El asesinato del abuelo en aquel M¨¦xico convulso y violento
Otto Granados Rold¨¢n publica el crimen contra su antepasado, senador en tiempos del expresidente Plutarco El¨ªas Calles
La noche estaba oscura, porque ya los asesinos se hab¨ªan encargado de manipular las farolas de la calle, y amparado en esas sombras el hombre hundi¨® el verduguillo en el vientre del senador Vidal Rold¨¢n y ?vila. Herido de muerte, en el hospital de Aguascalientes a¨²n le dio tiempo de llamar a su mujer y dictar un telegrama al presidente de M¨¦xico, Plutarco El¨ªas Calles: ¡°Acaban de herirme. Ignoro qui¨¦n sea. Si acaso muero le recomiendo a mi mujer y mis hijos¡±. Quiz¨¢ nunca lleg¨® a su destinatario. Era un 14 de febrero de 1925. Los peri¨®dicos de entonces se?alaron lo ¡°artera y cobardemente¡± que hab¨ªan matado al pol¨ªtico. No era el primero ni ser¨ªa el ¨²ltimo que ca¨ªa en M¨¦xico en aquellos a?os en los que el poder institucional se dirim¨ªa con sangre. Por eso, este m¨ªnimo relato que ahora publica el nieto del asesinado, Otto Granados Rold¨¢n, sirve como bot¨®n de muestra de aquellas noches oscuras de la pol¨ªtica mexicana, pero tambi¨¦n, quiz¨¢, de manual para no repetir errores.
Granados ha seguido los pasos del abuelo. En el anterior sexenio, el de Pe?a Nieto, fue secretario de Educaci¨®n P¨²blica y ahora preside el Consejo Asesor de la OEI para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura. Cualquier momento es el mejor para ¡°tratar de entender el impacto¡± de un crimen as¨ª en la vida de la familia. El autor indaga c¨®mo afect¨® aquello en la viuda, su abuela, una mujer joven que ten¨ªa cinco hijos peque?os y que emprendi¨® una lucha infructuosa por hacer justicia al finado, que muri¨® con 38 a?os. ¡°No es un libro de historia, sino una peque?a historia que tiene que ver con la familia, con el barrio, con la ciudad, que son el fundamento moral de lo que alguien llamaba las virtudes cotidianas, las que se entretejen a partir de lazos de solidaridad, de amor, de compasi¨®n entre unos pocos¡±, dice en sus respuestas por correo electr¨®nico.
El recuerdo y las heridas: el asesinato de mi abuelo, editado por Cal y Arena se lee en un rato pero quiz¨¢ uno se quede alg¨²n tiempo m¨¢s fij¨¢ndose en la foto de la abuela, solemne, vestida de negro de arriba abajo, con una expresi¨®n detenida. Mar¨ªa del Refugio G¨¢ndara Campos aparece elegante y aparentemente serena¡ ?Le habr¨ªa gustado leer la historia que marc¨® su vida en un libro? ¡°Imagino que s¨ª. Empec¨¦ esta cr¨®nica pensando en el abuelo, en su carrera pol¨ªtica provinciana, pero termin¨® siendo ella el personaje m¨¢s sensible, ni m¨¢s ni menos porque le sobrevivi¨® cinco d¨¦cadas en un M¨¦xico b¨¢rbaro, convulsionado y violento en el que dio la batalla en condiciones fr¨¢giles¡±, se?ala el diplom¨¢tico.
La terrible muerte el d¨ªa de san Cirilo, quiz¨¢ a manos de Manuel Olvera, con el Frijolero como autor intelectual m¨¢s probable y otros siete implicados, seg¨²n las versiones que se recogieron entonces, ten¨ªa un m¨®vil pol¨ªtico: el gobernador de la ¨¦poca sent¨ªa que Rold¨¢n conspiraba para sustituirlo. De aquella creencia que se hizo febril en la cabeza de Jos¨¦ Mar¨ªa Elizalde surgi¨® el plan que meti¨® en un Dodge negro sin placas a los hombres que aquella noche manejaron hasta la esquina de Allende con Tacuba, en Aguascalientes. Lo hab¨ªan intentado en tres ocasiones en d¨ªas anteriores, todas ellas frustradas por razones peregrinas.
A la vista de las anomal¨ªas que salpicaron un juicio tras el que, finalmente, no consiguieron encerrar a los culpables, Granados Rold¨¢n opina que las cosas en M¨¦xico al respecto ¡°no han cambiado mucho. Las malas costumbres tardan en desaparecer¡±, a?ade. Pero el libro sirve para ¡°construir una memoria, relatarla, documentarla, exhibirla y digerirla, no solo para que no se repita sino para ejercer el derecho elemental de contar con ella y con eso basta¡±, dice el nieto. No cree en el olvido.
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