Perras callejeras
En los relatos de Arelis Uribe se entretejen voces femeninas muy diversas
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VH3BNFU7R2BIWQPALIS2RRDGEE.jpg?auth=857c85c82e980803f3ccb8ad6cd3f7755f2a5257f563b46c717898ee2f2bee88&width=414)
Hay dos anotaciones en los paratextos de estos relatos especialmente significativas: la de que un quiltro, en Chile, es un perro callejero y la cita de Violeta Parra ¡°El amor es una mancha que no sale sin dolor¡±. Las quiltras son mujeres que pierden por el simple hecho de serlo y suman a esa p¨¦rdida b¨¢sica otros estigmas: adolescencias en las que el crecimiento se relaciona con la maleabilidad para decepcionarse; abandonos; fractura de los sue?os de perfecci¨®n; pobreza; conciencia del peligro y la desigualdad; miedo a ser diferente¡
Aqu¨ª se entretejen voces femeninas plurales que forman comunidad en la percepci¨®n de una desventaja b¨¢sica agudizada por otras: no es lo mismo ser chucha callejera en Santiago de Chile que chihuahua de Paris Hilton. Estas quiltras, intensas y delicadas, viven sus pasiones con timidez o prevenci¨®n. Con borrachera desinhibidora. A veces practican una liviandad que nos lleva establecer un v¨ªnculo entre lo leve y lo que deja cicatriz.
Y es en ese punto donde escucho cantar a Violeta Parra y este libro de Arelis Uribe me interesa mucho. Porque hasta los v¨ªnculos m¨¢s d¨¦biles dejan un rastro sobre el que Uribe vuelve una y otra vez: una muchacha ama virtualmente, con un romanticismo no caducado, y,?ante la contemplaci¨®n del fantasma de su amor, huye y se diluye. Sin frivolidad, con culpa.
En ¡®Bestias¡¯, una mujer, que vuelve a casa de noche, no protege a una perra callejera, mordida y montada por un pastor alem¨¢n, y se va a la cama y duerme; sin embargo, algo la impulsa a regresar¡ Hay una tierna empat¨ªa entre las hembras bestiales y las humanas, con?la que se puede no estar de acuerdo, pero que Uribe cuenta con im¨¢genes que modulan el paso de lo s¨®rdido a lo sentimental, de la fabulaci¨®n hacia el territorio acaso biogr¨¢fico.
¡®29 de febrero¡¯ es un relato que basa su necesidad en la frecuencia con que reconocemos su argumento en escenarios reales: una muchacha se narra a s¨ª misma durante ese periodo raro en el que el mundo se va haciendo adulto alrededor y hay una obcecaci¨®n por conservar la inocencia. Se persiste en la inocencia como en eso que nos deja solas y no nos permite integrarnos, y, a la vez, esa misma marca de exclusi¨®n constituye un tesoro porque hay algo decididamente perverso, incluso repugnante, en el funcionamiento de la realidad adulta. Sobre todo para las mujeres que viven en los bordes confusos de la ciudad, pasan de ser ni?as a chicas de dudosa reputaci¨®n ¡ª¡°Yo ten¨ªa 12?a?os cuando la puta Carola lleg¨® a vivir a mi calle¡±¡ª y transitan desde el estereotipo de la puta al de esposa y madre con una precocidad terrible.
En la lucidez respecto a esa fragilidad surge la empat¨ªa. La identidad sexual y social de las mujeres se construye en un contexto dif¨ªcil. Estos cuentos tratan de los bordes ¡ªedades, barrios, cuerpos que se buscan¡ª y de la fijeza con que unas mujeres miran a otras. De c¨®mo en esa mirada existe una complicidad, a veces dif¨ªcil, y una necesidad de comprenderse y comprender a las dem¨¢s que convierte cada acto de escritura en acto de amor. Aunque sea a destiempo, por cobard¨ªa, confusi¨®n o pereza ¡ªpor las turbias cuentas pendientes de cada una¡ª, recogeremos a la perra del descampado. En ese gesto las dos nos salvaremos.
Quiltras. Arelis Uribe. Pr¨®logo de Gabriela Wiener. Tr¨¢nsito, 2019. 102 p¨¢ginas. 14,90 euros.
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