La guerra y la paz de Mario Muchnik
El editor recuerda c¨®mo le marc¨® el regalo de su madre de una versi¨®n en siete tomos de la novela de T¨®lstoi
Si r¨ªe como Mario Muchnik es Mario Muchnik. Ochenta y ocho a?os, los que ten¨ªa su padre Jacobo al morir. Hace la se?al de los cuernos, para ahuyentar el augurio, y r¨ªe. Siempre r¨ªe Mario Muchnik. Incluso cuando le vienen los pesares de la vida y de la autobiograf¨ªa, r¨ªe, y le pide un whisky (un whisky lento, como para toda la vida) a su mujer, Nicole. Ella, pintora, escritora, discretamente nos deja para que descubramos juntos qu¨¦ libros pueblan su cabeza cosmopolita de argentino.
?l completaba los libros, como si los escribiera de nuevo. Eso lo hizo editor, acaso. Junto a la silla que lo enfrenta al televisor tiene el libro de F¨ªsica con el que estudi¨® la carrera que al fin trunc¨® su pasi¨®n por publicar a otros. Est¨¢ lleno de sus notas minuciosas con la que completaba ¡°lo que le falta al libro¡±. Sigue: ¡°Javier Solana es f¨ªsico, Merkel es f¨ªsica nuclear. Yo estudiaba reacciones con placas fotosensibles¡ Los f¨ªsicos toleramos mal las cosas que nos parecen inacabadas, provisionales. Queremos llegar a las leyes de la naturaleza. Las leyes no est¨¢n para ser transgredidas¡±.
Falta en Fr¨¢ncfort desde hace algunos a?os. All¨ª era una presencia aplaudida, tambi¨¦n por los autores. All¨ª se bes¨® con Gore Vidal, uno de sus grandes. ¡°?Que se besen en la boca!¡±, les gritaban. Su pasi¨®n no lleg¨® a la lengua, precisa¡ En la estanter¨ªa hay huecos de libros; igual que hay jarrones que se rompen en las casas, que dec¨ªa Neruda, hay libros que desaparecen. Pero ninguno de los grandes se va de su cabeza minuciosa, de f¨ªsico que no quiere que se rompan las leyes de la naturaleza¡
Se hizo de los libros ¡°por Jacobo, que ten¨ªa una editorial¡±. Hubo un origen, en Columbia, donde estudiaba. ¡°Hab¨ªa muchos libros de F¨ªsica, que me fascinaban. Pero de pronto encontr¨¦ a Paul Dirac, franc¨¦s que escribi¨® en ingl¨¦s¡ Cuando tuvo que escribir un libro fue con su esposa a Oxford, le dijo que esperara fuera y nunca sali¨®¡ La mujer se cans¨® y se fue a su casa mientras ¨¦l escrib¨ªa Mec¨¢nica cu¨¢ntica. Lo compr¨¦. Mi libro ten¨ªa un cuadernillo de m¨¢s y uno de menos. Escrib¨ª al editor, en Oxford. Me lo devolvieron arreglado: lo hab¨ªan desencuadernado, le hab¨ªan quitado el cuadernillo de m¨¢s y le hab¨ªan puesto el que faltaba. No me enviaron ninguna factura. ?Qu¨¦ editor! ?Eso es Inglaterra, s¨ª, se?or!¡±.
Gran prologuista
Con Jacobo y esa historia se hizo editor. Pero el factor principal fue su madre. ¡°Me dio a leer Guerra y paz. No fue lo primero que le¨ª, pero sali¨® una edici¨®n mexicana de siete tomos y ella me la compr¨®. Yo exclam¨¦: ¡®?Uy, siete tomos, nunca voy a terminar!¡¯. Ella me dijo: ¡®Prueba, prueba¡¯. Prob¨¦ y viv¨ª esos siete tomos como si fueran siete momentos de mi vida. Despu¨¦s me dio Ana Karenina, un libro maravilloso al que cre¨ª que no iba a sobrevivir, porque la emoci¨®n era enorme y yo estaba tan unido al personaje que cre¨ªa que me iba a impedir mezclarme con el p¨²blico, que me iba a hacer excepcional para toda mi vida¡±.
Eso es lo que quiz¨¢ nos hace la literatura, seres excepcionales. ¡°Nos hace participar de algo que no estaba calculado por el que cre¨® la noche, como dice Pedro Sorela. ?Pero tampoco por el que no la cre¨®, jajaja! Mi madre muri¨® en 1971, a los 63 a?os. Nunca he le¨ªdo un libro como el que ella puso en mis manos. Guerra y paz es mi libro en una isla desierta. ?Que digo en una isla! ?En un continente desierto!¡±.
Muchos a?os despu¨¦s, casi al final de su carrera como editor, una edici¨®n imponente de ese libro que lo hizo lector, editor y feliz marca su homenaje a esa obra maestra. ?l lo muestra como s¨ªmbolo de su larga ¨¦poca prolongando libros ajenos. Hay otro origen a¨²n m¨¢s remoto. Ocurri¨® a sus diez a?os, en Buenos Aires. Su padre lo llev¨® a unos talleres gr¨¢ficos para que viera qu¨¦ hac¨ªan los tip¨®grafos. ¡°Y all¨ª estaban, con su martillito. ¡®Escrib¨ª tu nombre ac¨¢¡¯, me dijo el tip¨®grafo. ?Y sali¨® mi nombre al derecho! Ese fue el pistoletazo de salida, mucho antes de que apareciera Y otros poemas, de Jorge Guill¨¦n, el primer libro de Mario Muchnik editor¡±.
Vuelve con su edici¨®n de Guerra y paz en las manos. En la cubierta, Eduardo Arroyo (¡°Qu¨¦ mal que haya muerto¡±) dibuj¨® el rostro de Tolst¨®i, sus ojos espantados, la obra que hizo a Mario Muchnik el editor que dio vida a los libros de Canetti y de Kafka y de Cort¨¢zar y de Gore Vidal, al que bes¨® en Fr¨¢ncfort.
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