Los placeres de la dificultad
'La suerte de Omensetter' tiene pasajes deslumbrantes que sit¨²an a William H. Gass al nivel de maestros de los que ¨¦l dijo haberlo aprendido todo, como Henry James, Franz ?Kafka, Samuel Beckett y James ?Joyce
Ning¨²n comienzo es f¨¢cil, por supuesto. El del escritor estadounidense William H. Gass, por ejemplo, se lo debemos a John Gardner, quien en 1960 public¨® en una revista literaria ¡®El chico de Pedersen¡¯, pieza central de En el coraz¨®n del coraz¨®n del pa¨ªs (1968, hay edici¨®n de La Navaja Suiza de 2016) y uno de los mejores relatos norte?americanos en opini¨®n de muchos: el texto ya hab¨ªa sido arrojado a la papelera en virtud de su lenguaje ¡°cuestionable¡± y de las dudas sobre ¡°el sentido de la historia y su punto de vista¡±.
Gass (Fargo, 1924-Nueva York, 2017) fue uno de los escritores m¨¢s arriesgados de la segunda mitad del siglo XX, pero las dudas que inspirase ¡®El chico de Pedersen¡¯ lastraron la recepci¨®n de su trabajo durante a?os: al igual que el de William ?Gaddis, John Barth o Robert Coover, y como el de Donald Barthelme, el de Gass fue considerado demasiado ¡°experimental¡±, esto ¨²ltimo en consonancia con el famoso dictum de William S. Burroughs de acuerdo con el cual en literatura ¡°llaman experimento a lo que ha salido mal¡±. No es que la obra de Gass sea ¡°mala¡±; de hecho, es extraordinariamente buena. La suerte de Omensetter, por ejemplo, tiene pasajes deslumbrantes que lo sit¨²an al nivel de los escritores de los que, como reconoci¨® en una ocasi¨®n, su autor lo aprendi¨® todo, como Henry James, Franz ?Kafka, Samuel Beckett y James ?Joyce, episodios especialmente conmovedores, personajes atractivos, s¨ªmiles extra?os y bellos; sin embargo, su escaso inter¨¦s por ofrecer al lector un relato lineal y f¨¢cil (¡°mis historias son mal¨¦volamente antinarrativas¡±, admiti¨® en otra oportunidad) pueden llevar a ¨¦ste a considerar que la novela es incomprensible y lenta.
La suerte de Omensetter narra la rivalidad entre Brackett Omen?setter y el reverendo Jethro Furber, as¨ª como el modo en que el enfrentamiento entre los dos hombres transform¨® la vida de los habitantes de un peque?o pueblo del Medio Oeste norteamericano. Pero lo hace en los t¨¦rminos de su autor: la acci¨®n narrada no comienza hasta la p¨¢gina 55 de la edici¨®n espa?ola, la focalizaci¨®n de la informaci¨®n narrativa en el cartero Israbestis ?Tott deja paso pronto a una polifon¨ªa controlada por la aparente omnisciencia del narrador y la opacidad del discurso indirecto libre hace dif¨ªcil esclarecer qu¨¦ ha sido dicho y qu¨¦ solo esbozado en la mente del personaje. Gass radicaliza las estrategias narrativas de Gertrude Stein y, especialmente, del William Faulkner de El sonido y la furia para convertir la historia de Omensetter en (tambi¨¦n) la historia de c¨®mo se narra la historia de Omensetter; como en la escena inicial de la subasta de los objetos de la se?ora Pimber, Gass trabaja con los que parecen ser restos (rumores, aproximaciones parciales, malentendidos, enso?aciones, di¨¢logos insustanciales, exageraciones, ruido) en un gesto que debe entenderse en el marco de lo que, en su ensayo La filosof¨ªa y la forma de la ficci¨®n, llam¨® la ¡°tarea¡± del escritor serio: ¡°Mostrar o exhibir su mundo, para lo cual debe hacer algo, no solamente describir algo que podr¨ªa haber sucedido¡±.
En este sentido, La suerte de Omensetter no es ¡°solo¡± una novela, sino tambi¨¦n el espect¨¢culo de una mente excepcional tomando decisiones respecto al lenguaje y a la posibilidad de ¡°decir¡± (por cierto, Gass estudi¨® brevemente en ?Cornell con el fil¨®sofo Ludwig Wittgenstein), una obra que se instala junto a las multitudes whitmanianas, las inscripciones f¨²nebres de la Antolog¨ªa de Spoon River, de Edgar Lee Masters, y los protocolos de la Compa?¨ªa K, de William March, en un recorrido que, de momento, concluye en la reciente Lincoln en el Bardo, de George Saunders, pero la radicalidad de su estilo la diferencia notablemente de esos otros integrantes de una historia posible de la polifon¨ªa en la literatura norteamericana. La suya es una haza?a literaria de primer nivel (en no menor medida debido a las condiciones en que fue escrita: a Gass le robaron el primer manuscrito de la novela y debi¨® reconstruirla de memoria y con la ayuda de borradores) que ratifica los muchos placeres que pueden derivarse (tambi¨¦n) de la mayor de las dificultades. Pero cabe preguntarse si hay lectores en espa?ol a su altura en este momento como los hubo en el de su publicaci¨®n, que fue celebrada con enorme entusiasmo por Cynthia Ozick y por Susan Sontag, entre otros.
La suerte de Omensetter. William H. Gass. Traducci¨®n de Ce Santiago. La Navaja Suiza, 2019. 424 p¨¢ginas. 22,90 euros.
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