Todos en pie ante ¡®Succession¡¯
Esta mezcla de tragedia shakesperiana y s¨¢tira salvaje es como si 'Juego de tronos' y 'Veep' hubieran tenido un hijo que viaja en helic¨®ptero y viste jers¨¦is car¨ªsimos
Succession es un juego cruel en el que los cuchillos vuelan y nunca sabes por d¨®nde te va a venir la siguiente pu?alada. Los Roy, la asquerosamente rica familia protagonista, son despreciables. Y, ahora mismo, no hay serie m¨¢s adictiva y disfrutable que este drama de HBO. Beneficiada por la recomendaci¨®n boca a boca y por el consumo semana a semana (benditas series semanales que permiten que las historias reposen, se cuezan a fuego lento y crezcan en los espectadores), Succession acaba de terminar su segunda temporada entre enormes alabanzas. Aqu¨ª, por supuesto, y como ya hicimos el a?o pasado, nos unimos a la obsesi¨®n por los Roy.
La entrega inicial supo aprovechar el desconcierto que genera su peculiar mezcla de tragedia shakesperiana y s¨¢tira despiadada, comedia disfrazada bajo una piel de drama, para terminar despegando en su segunda mitad. La segunda temporada ya sab¨ªa cu¨¢l era el tono que mejor le iba a la serie y se ha tirado al barro desde el principio para, de nuevo, ir a m¨¢s poco a poco. La trama es lo de menos: Logan Roy, un magnate de los medios de comunicaci¨®n, busca sucesor para su imperio entre sus hijos. Ese punto de partida sirve para las dos temporadas.
En realidad, esa solo es la excusa para reunir a la familia y allegados una y otra vez en castillos, palacios, salones, fiestas, yates, y presenciar una especie de competici¨®n por ver qui¨¦n dice la frase m¨¢s bestia, el chiste m¨¢s ingenioso y malsonante o la mayor crueldad de todos. Los personajes arrancan cada episodio con un subid¨®n de energ¨ªa optimista y terminan rozando la tragedia. Un final de temporada con tintes b¨ªblicos (y genial giro final que ten¨ªamos que haber visto venir pero no lo hicimos) ha dejado todo preparado para que la tensi¨®n y la crueldad se eleve todav¨ªa m¨¢s en la ya confirmada tercera temporada. Y tambi¨¦n ha dejado a los espectadores aplaudiendo en pie. No se puede hacer otra cosa ante tal maravilla.
Los reconocimientos no han tardado en llegar. Dos premios Emmy a dos de sus mejores armas, el tema musical principal de Nicholas Britell y el guion firmado por Jesse Armstrong, han empezado a elevarla a los altares. Ser¨ªa de justicia una lluvia de nominaciones en los pr¨®ximos Globos de Oro, que deber¨ªan reconocer tambi¨¦n la otra pata imprescindible de la serie: sus enormes interpretaciones.
No hay personaje para el que no se puedan encontrar al menos diez motivos que justifiquen odiarle. Pero, al mismo tiempo, no se puede apartar la mirada de ellos. Son todos despreciables, pero cuando la espada de Damocles se cierne sobre ellos, quieres que se salven de la quema. Es una relaci¨®n amor/odio parecida a la que llevaba al espectador a engancharse a los antih¨¦roes de la reciente edad dorada de las series. Adem¨¢s del guion, que esa contradicci¨®n funcione es tambi¨¦n responsabilidad de los actores, desde Brian Cox hasta Jeremy Strong, Kieran Culkin, Sarah Snook o Matthew Macfadyen.
En muchos aspectos, Succession es como si Juego de tronos y Veep hubieran tenido un hijo que viaja en helic¨®ptero y viste jers¨¦is car¨ªsimos. Y que nos ha regalado 10 de las mejores horas que hemos vivido en las ¨²ltimas 10 semanas. Presenciar las miserias de los ricos engancha. Qu¨¦ maravilloso est¨¢ siendo odiar a los Roy.
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