Gonzalo Caballero, oreja y cornada muy grave en Las Ventas

Cinco meses despu¨¦s, la historia se repiti¨®. Gonzalo Caballero cay¨® herido al entrar a matar al primero de su lote. Otra vez. Vestido con el mismo terno grana y oro que luci¨® el pasado 21 de mayo, en plena Feria de San Isidro, el joven torero madrile?o sufri¨® una espeluznante cogida de pron¨®stico muy grave.

Como si de una broma macabra del destino se tratara, minutos despu¨¦s de brindar la muerte del segundo de la tarde al m¨¦dico de la plaza, M¨¢ximo Garc¨ªa Padr¨®s, Caballero volvi¨® a sus manos, pero no para recoger la montera, sino para ser operado de una herida que le dej¨® abatido sobre la arena.

En brazos de sus compa?eros, visiblemente dolorido y con el muslo izquierdo atravesado, fue trasladado a la enfermer¨ªa de la plaza. Y desde all¨ª, m¨¢s de dos horas despu¨¦s, lleg¨® el parte m¨¦dico. Escalofriante. Caballero sufri¨® una cornada de dos trayectorias, una de 30 cent¨ªmetros y otra de 25, que le seccion¨® la vena femoral.

Antes de ser cogido, y ante un toro noble que fue a menos, se coloc¨® con verdad y dej¨® detalles en una faena a media altura que no termin¨® de romper, quiz¨¢s por lo cortas que fueron la mayor¨ªa de las tandas.

Pero el de Caballero no fue el ¨²nico percance de la tarde. En un recorte previo al tercer par de banderillas, el quinto alcanz¨® de forma dram¨¢tica a Jes¨²s Enrique Colombo. Primero en el aire, y luego en el suelo, el de Valdefresno le arroll¨® con la violencia de un misil y lo dej¨® echo una piltrafa.

Medio repuesto, el venezolano cogi¨® la muleta a duras penas e hizo lo que pudo en una labor en la que quiso, pero no pudo. Una ovaci¨®n habr¨ªa sido la recompensa l¨®gica al esfuerzo, pero el p¨²blico, absolutamente hist¨¦rico y entregado al triunfalismo m¨¢s sensiblero, solicit¨® con fuerza el trofeo tras una estocada de efecto fulminante, pero de colocaci¨®n m¨¢s que discutible.

El presidente, el mismo que le hab¨ªa concedido una oreja barata en su primero, se neg¨® esta vez a sacar el pa?uelo y abrirle una escandalosa puerta grande. Porque, pese a su incuestionable voluntad y a pesar de acabar maltrecho, Colombo no mereci¨® marcharse a hombros.

Para empezar, porque anduvo muy por debajo del tercero, un ejemplar que sac¨® fondo y clase en el ¨²ltimo tercio. ?C¨®mo colocaba la cara por abajo!, ?con qu¨¦ alegr¨ªa y codicia! Espatarrado, acelerado y retorcido, Colombo baj¨® la mano, pero casi siempre tore¨® en l¨ªnea y sin gusto.

Tres toros lidi¨® y estoque¨® al final Eugenio de Mora. Y en ninguno de los tres pas¨® de correcto. Salvo un lento y profundo cambio de mano que firm¨® frente al que abri¨® plaza, su actuaci¨®n nunca despeg¨®. Ni con el manso y huidizo primero, ni con el soso cuarto, ni con el noble sexto, que tambi¨¦n se acab¨® rajando. Adem¨¢s, dio un mitin con la espada.