Retrato doble de la mujer artista
Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, grandes maestras del 1600 italiano, protagonizan una exposici¨®n cruzada en el Museo del Prado. Es la segunda muestra protagonizada por creadoras en sus 200 a?os de historia
Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana tienen poco de reci¨¦n llegadas a la historiograf¨ªa del arte, aunque su prolongada ausencia del canon occidental haya invitado a pensar lo contrario. El Museo del Prado se sum¨® ayer a las instituciones internacionales que en los ¨²ltimos a?os est¨¢n llenando el vac¨ªo de mujeres artistas con la presentaci¨®n de una exposici¨®n contundente de las dos pintoras del 1600 italiano (hasta el 2 de febrero). No son las primeras grandes maestras que han llenado las salas del museo. M¨¢s all¨¢ de la monogr¨¢fica de Clara Peeters, en 2016, ya en 1985 unos cuadros excepcionales de Artemisia Gentileschi resplandecieron en la exposici¨®n Pintura napolitana. De Caravaggio a Giordano.
Hoy las cosas han cambiado y los pr¨¦stamos de las artistas est¨¢n muy disputados entre los museos internacionales. Tambi¨¦n en esta ocasi¨®n la iniciativa ha despertado una enorme curiosidad, a juzgar por la sala a rebosar, ayer, durante la presentaci¨®n de la exposici¨®n por parte de la comisaria, Leticia Ruiz. Y puede que sea por las razones equivocadas ¡ªlas mujeres son ahora trending topic¡ª, aunque eso sea en el fondo irrelevante: lo importante es que las grandes maestras se expongan y se conozcan como la calidad de sus trabajos merecen.
Desde que Ann Sutherland Harris y Linda Nochlin hicieran en Los Angeles County Museum la primera gran exposici¨®n de mujeres artistas a mediados de la d¨¦cada de 1970, Mujeres artistas 1550-1950, ambas han ocupado p¨¢ginas y libros completos; reflexiones y muestras monogr¨¢ficas. Ya nadie pondr¨ªa en tela de juicio que Anguissola (Cremona, 1535-Palermo, 1625) y Fontana (Bolonia, 1552-Roma, 1614) son dos referentes del arte occidental, capaces de sostener la comparaci¨®n con cualquiera de sus contempor¨¢neos. Ambas fueron adem¨¢s artistas reconocidas en su momento: en la corte de Felipe II en el caso de Anguissola, hija de una conocida familia de Cremona, y entre los sofisticados c¨ªrculos bolo?eses en el de Fontana, quien pronto mostr¨® sus aspiraciones profesionales. Pese a todo, en su caso, como en el de otras mujeres artistas, el relato excluyente las ha ido borrando de la narrativa, hasta hacerlas desaparecer casi por completo.
A estas dos mujeres separadas por veinte a?os les une, adem¨¢s, un acercamiento novedoso hacia la educaci¨®n de las damas entre las clases intelectuales de entonces: las j¨®venes deb¨ªan recibir una instrucci¨®n esmerada en las artes y las letras, pues, como dijera Castiglione en Il cortigiano (1528), las cosas que pueden entender los hombres las pueden entender las mujeres tambi¨¦n. Esta respuesta de reafirmaci¨®n personal, tan extendida entre las se?oras de la ¨¦poca, podr¨ªa justificar los numerosos autorretratos de ambas que se exponen en el Prado y en los cuales se representan pintando o tocando la espineta, como perfectas damas del Renacimiento.
Aqu¨ª se encuentra una de las primeras contradicciones de las muchas que plantea a cada paso el papel de las artistas. Si por un lado, los autorretratos en diferentes actividades subrayan el orgullo de una formaci¨®n cuidada, por el otro, desactivan la idea misma de profesionalidad: no son ¨²nicamente pintoras. No hay nada que temer.
En esta ocasi¨®n se ha optado por exponerlas juntas y tal vez es posible hacerlo solo por las enormes diferencias entre ambas, por sus estilos a ratos divergentes, incluso por sus vidas, condicionadas por sus lugares de procedencia y sus circunstancias familiares. Y su diferencia de estilos no es, desde luego, un asunto menor cuando se habla de mujeres artistas: durante mucho tiempo se han incluido todas en un gran caj¨®n de afinidades por el simple hecho de ser mujeres. Parec¨ªa que las mujeres han pintado como mujeres sin m¨¢s, aunque nadie haya sabido explicar muy bien en qu¨¦ consisten las afinidades b¨¢sicas, aparte de menos oportunidades de formaci¨®n ¡ªlas mujeres no pod¨ªan compartir taller con otros chicos¡ª y los cl¨¢sicos obst¨¢culos de los que hablaba la escritora australiana Germaine Greer.
Pese a todo, cabe preguntarse por las razones de la transformaci¨®n de un proyecto individual de partida, dedicado solo a Sofonisba Anguissola, a otro en el que comparte protagonismo con otra mujer, como si las mujeres necesitaran siempre muletas de otros nombres, otros hombres, otras mujeres incluso. ?No es posible hacer una exposici¨®n de una mujer sola, como se hace de Goya, El Greco o Picasso?
Sin duda, esas sospechas provienen de esa deformaci¨®n profesional que me mantiene alerta siempre que se exponen mujeres artistas. Ya pas¨® con la estupenda muestra de Clara Peeters que, sin que nadie entendiera por qu¨¦, acababa con el cuadro de un artista muy conocido pero colocado all¨ª sin mucho sentido.
Sin embargo, viendo las modulaciones de la brillante muestra, comisariada por Leticia Ruiz, teniendo sobre todo la ocasi¨®n de ver juntos tantos retratos de dos pintoras casi antit¨¦ticas ¡ªAnguissola la contenida y poco prol¨ªfica; Lavinia productiva y d¨²ctil, a veces casi simbolista¡ª, comparando las expresiones de las hermanitas jugando al ajedrez de Anguissola con las del arreglo de novia de Fontana, queda claro que es un privilegio ver el relato que cuentan estas dos mujeres artistas cuya desaparici¨®n impuso la historia.
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