Aves con oro y collares, la ofrenda hallada en el Templo Mayor de M¨¦xico a la espera de los l¨ªderes aztecas
Los arque¨®logos analizan los restos de dos aves de presa vestidas con joyas, mientras prosigue la b¨²squeda de los emperadores mexica
Primero fue un lobo, un animal de ocho meses enterrado junto a 22 piezas de oro. Luego una hembra de jaguar vestida de guerrero, con un anahuatl (anillo de las deidades) de madera, en una de sus garras y un lanzadardos. Y ahora dos aves de presa, al parecer dos halcones, ambos con anahuatl de oro y collares, uno con una lanza del preciado metal, fino como el papel de Biblia, otro con una especie de escudo adem¨¢s de otras insignias. Las dos aves, descubiertas a principio de mes, son las protagonistas de la ¨²ltima ofrenda hallada en la base del Templo Mayor de la vieja Tenochtitlan, en M¨¦xico, un escal¨®n m¨¢s en el camino a la gloria de los arque¨®logos, que poco a poco se acercan a su objetivo final: los restos de los emperadores mexica (nombre que se daban los aztecas a s¨ª mismos).
Consagradas al dios azteca de la guerra, Huitzilopochtli, las tres ofrendas han aparecido en la misma l¨ªnea, la recta imaginaria que corta en dos un edificio aleda?o al Templo Mayor, una enorme plataforma circular de 16 metros de di¨¢metro y m¨¢s de dos de altura conocida como Cuauhxicalco. La ¨²ltima, la de los halcones, figura justo en el centro de la plataforma, encajada entre piedras, cerca de la superficie. Son raras las ofrendas con animales vestidos. De las m¨¢s de 200 estudiadas en m¨¢s de 40 a?os de excavaciones, solo 28 conten¨ªan animales ataviados con ornamentos e insignias: 12 ¨¢guilas reales, siete lobos, siete pumas y dos jaguares. Los dos halcones se a?aden ahora a esta selecta lista.
Saltando entre tablones de madera colocados como pasarelas entre las ¨¢reas de excavaci¨®n, el director del proyecto Templo Mayor, Leonardo L¨®pez Luj¨¢n, explica a EL PA?S que "la riqueza y variedad de estas tres ofrendas son excepcionales, la muestra de un tiempo de globalizaci¨®n en el que se importaban animales y objetos de todos los confines del imperio mexica y m¨¢s all¨¢, a cientos de kil¨®metros".
L¨®pez Luj¨¢n habla del periodo de mayor esplendor del imperio, la segunda mitad del siglo XV y los primeros 19 a?os del XVI ¡ªmomento en que llegaron los espa?oles¡ª, cuando los aztecas dominaban buena parte del centro de lo que hoy es M¨¦xico, el norte y el sur. No son solo los animales y el oro de las ofrendas. Los restos de corales de ambos oc¨¦anos, las conchas madreperla, las estrellas de mar, los peces globo y las caracolas apuntan a delicados procesos de recolecci¨®n. A cuidados ejercicios de comunicaci¨®n supraterrenal.
Adem¨¢s de ilustrar el poder¨ªo de los mexica, la riqueza de las ofrendas podr¨ªa indicar la inminencia del gran descubrimiento. Con la boca peque?a, sin generar demasiadas expectativas, L¨®pez Luj¨¢n y su antecesor en el proyecto Templo Mayor, Eduardo Matos Moctezuma, llevan a?os sugiriendo que los restos de Ahu¨ªtzotl, Axay¨¢catl o T¨ªzoc, predecesores de Moctezuma Xocoyotzin, podr¨ªan estar enterrados ah¨ª. "Cronistas como Bernal D¨ªaz del Castillo o fray Diego Dur¨¢n mencionan que los mexica enterraban a sus gobernantes en el Cuauhxicalco", apunta L¨®pez Luj¨¢n.
En todo caso, el camino ser¨¢ largo. Practicar arqueolog¨ªa en el Templo Mayor ¡ªen cualquier parte, en realidad¡ª es lento, necesariamente lento. Cada ofrenda toma meses, incluso a?os de an¨¢lisis. La de los halcones empezaron a trabajarla en enero de este a?o y es poco probable que terminen antes de las vacaciones de Navidad.
Alejandra Aguirre, que ha estado a cargo de la excavaci¨®n, explica que para llegar de la primera capa de sedimentos a la ¨²ltima, donde encontraron finalmente a los halcones, han tenido que vestirse ¡ªotra vez¡ª de expertos cirujanos: pulso firme, rastrillo y pinceles. Primero apareci¨® una capa de grandes barras de copal, luego varias de corales, conchas y dem¨¢s organismos marinos, luego otra de caracolas Strombus, grandes como papayas, y por fin, al fondo, las dos aves de presa vestidas de oro, junto a los espinazos de varias serpientes y el esqueleto de un peque?o tibur¨®n.
Pasar de una capa a otra, explicaba esta semana otro de los arque¨®logos encargados de la excavaci¨®n, Antonio Mar¨ªn, es casi casi como embarcarse en una mudanza a escala micro. Todo debe ser retirado y empaquetado con el mayor de los cuidados. ?500 a?os de reposo y quietud para ir ahora con prisas!
Aunque no hay piedra que carezca de inter¨¦s para los arque¨®logos, el nudo de esta aventura llegar¨¢ en un tiempo, tambi¨¦n el desenlace. Las ofrendas, el oro y las aves son solo el pre¨¢mbulo. La historia empezar¨¢ cuando los investigadores profundicen en el Cuauhxicalco, cuando bajen un escal¨®n en sus m¨¢s de dos metros de profundidad. L¨®pez Luj¨¢n compara el edificio con un camembert gigante. "Estamos en el mero centro del camembert Cuauhxicalco", dice, divertido. "Y quiz¨¢s este es el lugar, pero m¨¢s abajo".
Babelia
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