El valor de nuestros tiempos
A mi alrededor veo cada vez m¨¢s gente opinando sin interpretar, desplazando hasta el olvido el valor de nuestros derechos y nuestra cultura
Cuando el pasado mes de abril Bob Dylan se quej¨® ante su p¨²blico durante un concierto en Viena porque le estaban tirando fotos con los m¨®viles, muchos le llamaron viejo cascarrabias. Lo primero que pens¨¦ es que qu¨¦ hab¨ªamos hecho tan mal para que su petici¨®n fuera vista como una afrenta. Hab¨ªa un desaire tan soberbio en las reacciones de algunas personas que ya no solo Bob Dylan era considerado como el t¨ªpico pollavieja fuera de su tiempo, sino que adem¨¢s hab¨ªa dejado de ser el responsable de su propia m¨²sica y de c¨®mo quer¨ªa compartirla con los dem¨¢s.
Los dem¨¢s compran una entrada y un buen pu?ado se cree con toda la potestad del mundo para hacer lo que le d¨¦ la gana en un concierto. ¡°Pagu¨¦ la entrada¡±, arguyen como pavos reales. Deben ser los mismos que, en estos tiempos perversos, se han convertido en clientes antes que ciudadanos. No les preocupa los derechos laborales de los trabajadores de Deliveroo o Glovo como tampoco los conflictos de los taxistas, los maquinistas del Metro o los astilleros sino sus servicios. Que funcione la sagrada aplicaci¨®n del m¨®vil antes que el atrofiado sistema social, ese que al que trocean desde todos los frentes.
Mejor o peor, Dylan intenta preservar la m¨²sica, aquello que sucede sobre un escenario. A su m¨²sica le ha dedicado seis d¨¦cadas de su vida, por la que le han concedido todo tipo de premios y, sobre todo, con la que ha influido en la existencia de muchas personas. Mejor o peor, Dylan intenta poner en valor lo que m¨¢s le importa y en lo que m¨¢s cree como es la m¨²sica, que, adem¨¢s, es de lo que vive. Y preservar la m¨²sica, por tanto, es preservar el arte, esa expresi¨®n espiritual, incluso f¨ªsica, del ser humano.
Dylan es un hombre del siglo XX, girando todav¨ªa a sus casi 80 a?os por medio mundo en este siglo XXI. Es un fantasma, pero como ser del pasado arroja luz sobre el valor del arte. Valorar el arte o la cultura es solo una forma m¨¢s de valorar nuestra vida. Una vida en la que estamos perdiendo el valor de otras muchas cosas. Quiz¨¢ algunas irrelevantes, quiz¨¢ otras muy importantes.
Dec¨ªa ayer en una entrevista con este peri¨®dico Amin Maalouf que ¡°no evitaremos el naufragio¡±. El escritor liban¨¦s, h¨¢bil analista social y pol¨ªtico y autor del magn¨ªfico ensayo Las cruzadas vistas por los ¨¢rabes, aseguraba que el naufragio tendr¨¢ lugar, pero no sabemos en qu¨¦ forma. ¡°No hay una toma de conciencia que permita evitarlo. Estamos en un mundo un poco inquietante, en el que no hay mecanismos para salir de las crisis. Nadie tiene autoridad moral. No hay ninguna gran figura, ideolog¨ªa com¨²n o gran pa¨ªs que ejerza verdaderamente una autoridad moral. Nadie¡±. Maalouf se refer¨ªa a la situaci¨®n internacional y el posible colapso mundial, pero, en el fondo, su met¨¢fora del Titanic que se hunde en Occidente se puede extrapolar a la sociedad, como si las peque?as cosas de nuestro d¨ªa a d¨ªa fueran los cimientos m¨¢s b¨¢sicos sobre los que navega el transatl¨¢ntico.
A mi alrededor veo cada vez m¨¢s y m¨¢s gente preocupada por opinar todo el rato sin interpretar, gente opinando de todo y a todas horas, gente que dice estar informada sin leer, pero tambi¨¦n gente borracha o drogada todas las semanas, preocupada en follar o que la follen, todos los d¨ªas metidos en Instagram, Twitter, Tinder y Netflix, opciones todas muy respetables e incluso algunas formidables, pero que abarcan ahora todo el espectro. Lo abarcan de tal forma que han desplazado hasta el olvido o el desinter¨¦s el valor de un sindicato, una asociaci¨®n, una ONG, una manifestaci¨®n o una huelga. El valor de los derechos, pero tambi¨¦n el valor de nuestros tiempos. Eso que, puestos a hablar en t¨¦rminos audiovisuales que tanto priman hoy en d¨ªa, dice con rotundidad la entra?able abuela de la serie de HBO Years and Years en el ¨²ltimo cap¨ªtulo.
Cantaba Bob Dylan en The Times They Are A-Changin' que los tiempos estaban ¡°cambiando¡± porque ¡°los perdedores de ahora ser¨¢n los vencedores despu¨¦s¡± all¨¢ por los primeros sesenta. Con el cambio de siglo, termin¨® cantando Things Have Changed donde dec¨ªa que ¡°la gente est¨¢ loca y los tiempos son extra?os¡± y que ¡°no se puede ganar con una mano perdedora¡±. Ahora, simplemente, a casi nadie le importa lo que canta Dylan, como a casi nadie le importan verdaderamente nuestros tiempos. Como esa c¨¦lebre vi?eta, muchos solo quieren la foto del Titanic hundi¨¦ndose, y opinar al respecto, mientras estamos todos ahog¨¢ndonos.
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