Francisco Leiro: ¡°Cuando atormentas a la escultura, tiene su inter¨¦s¡±
El escultor expone en Tabacalera hasta el 10 de noviembre 80 piezas que llegan a superar los 3.000 kilogramos de peso
¡°Recuerdas esa pregunta tonta que nos hac¨ªamos de peque?os: ?Qu¨¦ pesa m¨¢s? ?Un kilo de hierro o un kilo de paja¡?¡±. Francisco Leiro (Cambados, 62 a?os) no quiere ni por asomo que ese dilema infantil pondere su propia escultura. Pero puede que lleve tratando de responderse aquel enigma toda la vida. ¡°De hierro, de hierro¡±, sol¨ªan contestar algunos. Ca¨ªan en la trampa. Leiro no se ha zafado de aquellas redes. Dentro de ese juego indeterminado y parad¨®jico de despistes entre la masa y el volumen, el artista gallego da vida a sus criaturas.
El pasado viernes se lo planteaba mientras explicaba su obra Rollito de primavera. ¡°Da un poco de grima, ?no?¡±, comenta mientras observa a la anciana que se lleva un cuerpo que se resiste a ser raptado, envuelto en una especie de alfombra. Est¨¢ instalada en una de las esquinas de la Tabacalera, en Madrid. Ah¨ª expone hasta el 10 de noviembre Roteiro, 80 piezas que llenan un espacio con suelos de resistencia a prueba de algunos de sus trabajos: sobre todo cuando estos superan los 3.000 kilos. Entre la madera y el granito, entre el bot¨ªn cautivo del bosque y la artiller¨ªa de la piedra oscura, Leiro busca y rebusca miles de ¨¢nimas ambulantes. Pero se niega a explicar sus significados. "Pierde la gracia¡±, comenta. Como no sabe, o no le da la gana modular la voz ¡ª¡°por eso dej¨¦ de confesarme, porque no pod¨ªa bajar el tono¡±, dice¡ª, al tiempo que ofrece alguna pista, se van uniendo a la visita un buen pu?ado de curiosos.
El propio artista los gu¨ªa entre su obra sin quitarse la gabardina. Empieza por Leviat¨¢n: una inmensa ballena que recibe en el vest¨ªbulo, varada en su rocoso esqueleto silueteado a favor de la ley de la gravedad. Sigue con sus L¨¢zaros en fila, todo un s¨ªmbolo en su trayectoria: no dejan de salir de la tumba a base esas piruetas que libran su propia batalla entre la vida, la resurrecci¨®n y la muerte. ¡°As¨ª resultan c¨®micos, si los hiciera m¨¢s grandes ser¨ªan terror¨ªficos. A veces, cuando atormentas a la escultura tiene su inter¨¦s¡±.
Aparte del Evangelio, Leiro rastrea milagros entre la mitolog¨ªa cl¨¢sica. Lo hace con Vulcano, un guerrero carbonizado en movimiento. ¡°Aqu¨ª, entre estas tuber¨ªas, gana fuerza, aunque nos pueda parecer un fracaso este dios del fuego que ha sido quemado por las llamas¡±. Al lado de aquella violencia tenebrosa que mueve la figura queda el velo po¨¦tico de Rosal¨ªa de Castro con Maio Longo, una escultura que evoca el poema de la autora gallega: ¡°Maio longo... maio longo, /todo cuberto de rosas, /para alg¨²ns telas de morte; /para outros telas de vodas¡±.
De los olimpos paganos a la literatura, de los maestros antiguos holandeses, Van Gogh junto a su caballete transformado en ametralladora y Goya con sus mamelucos a las vanguardias, las traves¨ªas de Leiro tratan de explicar el mundo de hoy con herramientas elegidas sin renunciar tampoco al azar: ¡°A veces estoy trabajando sobre alguna figura sin saber ad¨®nde me lleva y entra alguien en mi estudio que las elige por m¨ª: ?Co?o, se parece a Col¨®n! Y sigo por esa pista¡±.
Lo dice ante una efigie del descubridor junto a otra de Marylin, a la que reconocemos por su falda al viento tallada en madera de pino.Empieza por un dibujo. ¡°Como si fuera la caligraf¨ªa de lo que luego sale¡±, asegura. La intenci¨®n queda dentro de ¨¦l: ¡°No me gusta contarlo, el espectador debe ver m¨¢s all¨¢ de lo que yo proponga¡±. Llega a un toro que persigue unos viandantes. El movimiento del animal, m¨¢s et¨¦reo, recuerda a la escultura que luce a la entrada de Wall Street. ¡°Se llama Moody's¡ No tengo m¨¢s que explicar, ?verdad?¡±. Queda claro. Los a?os que Leiro ha pasado en Nueva York catapultaron la carrera de este gallego que decidi¨® asaltar el mundo del arte con su iron¨ªa contundente y voluminosa, sin renunciar a las ra¨ªces.
Pero tambi¨¦n le llenaron los ojos de atropellos no lejos del barrio de Tribeca, donde vivi¨®: ¡°En ninguna parte he visto mendigos como aquellos, nunca¡±, asegura. Hoy se refugia entre su estudio madrile?o, un taller de coches remodelado cercano a Las Ventas donde aparca el movimiento locuaz y fantasmag¨®rico de sus criaturas, y sus naves en Cambados. All¨ª trata a menudo de desentra?ar el nudo gordiano de su identidad. ¡°Voy y vengo¡±, comenta. Pero siempre queda algo suyo dentro de ese peso relativizado por los vol¨²menes de sus alegor¨ªas.
Babelia
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