La brutal honestidad de los selfies de Lucian Freud
La Royal Academy of Arts re¨²ne los autorretratos del pintor
Lucian Freud (Berl¨ªn, 1922-Londres, 2011) necesit¨® saltar del l¨¢piz y el plum¨ªn al pincel de marta cibelina, para acabar dando brochazos desesperados con un manojo de pelo de cerda antes de reconocerse a s¨ª mismo por completo. Est¨¢ en la c¨²spide de su talento en el ¨²ltimo autorretrato de toda la serie del gran pintor figurativo que expone la Royal Academy of Arts (RAA) de Londres (Lucian Freud: The Self-portraits, hasta el 26 de enero). Completamente desnudo salvo unas zarrapastrosas botas sin cordones, que protegen sus pies de los pigmentos de pintura esparcidos por el suelo de su estudio. Freud, nieto del padre del psicoan¨¢lisis, muestra su anatom¨ªa musculosa y fl¨¢cida a un tiempo, levanta victorioso la brocha como un guerrero espartano y mantiene la mirada inquisitiva que us¨® durante d¨¦cadas para extraer la naturaleza ¨ªntima de sus modelos. Una obra cumbre en la que los manchurrones de pintura parecen trozos de carne viva, y llaman la atenci¨®n la cabeza del pintor, su miembro viril como el colgajo en torno al que gravita su fuerza y la tensi¨®n del brazo que dirige el proceso creativo. "Se trata del periodo durante el que, a juicio de cualquier observador, Freud se estaba definitivamente incorporando al club de los Grandes Maestros. Y este autorretrato sugiere que era consciente de ello", ha escrito el cr¨ªtico de arte Martin Gayford, que ha seleccionado y comentado, por encargo de la RAA,? cinco autorretratos de los m¨¢s de cincuenta que se pueden ver en la muestra.
El gran retratista del Reino Unido no aceptaba f¨¢cilmente encargos. Amante de su propia soledad ¡ªaunque no era extra?o verle beber en el Soho canalla del Londres de posguerra¡ª, se sent¨ªa m¨¢s atra¨ªdo por personajes comunes, por su propia familia (14 hijos tuvo) y sobre todo, por su propia y cambiante personalidad. Esparc¨ªa por su estudio todo tipo de espejos, en ¨¢ngulos imposibles, para descubrirse a s¨ª mismo en un gesto inesperado. Y la misma tortura que impon¨ªa a sus modelos, horas y horas de posturas retorcidas y est¨¢ticas, se la infling¨ªa a s¨ª mismo. "El aura que desprenden una persona o un objeto son tan parte de s¨ª mismos como su propia carne. Y el efecto que producen en el espacio que les rodea les pertenece tanto como su propio color u olor. El efecto que sobre el espacio pueden producir dos seres humanos distintos puede diferir tanto como el que producen una vela o una bombilla", explic¨® Freud en una de las raras ocasiones en las que acept¨® discutir y explicar su obra.
Los primeros autorretratos de la exposici¨®n son los de un joven absorto en la precisi¨®n del dibujo. Obras lineales y minuciosas, con la reflexi¨®n fr¨ªa y casi cient¨ªfica del surrealismo con el que flirte¨® antes de convencerse de que solo al copiar la realidad pod¨ªa crear algo con vida propia y distinta al modelo.?Habitaci¨®n de Hotel (1954) marca un punto de inflexi¨®n. El joven Freud en Par¨ªs, angustiado con la trayectoria de su carrera, su situaci¨®n econ¨®mica y un matrimonio que hace aguas, observa apoyado en el alf¨¦izar de la ventana a su mujer, Lady Caroline Blackwood, que yace en la cama. Por primera vez, el artista se retrata a s¨ª mismo de pie y en tensi¨®n. A partir de ese cuadro, su obra se volver¨¢ m¨¢s salvaje y expresiva. Abandonar¨¢ la minuciosidad desangelada para entregarse a una pintura febril (la transici¨®n recuerda a la de Goya y sus pinturas negras) y expresiva que le consagrar¨¢. Freud mira desde arriba su propio reflejo en un espejo del suelo; Freud se retrata sin concesiones con un ojo morado nada m¨¢s llegar al estudio, despu¨¦s de haberse emprendido a pu?etazos con un taxista londinense; Freud busca su propio reflejo tras las hojas de un enorme cactus que ocupa todo el primer plano del lienzo.?
Abandon¨® la minuciosidad desangelada de sus comienzos para entregarse a una pintura febril? y expresiva
El artista que aborrec¨ªa que le fotografiaran, y que lleg¨® a taparse la cara con la mano cuando pos¨® junto a la reina Isabel II (tambi¨¦n de ella pint¨® un retrato) fue el verdadero maestro de los selfies. Y entendi¨® que solo tienen valor cuando revelan en toda su complejidad al modelo, con el ¨²nico filtro de la honestidad. "Para lograrlo, debes intentar pintarte como si fueras una persona completamente diferente a ti", explic¨®. Nada tiene que ver el Freud de los primeros autorretratos con el tit¨¢n de los ¨²ltimos lienzos, y sin embargo, la exposici¨®n consigue sostener un hilo en las m¨¢s de 50 obras expuestas. Al final, el hombre que retrat¨® a m¨¢s de 160 personas, consum¨® su obra total al mostrarse como Rembrandt a s¨ª mismo, pero en su caso desnudo.
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