La bochornosa sinceridad

Que se hayan estrenado en Espa?a cuatro comedias de Eric Lavaine en seis a?os habla bien del maximalismo al que ha llegado buena parte del mercado espa?ol de distribuci¨®n y exhibici¨®n: cualquier producto que haya tenido un m¨ªnimo ¨¦xito en Francia (o huela a ello) pasa por el colador, aunque se trate de comedias realizadas por y para la especial idiosincrasia del ciudadano franc¨¦s en torno al humor popular, tan lejano la mayor¨ªa de las veces a la negrura espa?ola. Cuatro de las cinco son malas o muy malas; la ¨²ltima, Sin filtro, es espantosa.

De todas ellas, Barbacoa de amigos (2014), Vuelta a casa de mi madre (2016), Historias de una indecisa (2017) y esta Sin filtro, en mayor o menor medida con peque?as dosis de drama, solo se salva un tanto la segunda, y porque el tema, el regreso de la generaci¨®n de profesionales en la cuarentena de edad que, a causa de la crisis econ¨®mica y el paro, ha debido regresar al hogar de sus padres para ahorrar gastos, es atractivo y de plena actualidad. Y las cinco caen en el mismo truco de magia de guionista fullero, ese que pretende hacer historias populares para que la gente salga de su obra con una sonrisa: recular en el ¨²ltimo tramo y otorgar una falsa redenci¨®n a todos y cada uno de los personajes, cuando muchos de los comportamientos han sido deplorables hasta muy poco antes. La salvaci¨®n llega porque lo exige el penoso c¨®digo deontol¨®gico del director de cine con aspiraciones de buenos sentimientos; y no porque se haya trazado un desarrollo narrativo con coherencia para que roles con un m¨ªnimo de complejidad acaben as¨ª.

En Sin filtro hay que aguantar durante casi toda la pel¨ªcula a un tipo que tras un coma se despierta con ceguera f¨ªsica y una inusitada sinceridad, a la manera de la chilena (y hom¨®nima en su estreno espa?ol) Sin filtro, exitosa comedia de Nicol¨¢s L¨®pez que en apenas tres a?os ha dado lugar a cinco nuevas versiones en Per¨², Argentina, Panam¨¢, M¨¦xico y Espa?a (Sin rodeos, de Santiago Segura), y que bien ha podido influir en el punto de partida de la pel¨ªcula francesa. Sin embargo, Lavaine despoja de toda trascendencia social al acto de sincerarse en una comunidad atada por la mentira y la superficialidad, y convierte a su protagonista masculino en un memo con actitudes de ni?o malcriado de cinco a?os al que sus padres no acaban de atar en corto porque no hay que agobiar a los cr¨ªos.

Y aunque el director se sirva de la idea de la franqueza para confrontarla con otra trama, la de una novela de autoficci¨®n escrita por la esposa del ciego, que acaba enfadando a todos sus amigos, ambas exposiciones nunca est¨¢n bien trenzadas y son de una bochornosa simpleza.