M¨¢s all¨¢ de las escuelas
Santos Juli¨¢ no perteneci¨® a escuela historiogr¨¢fica alguna, mucho menos a una clientela universitaria al uso
Santos Juli¨¢ fue un historiador singular. Lleg¨® tarde al oficio, despu¨¦s de acumular experiencias muy diversas y de adentrarse en la sociolog¨ªa, y siempre sostuvo puntos de vista originales sobre los asuntos que estudiaba. No perteneci¨® a escuela historiogr¨¢fica alguna, mucho menos a una clientela universitaria al uso. Sus trabajos se enraizaban en una lectura seria de los cl¨¢sicos, de Karl Marx a Max Weber, una lectura nada dogm¨¢tica, que hu¨ªa del determinismo, esa losa que aplasta las interpretaciones hist¨®ricas, antes socioecon¨®mico y ahora cultural. A su juicio, era in¨²til buscar un sentido necesario en el discurrir hist¨®rico, o una causa ¨²ltima a todos los fen¨®menos, pues s¨®lo cab¨ªan explicaciones multicausales en las que, al modo weberiano, representaban un papel protagonista los sujetos, individuales y colectivos, y el significado que ellos mismos daban a sus acciones.
Ninguno de los temas que trat¨® sali¨® indemne de su escrutinio, porque su mirada renovaba de un golpe las tesis vigentes. Cultiv¨® una historia pol¨ªtica de ampl¨ªsimo alcance, en la que cab¨ªan tanto el an¨¢lisis de las clases sociales y de sus organizaciones como el retrato biogr¨¢fico de los personajes clave en la crisis espa?ola del siglo XX, del complejo mundo socialista a Manuel Aza?a.
Le atrajeron en especial los discursos de los intelectuales, que le ayudaron a entender la ciudad de Madrid, los proyectos pol¨ªticos de diversos periodos o el advenimiento de la Segunda Rep¨²blica, en 1931, al que dedic¨® p¨¢ginas inolvidables. A contracorriente, desminti¨® con argumentos y pruebas t¨®picos tales como la inevitabilidad de la Guerra Civil o el supuesto pacto del olvido en la Transici¨®n. En sus ¨²ltimos textos se interes¨® m¨¢s a¨²n por el lenguaje y reflexion¨®, de una u otra manera, sobre el rumbo seguido por su propia generaci¨®n, la de aquellos espa?oles nacidos durante la contienda o en la inmediata posguerra que fueron capaces de hablar de reconciliaci¨®n y de confluir tras la dictadura en una joven democracia.
Historiador procedente de las ciencias sociales y hombre ajeno a las facciones acad¨¦micas, fue sin embargo un firme defensor del oficio, del valor de sus herramientas y de sus conclusiones. Eso le cost¨® duras pol¨¦micas con colegas militantes o con quienes se empe?aban en derribar las fronteras entre historia y memoria. Ser historiador implicaba, para Santos Juli¨¢, tratar de comprender el pasado a partir de los vestigios disponibles, no convertirse en abanderado de sus causas perdidas.
El conocimiento que respaldaba cada una de sus opiniones, sumado a la brillantez de un lenguaje preciso y fluido, le otorgaba una autoridad poco frecuente entre los investigadores, que trasladaba sin esfuerzo a sus comentarios habituales sobre la vida pol¨ªtica. Resulta desolador pensar que se ha ido, que ya no podremos preguntarle qu¨¦ opina de esta cuesti¨®n o de aquel libro. S¨®lo nos queda pensar, cada vez que afrontemos esas dificultades que a menudo asaltan a los historiadores, qu¨¦ habr¨ªa hecho ¨¦l en nuestro lugar.
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