Larga vida al humor negro y al vodka sovi¨¦tico
El escritor ruso-ucranio Andrei Kurkov, que publica en espa?ol 'El jardinero de Och¨¢kov', interviene este mi¨¦rcoles en el festival Ja! de Bilbao
Divertida, nost¨¢lgica, sovi¨¦tica, postsovi¨¦tica y honda. El jardinero de Och¨¢kov, la segunda novela de Andrei Kurkov tra¨ªda a Espa?a por la avispada editorial Blackie Books, logra todo eso al trazar un hilo irresistible entre ese pasado tan dram¨¢tico como histri¨®nico y un presente melifluo que, bajo la m¨¢scara del humor negro, no deja de sembrar lecciones de uno y de otro. Kurkov (Leningrado, hoy San Petersburgo, 1961) pas¨® por Madrid, donde convers¨® con EL PA?S, antes de intervenir este mi¨¦rcoles en el festival Ja! de Bilbao.
Hijo de un oficial del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico depurado por Jruschov que termin¨® como piloto de pruebas en una f¨¢brica de aviones en Ucrania y de una doctora de hospital policial, Kurkov re¨²ne todos los ingredientes de esa Uni¨®n Sovi¨¦tica en la que el sue?o revolucionario desemboc¨® en sobornos, corrupci¨®n, decepci¨®n y tambi¨¦n una cierta ingenuidad vital (lo ¨²nico que echa de menos). ?l es ucranio de etnia rusa. Y acumula recuerdos de todos aquellos males: desde c¨®mo aprovech¨® un contacto de su madre en el hospital de la polic¨ªa para borrar el rastro de su servicio militar en una unidad del KGB en las islas Kuriles, donde hizo espionaje radiof¨®nico gracias a su conocimiento del japon¨¦s; a c¨®mo la colecci¨®n de condecoraciones de su tatarabuelo acab¨® en manos del juez que juzgaba a su hermano, disidente, que evit¨® as¨ª la c¨¢rcel a cambio de dos a?os de suspensi¨®n. ¡°Hab¨ªa que sobrevivir y los problemas se resolv¨ªan as¨ª: no de forma civilizada sino dentro de la normalidad sovi¨¦tica, muy distinta de la europea¡±.
Nada que celebrar entonces, dice Kurkov, de una era que infantiliz¨® a los hombres como su protagonista, Igor, un chico vago, par¨¢sito, sin ambiciones, que vive de los cuidados y la pensi¨®n de su madre hasta que la llegada de un jardinero a su casa le introduce en una intrigante b¨²squeda. Comienza un hilarante viaje al pasado, a la Ucrania de 1957, donde Igor empieza a conquistar la soltura, la seguridad y hasta el amor que le faltan en 2010. ¡°Eleg¨ª 1957 porque fue el a?o m¨¢s positivo de la era sovi¨¦tica, cuando se lanz¨® el primer sputnik, sal¨ªamos del bache econ¨®mico y Jruschov empez¨® la democratizaci¨®n. Fue el a?o en que se public¨® por primera vez a Solzhenitsin¡±, cuenta.
¡°La decepci¨®n fue que la URSS no se convirti¨® en Am¨¦rica¡±
No ha querido Kurkov un libro nost¨¢lgico, aunque quienes conocieron el r¨¦gimen lo han recibido as¨ª, sino precisamente contribuir a que los j¨®venes que lo desconocen todo del periodo sovi¨¦tico entiendan de d¨®nde vienen. ¡°La gente hoy en Ucrania ha perdido la esperanza y no tiene las bases para entender que, si no tienes esperanza, como se tuvo en aquel 1957 cuando todo era mucho peor que hoy, no tienes futuro¡±.
Igor, el protagonista, se crece en ese pasado sovi¨¦tico gracias a un uniforme de miliciano que le transforma y le arrastra a ese 1957, donde intenta resolver los problemas que le salen al paso: ¡°All¨ª se siente un Superman porque viene del futuro y cree que puede juzgar a los que se encuentra¡±, dice. ¡°El pasado es como un suelo. Si est¨¢ envenenado tus ra¨ªces ser¨¢n d¨¦biles y si no, ser¨¢n fuertes. El pasado puede darte fuerzas o quit¨¢rtelas¡±. Y a Igor, conocer ese pasado, se las da.
¡°Del vodka hemos pasado a la cerveza, pero la cuesti¨®n es escapar de la realidad¡±
Lenin es el culpable, cuenta el autor, de que la sociedad sovi¨¦tica considerara a los ni?os ¡°¨²nica clase privilegiada¡±. ¡°La inercia de la tradici¨®n familiar sovi¨¦tica consiste en que los padres cuidan de sus hijos hasta que mueren. A¨²n hoy hay hombres de 55 que viven de su madre de 85, que les lava la ropa y cocina aparte de aportar su pensi¨®n. As¨ª fue con Lenin y as¨ª fue en 1991, cuando el r¨¦gimen colaps¨® y los ni?os-adultos no supieron adaptarse a la nueva vida. No ten¨ªan iniciativa, estaban asustados de los cambios del nuevo capitalismo. Y todos aquellos antisovi¨¦ticos que se infantilizaron en los ochenta, muchos de ellos intelectuales, al llegar la independencia y convertirse aquello en una sociedad ca¨®tica, criminal y peligrosa, vieron que no era lo que quer¨ªan o esperaban. El espacio postsovi¨¦tico no se convirti¨® en Am¨¦rica. Y entonces la gente se empez¨® a esconder de la realidad¡±.
A¨²n hoy, cuenta Kurkov, muchos hombres y sus hijos viven de los sueldos que env¨ªan sus mujeres y madres desde Italia, donde cuidan ancianos o ni?os. Y ¡°la gente que antes beb¨ªa vodka ahora ha sustituido la cultura del vodka por la cultura de la cerveza. Hay menos alcoholismo, pero las formas de escapar de la realidad son las mismas".
Se ha puesto muy serio Andrei Kurkov, pero no se enga?en. Tanta hondura pasa casi desapercibida en El jardinero de Och¨¢kov, como antes en Muerte con ping¨¹ino (2018, la primera publicada por Blackie Books), porque lo que alberga sobre todo es la potencia de una voz. Y diversi¨®n.
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