Ronda vienesa
La Royal Shakespeare inaugur¨® el Festival Temporada Alta con un montaje de ¡®Measure for Measure¡¯ desigual, pero con notables trabajos
Qu¨¦ raro: el duque Vincentio y el puritano Angelo ten¨ªan un aire un poco apagado la otra noche. Hasta a ratos parec¨ªan decentes. Pod¨ªa ser una estrategia, claro. Y desde luego, bon¨ªsimos actores: de la Royal Shakespeare. Quiz¨¢s les afectaba m¨¢s que a otros el calorazo: se hab¨ªa escacharrado el aire acondicionado del teatro. Sea como fuera, para m¨ª faltaba (un poco, insisto) la clave de Measure for Measure: la impregnaci¨®n en una atm¨®sfera peligrosa, ese nihilismo como el restallar de una fusta. Se estren¨® el pasado verano en Stratford y han venido a Espa?a para inaugurar la semana pasada el Temporada Alta de Girona y actuar tambi¨¦n despu¨¦s en el Festival de Teatro de Vitoria. Son 20 int¨¦rpretes a las ¨®rdenes de Gregory Doran. Hay que reconocer que su puesta es clara, limpia y fluida, que 20 int¨¦rpretes es un pedazo de reparto, pero, ya digo, la direcci¨®n rebaja algunos matices de personajes y climas. Y reconozco tambi¨¦n que ¡°mi¡± Measure (el m¨¢s brillante, el m¨¢s complejo) es el de Complicit¨¦ en el Olivier, en 2004.
Ya que la obra transcurre en Viena, suele ser tradici¨®n cambiarle la ¨¦poca y que el juego de m¨¢scaras y enga?os tire hacia lo austroh¨²ngaro o pinten bastos victorianos (sobre todo Angelo). En este caso lo veo victoriano por la v¨ªa esencialista, porque Stephen Brimson Lewis sirve una escenograf¨ªa muy austera, aunque me vuelve el calor¨®n y me teletransporta a t¨®rrida y literal temporada alta. Cuando abro los ojos, veo un espacio desnudo en el que emergen fotograf¨ªas en blanco y negro, barrotes que sugieren una prisi¨®n, paisajes abiertos y sencillos. Y Simon Spencer marca una iluminaci¨®n urbana de callej¨®n tenebroso.
Volvamos a los personajes. No s¨¦ qui¨¦n dijo que el Duque Vincentio juega con sus s¨²bditos como si fueran piezas humanas de ajedrez. Acertadamente: creo que su texto tiene m¨¢s hondura y m¨¢s ambig¨¹edad, y tuve la sensaci¨®n de que a Antony Byrne le incomodaba un poco mostrarlas. Y eso que miente cada dos frases. Y es mal¨¦volo. Y le gusta mucho liar la madeja.
Angelo es un funcionario corrupto, hip¨®crita, depredador y g¨¦lido. Quiz¨¢s Sandy Grierson se apoya un poco demasiado en lo ¨²ltimo, porque su tartufo es un moralista capaz de enviar a la gente al pat¨ªbulo, pero se muere de ganas de acostarse con una novicia. Su relaci¨®n con la muchacha quiz¨¢s necesite m¨¢s voltaje, una turbulencia creciente. Ella es una de las grandes criaturas de Shakespeare, cercana a la Portia de El mercader de Venecia. Isabella (Lucy Phelps) abandona el convento para rogar por la vida de Claudio (James Cooney), su hermano, pero le cuesta ofrecer un revolc¨®n a cambio. Lucy Phelps entrega una Isabella inteligente, apasionada, fuerte e intensa. Es decir: impecable. Una joven actriz que dar¨¢ que hablar, si no lo est¨¢ haciendo ya. Yo creo que el coraz¨®n del Bardo est¨¢ con las mujeres de la historia ¡ª?adem¨¢s de Isabella, con Julieta (Amy Trigg), la amada de Claudio, y Mariana (Sophie Khan Levy), examante de Angelo¡ª y con los rufianes, a lomos del cinismo para sobrevivir. Aqu¨ª tenemos a Pompeyo (David Ajao), el astuto chulo de la se?ora Overdone, dama que corre a cargo de Graeme Brookes (talmente Paquita Salas) y que tambi¨¦n borda a Bernardino, ese condenado a muerte perpetuamente borracho, y que no quiere que la ejecuci¨®n le eche a perder el sue?o. Otro singular personaje, el encanallado Lucio, a fantastic con el que se luce Joseph Arkley, en una gama de humor extravagante, casi una figura de Wilde (si no fuera por su misoginia) paseando por el Strand. Y un par de bestias pardas: Elbow, el alguacil lerdo (Michael Patrick, muy gracioso), y el verdugo Abhorson (Patrick Brennan).
Dos cosas que me gustan mucho del montaje: que todo parece suceder en poqu¨ªsimo tiempo, apenas un d¨ªa (dir¨ªa que es una de las funciones m¨¢s r¨¢pidas de Shakespeare), sobre todo la ¨²ltima parte, cuando el enredo adquiere un aire casi de comedia italiana. Hay un momento precioso que vi (y escuch¨¦) por primera vez: como bien se?alaba Jacinto Ant¨®n, es inevitable rendirse a la belleza de la balada que abre el cuarto acto, Take, O, Take Those Lips Away, que desgrana Hannah Azuonye, junto a Mariana, en uno de esos pasajes m¨¢gicos que en Broadway llaman eleven o¡¯clock show stopper, o sea, la canci¨®n que te clava en la butaca cuando menos te lo esperas. La m¨²sica, por cierto, la interpreta un sexteto delicioso, dirigido por Gareth Ellis, al que me hubiera gustado ver en directo. Y tambi¨¦n a destacar, en otro sentido: Michael Billington, el cr¨ªtico teatral de The Guardian, que se fija en todo, recalc¨® la manera en que Antony Byrne daba un curioso peso a la idea de que, cuando se trata de mujeres, Vincentio, disfrazado de fraile, le dice a Lucio que was not inclined that way. Shakespeare siempre te sorprende. (Y Billington).
Measure for Measure. Texto: William Shakespeare. Direcci¨®n: Gregory Doran. Temporada Alta de Girona. Festival de Vitoria.
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