La derecha, con y sin nostalgia
Cruzar¨¦ los dedos para que el nauseabundo vozarr¨®n ideol¨®gico de Vox no siga produciendo la estruendosa indiferencia que todos pudimos sentir el d¨ªa del debate
1. Electoralismos
Cuando ustedes lean esto (si es que alguien, etc¨¦tera) ya habr¨¢ pasado todo, y todo habr¨¢ empezado de nuevo. Escribo en caliente ¡ªdesoyendo el consejo de Javier Pradera¡ª, todav¨ªa agitado tras el debate (¡°important¨ªsimo¡±, como machaca el histri¨®n de La Sexta) en el que los cuatro candidatos m¨¢s o menos dem¨®cratas dejaron decir a su verdadera y ¨²nica n¨¦mesis lo que le vino en gana, sin molestarse en poner freno dial¨¦ctico a sus mentiras ni a sus escalofriantes propuestas fascistoides. A derecha e izquierda, la falta de reflejos (cuando no la complacencia culposa) de los otros litigantes ante los disparates anticonstitucionales y revisionistas del de Vox me recordaba a aquella madre alemana que evocaba con lastimeras palabras a un hijo a quien consinti¨® demasiado: ¡°Camisa parda y botas altas,?/ hijo m¨ªo, te regal¨¦.?/ Mejor habr¨ªa sido ahorcarme?/ de haber sabido lo que s¨¦¡± (en Poemas y canciones, Bertolt Brecht, Alianza; versi¨®n de Jes¨²s L¨®pez Pacheco y Vicente Romano).
Porque ya no hay excusa: Abascal solt¨®, y bien clarito, lo que cree y lo que espera, y lo que ya sab¨ªamos/tem¨ªamos. Regresa, convenientemente aggiornata y presentada en educado envoltorio posfascista, la versi¨®n castiza de la peste pardo-negra-azulada de los a?os treinta (aqu¨ª dur¨® bastante m¨¢s) que, al parecer, nunca se fue del todo. El debate tambi¨¦n me sirvi¨® para constatar, asqueado, que, entre la izquierda (sea lo que sea lo que eso signifique ahora), las ambiciones y los empecinamientos de los l¨ªderes que dicen representarla no han dejado indemnes muchos puentes; m¨¢s bien precarios e inseguros tablones, como los que comunican las ventanas de las habitaciones de Oliveira y su amigo (y rival) Traveler en una cutre pensi¨®n de Buenos Aires (Rayuela, cap¨ªtulo 41, edici¨®n de la RAE / Alfaguara). Tengo que confesarles, ay, que segu¨ª el debate incluso sabiendo que no pod¨ªa ¡°cambiar el sentido de mi voto¡±, porque ya hab¨ªa votado: lo hice por correo, porque cuando este Sill¨®n de Orejas est¨¦ impreso, yo estar¨¦ todav¨ªa en Jap¨®n, adonde voy a desplazarme unos d¨ªas que aprovechar¨¦ para orientarme un poco. All¨ª, lejos, me enterar¨¦ de los resultados y cruzar¨¦ los dedos y acudir¨¦ a un santuario sinto¨ªsta para rogar que los n¨²meros salgan de una vez, para que los que pueden gobernar se metan sus egos donde les quepan, y para que el nauseabundo vozarr¨®n ideol¨®gico de Vox no siga produciendo entre los l¨ªderes dem¨®cratas la estruendosa indiferencia que todos pudimos sentir el d¨ªa del debate.
2. Camale¨®nica
Leo (y subrayo) con gusto el instructivo y oportuno ensayo hist¨®rico La estirpe del camale¨®n (Taurus), de Julio Gil Pecharrom¨¢n, una ¡°historia pol¨ªtica de la derecha en Espa?a¡± entre el 20 de abril de 1937 (decreto de unificaci¨®n de Falange y Requet¨¦s) y el 14 de marzo de 2004, cuando el Partido Popular perdi¨® unas elecciones que cre¨ªa seguras, a resultas de la indignaci¨®n y el esc¨¢ndalo suscitado por su catastr¨®fica gesti¨®n de los grav¨ªsimos atentados yihadistas del 11 del mismo mes, vi¨¦ndose obligado por las urnas a abandonar el poder tras ocho a?os al frente del Gobierno del Estado. Gil Pecharrom¨¢n, historiador especializado en la historia de las derechas y conspicuo bi¨®grafo de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, adopta para su investigaci¨®n el concepto de ¡°destrucci¨®n creativa¡±, creado por Sombart (bajo la influencia de Nietzsche) y popularizado en la ciencia econ¨®mica por Schumpeter, quien lo consideraba el ¡°hecho esencial del capitalismo¡±.
As¨ª, del mismo modo que los mercados y las empresas se renuevan (auto)destruy¨¦ndose para adaptarse a las nuevas l¨ªneas de negocio, la derecha espa?ola siempre habr¨ªa evolucionado disolviendo aquellas de sus organizaciones que resultaban disfuncionales y reciclando camale¨®nicamente a su militancia y sus votantes en otras mejor adaptadas ¡°a las nuevas condiciones del mercado pol¨ªtico¡±. De este modo, el actual Partido Popular podr¨ªa considerarse, digamos, el ¨²ltimo (por ahora: ya veremos) avatar de un proceso en el que antes se puede rastrear al Movimiento Nacional, a la UCD y a Alianza Popular.
El autor estudia cronol¨®gicamente las etapas, giros y adaptaciones de ese continuum pol¨ªtico siguiendo sus cambios a lo largo de cuatro generaciones: la de la Guerra Civil (b¨¢sicamente, los franquistas); la ¡°intermedia¡±, formada en los cincuenta y en el poder a partir de los sesenta; la ¡°del Pr¨ªncipe¡±, los ¡°reformistas¡± que terminaron por dinamitar las estructuras del Movimiento, y la de la Transici¨®n, que culmin¨® con el Partido Popular obteniendo la mayor¨ªa absoluta en 2000 y convirti¨¦ndose en la fuerza hegem¨®nica de la derecha durante la era del apogeo del bipartidismo. Un estudio bien investigado, y a la vez ameno y sint¨¦tico, acerca de la camale¨®nica derecha espa?ola, en el que, sin embargo, se echa de menos una mayor atenci¨®n a sus v¨ªnculos y relaciones con los llamados nacionalismos (y soberanismos) ¡°perif¨¦ricos¡±.
3. Nostalgias
Tal vez, como pensaba Nietzsche, una de las condiciones de la felicidad resida en el olvido. Al fin y al cabo, los insomnes sabemos que la memoria puede ser una trampa viscosa: ah¨ª tienen, por ejemplo, al pobre Funes el memorioso (Borges; Ficciones, 1944), abrumado por su infinita memoria. Y, ya en la ¡°realidad¡±, tampoco parece que fuera muy feliz el mnemonista Solom¨®n Shereshevski, a quien Alexander Luria consagr¨® su maravilloso Peque?o libro de una gran memoria (KRK). Y, sin embargo, nos empe?amos en recordar, a menudo bajo la coartada de la nostalgia. La Espa?a del Seiscientos (Catarata), de Montserrat Hughet, es un libro de lectura f¨¢cil y perspicaz sobre la, digamos, educaci¨®n sentimental, moral y pol¨ªtica de la generaci¨®n de los baby boomers espa?oles. Me ha divertido (a ratos) recordar la superficie de aquellos a?os que nos moldearon, entre la apabullante grisura dictatorial y la parva esperanza de que aquello terminara de una pu?etera vez.
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