OMD, 40 velas de cumplea?os para unos sintetizadores sin caducidad
El d¨²o brit¨¢nico en Madrid pone la pista en ebullici¨®n y certifica su plena vigencia
El tiempo pasa tan deprisa que OMD se han embarcado en la gira de su 40 aniversario y a nosotros nos ha pillado con estos pelos, con estas caritas de perplejidad ante el car¨¢cter inmutable de los calendarios y las matem¨¢ticas. Los m¨¢s jovenzuelos de este s¨¢bado en la abarrotad¨ªsima sala La Riviera parec¨ªan los propios Andy McCluskey y Paul Humphreys, lozanos y euf¨®ricos, maduritos que no han perdido un ¨¢pice de inter¨¦s, tan dispuestos a poner la pista en ebullici¨®n como a certificar, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, su plena vigencia. Un detalle sutil a este respecto: abrieron sucesivamente con ¡®Isotype¡¯, un tema de su todav¨ªa ¨²ltimo elep¨¦ (¡®The punishment of luxury¡¯, 2017), y ¡®Messages¡¯, de su hom¨®nimo debut, all¨¢ por 1980. Y nadie habr¨ªa sabido dirimir cu¨¢l era el cl¨¢sico y cual el reci¨¦n nacido.
Desde los tiempos p¨¢rvulos en que nos entraban sudores fr¨ªos intentando escribir y pronunciar bien aquello de Orchestral Manoeuvres in the Dark (Maniobras Orquestales en la Oscuridad) han sucedido, claro est¨¢, muchas cosas. Entre otras, que el pop con sintetizadores dej¨® de parecer sofisticado para repudiarse por fr¨ªvolo y ¨²ltimamente, por fin, lograr aceptaci¨®n como una ingeniosa bisectriz entre lo popular y lo intelectual. Por eso, quiz¨¢, y por los par¨¦ntesis a lo largo de su trayectoria han logrado OMD alcanzar esta longevidad lozana. Hoy no podemos verlos como una circunstancia o una excusa para nost¨¢lgicos, sino como un cap¨ªtulo sustancial del pop brit¨¢nico. Y una historia todav¨ªa inconclusa. Andy present¨® su ultim¨ªsimo sencillo, ¡®Don¡¯t go¡¯, sacando pecho con simp¨¢tica jactancia: ¡°Tengo 60 tacos. La mayor parte de las canciones escritas a los 60 son una mierda. Esta es fant¨¢stica¡±.
Quiz¨¢ el adjetivo fuera desmesurado en este caso concreto, pero a los caballeros de Liverpool les sobran los motivos para tener alta la autoestima. Empezaron como dos ¨¦mulos de Kraftwerk, a veces bordeando las demandas por plagio; dirimieron un mano a mano con Vince Clark por escribir los motivos para sintetizador m¨¢s rabiosamente contagiosos y, tanto tiempo despu¨¦s, han renacido con dos ¨¢lbumes irreprochables (¡®History of modern¡¯ y ¡®The punishment of luxury¡¯). En Madrid se enfrentaban a 2.000 personas que tararean no ya los versos principales, sino las melod¨ªas de los teclados.
Andy present¨® su ultim¨ªsimo sencillo, ¡®Don¡¯t go¡¯, sacando pecho: ¡°La mayor parte de las canciones escritas a los 60 son una mierda. Esta es fant¨¢stica¡±.
Chicos listos, Humphreys y McCluskey. Cualquiera que se acercara ayer a orillas del Manzanares o se conceda el capricho de ¡®Souvenir¡¯ (una de esas cajas antol¨®gicas que los fetichistas encontramos irresistibles) descubrir¨¢ la habilidad de nuestros hombres de negro para oscilar desde la vertiente m¨¢s cerebral a un estado eminentemente l¨²dico y desinhibido. Navegando por los siete mares, que dir¨ªan ellos. Anoche concedieron bellezas oscuras como ¡®Statues¡¯, con los cuatro m¨²sicos en primera fila, imp¨¢vidos, interpretando una pieza hermosa y est¨¢tica como si atraves¨¢ramos una zona de gravedad cero. Nos regalaron su remota y apenas conocida ¡®Almost¡¯, primera cara B de la banda (1979), que jam¨¢s la hab¨ªa llevado a escena. Pero demostraron que pueden ser juguetones e intrascendentes (¡®Tesla girls¡¯), o incluso concebir golosinas tan azucaradas como ¡®Dreaming¡¯ o ¡®Locomotion¡¯, que en su d¨ªa parecer¨ªan haberse escrito para, digamos, Limahl.
McCluskey, ya le conocen, es un larguirucho de bailes algo desgarbados que a¨²n parece capaz de emocionarse con las muestras de cari?o que le llegan desde la pista. Refugiado tras su sintetizador, Humphreys ejerce el carisma con mucho recato, pero atesora una voz preciosa que el d¨²o quiz¨¢ explote poco. Ayer, solo en tres ocasiones: ¡®Forever (Live and die)¡¯, tiempo medio elegant¨ªsimo con un estribillo para enmarcar; ¡®Souvenir¡¯, quiz¨¢ la mejor canci¨®n por siempre del d¨²o, una delicia en la que sucede justo lo contrario (no hay estribillo por ninguna parte) y ¡®Secret¡¯, ya en el pen¨²ltimo suspiro de los bises.
El cap¨ªtulo final se reserv¨® para ¡®Electricity¡¯, cara A de ¡®Almost¡¯, el chispazo a partir del que empezaron todas las dem¨¢s Maniobras Orquestales en la Oscuridad. El patio se alborot¨®, s¨²bitamente rejuvenecido. Y nuestros lozanos supervivientes dijeron adi¨®s tan contentos, dispuestos a afrontar su d¨¦cada n¨²mero cinco. Lleguen hasta donde lleguen, ya es seguro que el viaje habr¨¢ merecido la pena.
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