Galer¨ªas neoyorquinas: ?los nuevos museos?
La temporada neoyorquina se ha abierto con el final del verano y la curiosidad frente a los nuevos espacios en Chelsea es casi igual a la que despierta la reapertura del MoMA
La temporada neoyorquina se ha abierto con el final del verano y la curiosidad frente a los nuevos espacios en Chelsea ¡ªel barrio de la ciudad donde ahora se acumulan m¨¢s galer¨ªas¡ª es casi igual a la que despierta la pr¨®xima reapertura del MoMA. En realidad en ambos casos se anuncian cambios de paradigma en el mundo del arte y sus fascinantes juegos de contradicciones. Por un lado, el MoMA, dice, aspira a convertirse en un museo de propuestas en los m¨¢rgenes frente al discurso del poder que desde siempre ha cultivado: tras una concienzuda discusi¨®n las obras ¡°imprescindibles¡±, aquellas por las cuales el p¨²blico recorre kil¨®metros, parece que van a ser pocas y colocadas de manera dispersa. Por el otro, las grandes galer¨ªas-corporaciones ¡ªcomo Gagosian o Pace¡ª han expandido sus espacios y son ahora locales donde se muestran obras que requieren metros cuadrados y un l¨ªmite en la tarjeta de cr¨¦dito ilimitado.
En la nueva sede de Gagosian en Chelsea, ¨²ltima propuesta para su imperio extendido por Nueva York, California, Londres o Hong Kong, han tenido que construir unos muros para que una de las grandes esculturas de Serra no pareciera diminuta. Por su parte, Pace se ha construido un edificio entero (¡°cuartel general global¡±, dicen en la p¨¢gina web), donde se presenta una exquisita muestra de Calder digna de un museo, una maravillosa exposici¨®n de Hockney y mucha pintura, porque ha pintura ha vuelto a muchas galer¨ªas. Las bibliotecas, espacios muy visibles, dejan claro que all¨ª se investiga tambi¨¦n. En pocas palabras parece el deseo de presentarse como algo m¨¢s que el lugar de la transacci¨®n econ¨®mica.
Pero no son solo estos espacios ¡°globales¡± m¨¢s museos que los museos ¡ªy con m¨¢s recursos, no cabe duda¡ª los que han dado una vuelta de rosca al cambio de paradigma. Galer¨ªas m¨¢s ¡°modestas¡± en metros cuadrados como David Zwirner han apostado por exposiciones de museo tambi¨¦n. Lo prueban una deliciosa selecci¨®n de dibujos y tapices de Anni Albers o una curiosa exposici¨®n de Paul Klee que desvela el lado menos conocido del artista. Propuestas desde la alteridad.
Algo ha pasado en estos a?os en Chelsea m¨¢s all¨¢ de los edificios car¨ªsimos y sin carisma que parece no encuentran compradores para sus exclusivos apartamentos: igual las pinturas son porque hay muchas paredes que adornar. Cierto giro sem¨¢ntico ha dado la vuelta a la situaci¨®n y ha convertido a los museos en poca cosa comparados con este prodigio de abundancia que son las grandes galer¨ªas. Pasa al regresar al Met Breuer -el edificio maravilloso del antiguo Whitney- para ver las delicadas piezas de Celmins. Parece poca cosa, gastado: nada global. Es un cambio de paradigma que prueba c¨®mo hay mucho dinero, aunque ya no est¨¢ en los museos como antes. Las piezas caras acabar¨¢n en manos privadas, ni p¨²blicas ni corporativas. Seguro. Los espectadores miran asombrados la pieza de Serra: nunca se hab¨ªa visto en Chelsea semejante prodigio.
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