Santos Juli¨¢ y EL PA?S
Su presencia en este diario ha sido casi constante para los lectores en los ¨²ltimos 35 a?os, no solo como historiador, sino como analista pol¨ªtico de la actualidad
¡°El legado de la Transici¨®n consiste en que la democracia goza entre los espa?oles de m¨¢s consistente y elevada legitimidad que nunca, y a la vez la pol¨ªtica sufre el mismo rechazo de siempre. Recuperar no la legitimidad de la democracia que nadie discute, sino el prestigio de la pol¨ªtica es quiz¨¢ la mayor cuenta que dejaron pendiente los a?os de la Transici¨®n¡±. Este es el balance que Santos Juli¨¢ hac¨ªa en el monumental libro Memoria de la Transici¨®n (editorial Taurus), que antes hab¨ªa salido, fasc¨ªculo a fasc¨ªculo, en el diario EL PA?S entre el oto?o del a?o 1995 y abril de 1996. Ahora desaparece el tercero de los geniales editores de aquella obra colectiva (Javier Pradera, Joaqu¨ªn Prieto y Santos Juli¨¢) y los que hacemos el peri¨®dico nos preguntamos a qui¨¦n vamos a consultar. Ni siquiera es seguro que, a la vista de los acontecimientos actuales, Santos pensase lo mismo que hace 23 a?os. Su presencia en EL PA?S ha sido casi constante para los lectores en los ¨²ltimos 35 a?os no solo como historiador, sino como analista pol¨ªtico de la actualidad, y como amigo y consejero solidario de algunos de los directores del diario, que tanto hemos aprendido de ¨¦l.
El 27 de mayo de 2010, Santos Juli¨¢ se reun¨ªa con un grupo de suscriptores de EL PA?S. Por una casualidad, ese d¨ªa se hab¨ªa puesto a la venta su libro Hoy no es ayer. Ensayos sobre la Espa?a del siglo XX, un periodo muy poco sosegado: 23 a?os de monarqu¨ªa constitucional no democr¨¢tica, m¨¢s otros siete de monarqu¨ªa con dictadura y sin constituci¨®n; ocho a?os de rep¨²blica de los que tres transcurrieron en guerra civil con parte del territorio bajo otra dictadura militar; 36 a?os de dictadura y 25 de democracia. ¡°Una elocuente secuencia¡±, se dec¨ªa en el libro, ¡°de lo muy complicado que ha sido establecer en Espa?a una forma de Estado basada en un amplio consenso social¡±.
Los suscriptores ¨Cla mayor parte lectores del peri¨®dico desde sus primeros n¨²meros y que, de vez en cuando, se juntan en la sede del mismo para conocer a quienes lo elaboran, analizan y opinan en ¨¦l¨C hab¨ªan pedido conversar con el historiador gallego, entonces de 70 a?os, referente de la mayor¨ªa. Entre las notas de aquel encuentro se encuentran algunas de las ideas base que Santos Juli¨¢ ha recogido en la mayor¨ªa de sus libros.
1) Gran Breta?a fue, como no se cans¨® de repetir el presidente Aza?a, el primer enemigo de la II Rep¨²blica en la Guerra Civil; y EE UU y el Vaticano, flanqueados por Francia y el Reino Unido, fueron los principales socios sobre los que, durante a?os sin fin, Franco pudo consolidar su poder. La alianza estrat¨¦gica de las democracias occidentales con la Espa?a de Franco dur¨® hasta la muerte del dictador.
2) El historiador dijo en la sede del peri¨®dico: ¡°Nuestros sentimientos han de estar relativizados por la objetividad. Hay que cargar con todos los muertos¡±. Conocedor como nadie de la vida y obra de Manuel Aza?a, su reflexi¨®n arrancaba de la larga y dram¨¢tica conversaci¨®n que mantuvo el presidente de la Rep¨²blica con su amigo ?ngel Osorio en la noche del 22 al 23 de agosto de 1936, cuando hab¨ªan llegado al Palacio Nacional las noticias de las atrocidades cometidas por milicianos en el asalto a la c¨¢rcel Modelo de Madrid, donde fueron abatidos o fusilados varias decenas de presos, entre ellos Melqu¨ªades ?lvarez, antiguo jefe pol¨ªtico de Aza?a en el Partido Reformista.
El drama pol¨ªtico y de conciencia vivido por un pu?ado de republicanos ante la enormidad de los cr¨ªmenes cometidos lo viv¨ªan quienes, sabiendo de ellos y sintiendo repugnancia por tanta sangre derramada, decidieron mantenerse leales a la Rep¨²blica. No se lo plantearon los que mataban, que consideraban la muerte de los representantes del viejo orden social como una exigencia de la revoluci¨®n; tampoco quienes, sin matar, los justificaban por alguna necesidad hist¨®rica o porque antes de la revoluci¨®n fue la rebeli¨®n; ni, en fin, quienes apoy¨¢ndose en su comisi¨®n se apresuraron a poner tierra por medio para refugiarse en una tercera Espa?a, que se pretend¨ªa neutral.
3) Cit¨® a Dionisio Ridruejo, que defini¨® la pol¨ªtica de limpieza realizada por su bando (el vencedor de la guerra) como una operaci¨®n perfecta de extirpaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas republicanas. Una represi¨®n dirigida a establecer por tiempo indefinido la discriminaci¨®n entre vencedores y vencidos. ?C¨®mo se pod¨ªa derribar esa barrera divisoria?, se preguntaba Juli¨¢. No exist¨ªa la posibilidad de reconstruir la m¨ªnima comunidad moral en que consiste cualquier Estado democr¨¢tico si gentes procedentes de los dos lados de la barrera no establec¨ªan una corriente en ambas direcciones, para sentarse en torno a una mesa, hablar, negociar y llegar a alg¨²n acuerdo sobre el futuro. Eso empez¨® a ocurrir en Espa?a y en el exilio desde el final de la II Guerra Mundial, y sigui¨® con los encuentros de hijos de vencedores y vencidos en las universidades desde mediados de los a?os cincuenta, con la pol¨ªtica de reconciliaci¨®n aprobada por el Partido Comunista en junio de 1956, con el coloquio de M¨²nich, de 1962, en las reuniones de las comisiones obreras y de movimientos ciudadanos en locales facilitados por parroquias y conventos, con las iniciativas de di¨¢logo y colaboraci¨®n entre comunistas y cat¨®licos en los a?os sesenta y las Juntas Democr¨¢ticas de los setenta.
4) Denostada como mito y mentira, la Transici¨®n no fue un tiempo de silencio, ni de amnesia, ni de bocas cerradas y cerebros lobotomizados. Por el contrario, ha habido un debate permanente sobre el pasado de guerra y dictadura. Se ha escrito, hablado, filmado exhaustivamente sobre la Guerra Civil y el franquismo. Pero ha habido un sentimiento de responsabilidad compartida m¨¢s la exigencia de una amnist¨ªa (debatida y aprobada en el Congreso, defendida por algunos presos pol¨ªticos de Franco y no decretada por ning¨²n Gobierno) como primer paso para iniciar un proceso constituyente que culminara en un r¨¦gimen aceptado por la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa, fuera cual fuera el bando en el que hab¨ªan combatido durante la guerra.
Por defender estas ideas, Santos Juli¨¢ fue atacado en algunos foros, por articulistas a izquierda o derecha. Pocos d¨ªas despu¨¦s de aquella intervenci¨®n con los suscriptores del peri¨®dico y de la aparici¨®n del libro citado, el historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco escribi¨® un art¨ªculo en EL PA?S en el que dec¨ªa que escribir sobre la Rep¨²blica, la Guerra Civil, el franquismo o la Transici¨®n ¡°es algo que uno no debe hacer sin palparse antes la ropa. Porque puede muy bien ocurrir que termine siendo declarado traidor a alguna causa sagrada¡±. Eso es lo que le hab¨ªa sucedido ¡°al mejor conocedor del siglo XX espa?ol¡± por defender las posiciones expuestas. Concluye ?lvarez Junco, y uno se subroga en sus palabras: ¡°Se comprende que haya recibido tantos y tan iracundos ataques por parte de unos y otros: de todos los que no aceptan la complejidad del pasado y siguen empe?ados en relatos maniqueos, en pel¨ªculas de buenos y malos. Santos Juli¨¢ demuestra tener no solo profesionalidad, inteligencia y capacidad de matizaci¨®n, sino tambi¨¦n un gran valor c¨ªvico¡±.
Lo mantuvo hasta el final. Santos Juli¨¢ ha escrito en su peri¨®dico hasta que le han fallado las fuerzas. Todav¨ªa el martes 15 de octubre recibi¨® un mensaje de EL PA?S que dec¨ªa: ¡°?C¨®mo vas, Santos? ?Te apetece y puedes escribir algo de Franco? En cualquier formato que quieras¡±.
Por primera vez, no contest¨®.
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