Nuestra m¨²sica
Laida Lertxundi desmonta la idea cl¨¢sica de banda sonora con una mirada a la m¨²sica que centra ahora su exposici¨®n en Matadero Madrid
Hay artistas que parecen vivir instalados en un calambre, como si esa peque?a contracci¨®n muscular trajera consigo la inminencia del aqu¨ª y ahora. Laida Lertxundi (Bilbao, 1981), por ejemplo. Siempre se detiene ante cosas que se desmoronan: una puerta que se cae, una m¨¢quina que deja de funcionar, una voz que se rompe. Tiene que ver con su proceso de fabricar pel¨ªculas, desobedeciendo cualquier norma de coherencia narrativa. La emoci¨®n se adue?a de unos guiones que nunca llegan a cerrarse del todo. Eso es: los espacios vac¨ªos una vez alguien sale del encuadre, la transparencia formal, los sonidos que se solapan de una toma a otra, la no emoci¨®n de los no personajes o los gestos fuera de campo que muchas veces comunican m¨¢s que lo que pudieran decir las palabras. Algo as¨ª como subtextos de historias que esperan ser contadas. Sofisticadas cartograf¨ªas emocionales con mucho sentimiento de nostalgia.
Responden al deseo de esta artista y cineasta por deconstruir varias ideas aparentemente contradictorias: documentaci¨®n versus ficci¨®n, acci¨®n versus contemplaci¨®n y forma versus funci¨®n. Seguramente por ello, la emoci¨®n desborda la forma y cada imagen se ve motivada por la sensualidad que comunica. A ello ayuda su fijaci¨®n por la m¨²sica. En su Bilbao natal, el punk activista pronto form¨® parte de su universo cultural. Una vez lleg¨® a Nueva York para estudiar en el Bard College se enamor¨® de lo oscuro tanto como del cine experimental. Ah¨ª empez¨® una carrera que la ha llevado a los lugares m¨¢s destacados de ambos mundos, el del cine y el del arte, por donde circula casi sin distancias. En eso se empe?a el programa Profundidad de campo de Matadero Madrid: ser una ventana para todos esos artistas del medio audiovisual, aquellos que desarrollan su obra en formato v¨ªdeo, los que dialogan con el cine y aquellos que proponen instalaciones con im¨¢genes en movimiento.
Las obras de la artista vasca son subtextos de historias que esperan ser contadas. Sofisticadas cartograf¨ªas emocionales
Los paisajes emocionales de Laida Lertxundi encajan como un guante ah¨ª, especialmente en este nuevo ciclo dedicado a la capacidad que tiene la m¨²sica para alterar nuestra experiencia visual. Sus pel¨ªculas, grabadas en 16 mil¨ªmetros, funcionan como esas canciones que parecen escritas para ti: a ratos cercanas, otras veces fragmentadas y siempre emotivas. Un absoluto ejercicio de autoficci¨®n. As¨ª titula uno de sus ¨²ltimos trabajos, proyectado en el espacio central. Entre las im¨¢genes se cuela mucho del cine directo de Agn¨¨s Varda y de la autobiograf¨ªa seg¨²n Chris Kraus. La protagonista, una vez m¨¢s, es la ciudad en la que vive, Los ?ngeles, un agente activo y pasivo al mismo tiempo donde la m¨²sica pauta una coreograf¨ªa de alta intensidad. Words, Planets (2018) parte de los seis principios para la composici¨®n definidos por el pintor chino del siglo XVIII Shitao, que fueron recogidos por el escritor Ra¨²l Ruiz en el ensayo Por un cine cham¨¢nico. La duplicidad de la psique circula por todo el filme como un autorreflejo que se apoya en una Lucy Lippard muy subrayada en Yo veo / T¨² significas. Aunque si hay una obra donde lo autobiogr¨¢fico se dispara es 025 Sunset Red (2016), una de sus mejores piezas, que tambi¨¦n vemos aqu¨ª. El nombre de un filtro de pel¨ªcula le sirve para revisar el pasado pol¨ªtico (y comunista) de su familia durante la ¨¦poca franquista. M¨²sica de ayer y de hoy.
Laida Lertxundi. Matadero Madrid. Hasta el 15 de diciembre.
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