¡°El silencio de mi abuelo es mi silencio¡±
Santiago H. Amigorena opta al m¨¢ximo galard¨®n de las letras francesas con ¡®El gueto interior¡¯, novela con el Holocausto como trasfondo
Santiago H. Amigorena, candidato al prestigioso premio Goncourt en Francia con Le Ghetto int¨¦rieur, es uno y es muchos a la vez. ?Cineasta? ?Escritor? ?Argentino? ?Franc¨¦s?
La novela da alguna clave. Del protagonista, su abuelo materno, se dice: ¡°Vicente era un joven jud¨ªo. O un joven polaco. O un joven argentino. De hecho, el 13 de septiembre de 1940, Vicente Rosenberg todav¨ªa no sab¨ªa con exactitud lo que era¡±. Y lo mismo podr¨ªa aplicarse al autor, hijo de exilios sucesivos ¡ªa Uruguay primero; a Francia despu¨¦s¡ª, cuya obra es tan ambiciosa como poco le¨ªda hasta ahora. ¡°Me molesta mucho cuando se dice que soy un escritor franco-argentino, o un escritor argentino que vive en Francia. Como escritor me considero solamente franc¨¦s. Mi idioma de escritura es el franc¨¦s¡±, dice Amigorena (Buenos Aires, 1962). ¡°Y, al mismo tiempo, si me ves mirando un partido de f¨²tbol, soy totalmente argentino¡±.
Con Le Ghetto int¨¦rieur (El gueto interior, que Literatura Random House publicar¨¢ en espa?ol y Edicions 62 en catal¨¢n) Amigorena ha abandonado el estatus de escritor de culto. Apreciado por la cr¨ªtica pero sin ventas exorbitantes ni premios de renombre, era tanto o m¨¢s habitual encontrarle en las publicaciones de cine (su oficio desde los 22 a?os son los guiones y ha dirigido tres pel¨ªculas) o en p¨¢ginas de las revistas del coraz¨®n (ha estado casado con y ha sido pareja de actrices famosas) que en las p¨¢ginas culturales. El ¨¦xito le ha llegado con su d¨¦cima novela, finalista en dos de los principales premios literarios de oto?o, el Goncourt y el M¨¦dicis.?Tambi¨¦n figur¨® en la primera lista de candidatos del Renaudot.
Le Ghetto int¨¦rieur novela un fragmento de la vida del abuelo Vicente, nacido en Polonia y emigrado a Argentina en 1928. Vicente o Wincenty Rosenberg deja en Varsovia a su madre, Gustawa Goldwag, y construye su vida en Buenos Aires. Se casa, forma una familia, abre un comercio de muebles. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y Alemania invade Polonia, Vicente recibe cartas, cada vez m¨¢s espaciadas, de Gustawa. Son como botellas de un n¨¢ufrago. A trav¨¦s de las cartas, asiste ¡ªdesde la distancia y la impotencia, tambi¨¦n la culpabilidad¡ª al cerco sobre los jud¨ªos de Europa, hasta el final. Se a¨ªsla en s¨ª mismo. Deja de hablar. Le persigue un sue?o kafkiano: una pared se cierra poco a poco sobre su cuerpo. ?l intenta romperla con un cuchillo. Hasta que descubre que la pared es su propia piel.
¡°En el libro, el sue?o se vuelve una met¨¢fora del gueto de Varsovia. Pero tambi¨¦n tiene algo que ver con esa idea de que la identidad quiz¨¢s es algo que no hay que fijar y que tambi¨¦n puede ser una prisi¨®n¡±, aclara Amigorena.
El loft donde vive, en este de Par¨ªs, parece la morada ideal de un escritor: libros y libros, techos altos, mesas amplias. Su ritual de escritura es peculiar. Suele trabajar en dos libros en paralelo. Uno de ma?ana y otro de tarde. Por la ma?ana escribe a mano, letra peque?a, relato en primera persona, frases largas. Se trata de un proyecto en seis partes ¡ªcada una compuesta por dos libros¡ª que empez¨® hace unos 25 a?os y todav¨ªa est¨¢ inconcluso.
¡°Es la vida de un narrador que lleva mi nombre. Es un chico muy silencioso: los tres primeros libros que publiqu¨¦ se titulan Una infancia lac¨®nica, Una juventud af¨®nica y Una adolescencia taciturna¡±, dice. ¡°Al mismo tiempo, son las obras completas de ese narrador. Todo lo que escribe piensa que lo va a liberar del silencio, hasta que se da cuenta de que la escritura no es una soluci¨®n: es otra forma de silencio. Y all¨ª, el narrador decide escribirlo todo para poder dejar de escribir¡±. En uno de los libros del ciclo, Primera derrota, dice querer hacer con Proust lo que Joyce hizo con Homero en el Ulises. Ser¨ªa un gui?o de la historia que uno de los m¨¢s proustianos escritores franceses contempor¨¢neos ganase el Goncourt en el centenario del Goncourt a Marcel Proust.
Por la tarde, Amigorena escribe a ordenador y en tercera persona. Son novelas quiz¨¢ menos vanguardistas que las de la ma?ana, m¨¢s cl¨¢sicas, m¨¢s accesibles, como El gueto interior, un libro con un doble origen. Uno, las cartas reales de la bisabuela. Y dos el texto Los abuelos de su primo por parte materna, Mart¨ªn Caparr¨®s, nieto tambi¨¦n de Vicente Rosenberg.
Todas las novelas de Amigorena se han publicado en franc¨¦s en la selecta editorial P.O.L.. En castellano, la editorial Funambulista public¨® en 2015 Aquellos d¨ªas que no olvidar¨¦, una de las novelas de tarde. Amigorena se inscribe en la tradici¨®n de los escritores en otra lengua distinta de la materna. Los casos m¨¢s citados son Samuel Beckett, irland¨¦s que escribi¨® en franc¨¦s, y Joseph Conrad, polaco en ingl¨¦s. Y otro autor franc¨¦s nacido en Argentina, H¨¦ctor Bianciotti (1930-2012), recibi¨® el premio Femina en 1985. ¡°Llegu¨¦ a Francia con 11 a?os y le¨ª m¨¢s en franc¨¦s que en espa?ol¡±, recuerda Amigorena, que guarda un ligero acento al hablar en la lengua en la que escribe.
El gueto interior puede leerse como la precuela de todo el ciclo literario, la clave del silencio del escritor, el origen de todo. Hoy a¨²n habla con una voz sin estridencias, respuestas escuetas, a veces tentativas. ¡°Siempre pens¨¦ que mi silencio ten¨ªa que ver con el de mi abuelo¡±, explica. ¡°Pero no me gusta que se piense que mi silencio es debido al silencio de la Shoah. Tiene otros or¨ªgenes. Es cierto que en muchas familias jud¨ªas pas¨® un poco lo mismo: la generaci¨®n que vivi¨® la guerra, o los que estuvieron lejos, como mi abuelo, no supieron hablar de esto, no encontraron palabras, ni siquiera buscaron palabras, decidieron que el silencio era la ¨²nica posibilidad. En la generaci¨®n siguiente, se dedicaron a escuchar m¨¢s que a hablar. Las tres hijas de Vicente Rosenberg son psicoanalistas. Y, en la siguiente, no soy el ¨²nico que busca palabras para hablar de esto¡±.
El proceso el largo. ¡°Claramente se necesitan varias generaciones: no s¨¦ si para encontrar las palabras justas pero, en todo caso, para buscarlas¡±, dice. ¡°Y, en este sentido, s¨ª: el silencio de mi abuelo es mi silencio¡±.
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