ªctima de un c¨¢ncer veloz y sin piedad, justo cuando Chile recuperaba la democracia por la que tanto luch¨® en el exilio interior. No sabemos c¨®mo habr¨ªa vivido ese regreso, quienes lo conocieron sab¨ªan de su capacidad infinita de no dar ¡°puntada sin hilo¡± y estar siempre inc¨®modo, en el Chile de Pinochet, por cierto, pero tambi¨¦n en el de Allende, tanto como en la Cuba castrista, de la que fue ¡ªa pesar de recibir el premio Casa de las Am¨¦ricas en 1966¡ª uno de los primeros desencantados.
Un desencantado que canta, ese es quiz¨¢s el resumen de la magia de Lihn, tal vez el poeta m¨¢s cercano ¡ªpersonal y literariamente¡ª a Nicanor Parra y su revoluci¨®n antipo¨¦tica, una revoluci¨®n que no le impide sin embargo abordar el soneto y escribir los m¨¢s conmovedores y desesperados poemas de amor del castellano de la segunda mitad de siglo XX. ¡°No es lo mismo estar solo que estar sin ti, conmigo?/ con lo que permanece de m¨ª si t¨² me dejas:?/ alguien, no, quiz¨¢s algo: el aspecto de un hombre, su retrato?/ que el viento de otro mundo dispersa en el espacio?/ lleno de tu fantasma desgarrador y dulce¡±.
Lo mejor de su obra es un di¨¢logo cuerpo a cuerpo con la muerte que termina con el m¨¢s conmovedor de sus libros, Diario de muerte
Poes¨ªa que no renuncia a ser recitada, memorizada, pero que tampoco se niega a teorizar sobre sus propias fallas, a pelear con ese lector en tr¨¢nsito que Lihn, un poeta que escribi¨® lo mejor de su poes¨ªa justamente viajando, pide. Lihn, el poeta de la ¡°situaci¨®n irregular¡±, subt¨ªtulo del libro que escribi¨® desde Par¨ªs; el escritor de la poes¨ªa de paso y Escrito en Cuba y A partir de Manhattan, es tambi¨¦n el que confesaba ¡°no haber salido nunca del horroroso Chile¡±. Lihn es el poeta que lo intenta casi todo, la parodia, la cr¨ªtica estructuralista, la performance (junto a su amigo de juventud Alejandro Jodorowsky), la novela intertextual, el dibujo, y que sin embargo nunca se mueve de ciertos temas, de ciertas im¨¢genes: la infancia como una perplejidad, el amor como un exilio, y la desconfianza hacia la alquimia del verbo: ¡°Me cae mal esa Alquimia del Verbo,?/ poes¨ªa, volvamos a la tierra¡±. Alquimia del verbo que, sin embargo, pocos ejercen con tanta facilidad como ¨¦l: ¡°La desaparici¨®n de este lucero?/ lo puso ferozmente en evidencia?/ no era Venus, la estrella vespertina?/ no era Venus, la estrella matutina?/ Era una lucecilla intermitente?/ no nacida del cielo ni del mar?/ y yo era s¨®lo un n¨¢ufrago en la tierra¡±.
Su poes¨ªa, que al lector espa?ol le recordar¨¢ el tono y las preocupaciones de Jaime Gil de Biedma, tiene en el contexto de la tradici¨®n chilena tambi¨¦n otro sentido. Parra, que se rebel¨® contra Neruda, termin¨® sus d¨ªas mirando el mismo mar, la vista fija en la tumba de Vicente Huidobro, otro que escogi¨® el oc¨¦ano como ¨²ltimo horizonte, otro que estuvo en todas partes y volvi¨® a inventar la poes¨ªa desde cero. Lihn es el ¨²nico de los grandes poetas en la Chile sin vistas al oc¨¦ano. El ¨²nico de los grandes de la poes¨ªa chilena que le da la espalda al paisaje y a la aldea, que vive en la ciudad, con problemas y dudas de transe¨²nte. Como Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, Lihn se neg¨® a inventarse un seud¨®nimo, es el poeta de una cierta clase alta desheredada, la incerteza de un hombre que ejerci¨® casi toda su vida de sesudo profesor universitario sin haber estudiado en ninguna universidad. Due?o de esa contradicci¨®n, que es quiz¨¢s la de sus lectores, que han perdido la inocencia del rom¨¢ntico, sin poder tampoco abandonarse del todo a las musas de la sospecha.
Frente al Victor Hugo de Pablo Neruda, Enrique ?Lihn es un Baudelaire que no hubiese abandonado cierta ingenua ternura, cierta capacidad para confesar sus eternas debilidades. Las fotos lo muestran como un ser en permanente ebullici¨®n. Su pelo eternamente negro y rizado conserva la felina peligrosidad del adolescente no del todo terminado, que lo convierte en un poeta eternamente joven. ?l, que odiaba las confesiones y desconfiaba del ¡°yo¡±, es el poeta m¨¢s ampliamente personal de los poetas chilenos, quiz¨¢s para ¨¦l escribir es siempre un asunto de vida o muerte. Aunque, en un gesto completamente suyo, pide perd¨®n por la urgencia de su ¨¦nfasis.
En su famoso poema ¡®Porque escrib¨ª¡¯ descubre que lo hizo para ¡°morir por su cuenta¡±. No se atrev¨ªa a imaginar que escribir ser¨ªa tambi¨¦n una forma de resucitar por cuenta ajena.
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