Un ¡®seiscientos¡¯ en el ¡®living¡¯
Emoci¨®n y humor son las claves de 'La dona del 600', una comedia escrita y dirigida por Pere Riera, con trabajos fin¨ªsimos de todo el reparto
El t¨ªtulo de la funci¨®n me trae ecos de comedia italiana o, para abreviar, aquello que antes se llamaba ¡°costumbrista¡±. Lo que no deja de ser redundante: si est¨¢ bien hecha, la comedia siempre refleja costumbres. Con verdad y naturalidad; con un preciso equilibrio entre humor y emoci¨®n. Si Pere Riera no hubiera hecho Barcelona (2013), que repiti¨® jugada en el TNC y el Goya, o Inf¨¤mia (2017), otro gol en La Villarroel (y su obra que prefiero), hubiera dejado La dona del 600 para un poco m¨¢s adelante. Y si no tuviera ese reparto, tambi¨¦n me dar¨ªa un poco de pereza, porque estoy lleno de prejuicios, y uno de ellos fue pensar (brevemente) que con ese t¨ªtulo y ese color de peladilla pod¨ªa tener una sobredosis de nostalgia sesentera.
La dona del 600 es una obra pensada para gustar, con personajes muy bien dibujados y tramas que a ratos pegan alg¨²n patinazo, pero rica en observaci¨®n, con di¨¢logos vivos y fluidos. Predomina un humor suave, tierno, pero que sabe pasar a la amargura cuando la escena lo requiere. Volviendo a la nostalgia, me la imagino en el Romea ¡°de entonces¡±, con una compa?¨ªa encabezada por Pau Garsaball y Merc¨¨ Bruquetas. Se llama La dona del 600 porque ese cochecito fue un regalo de Tom¨¤s a Carme, que lo condujo durante m¨¢s de 40 a?os. Y ahora se acerca a un Taj Mahal de bolsillo, ya ver¨¢n por qu¨¦. Jordi Banacolocha es Tom¨¤s, un jubilado de la Pegaso. Ya estaba, por cierto (y estupendo), como el abuelo de Barcelona. Es un actor natural¨ªsimo y enigm¨¢tico: tengo la impresi¨®n de que parec¨ªa mayor cuando empez¨®, y ahora me resulta casi m¨¢s joven que en aquellos d¨ªas. Es, edades aparte, de la familia de su tocayo Jordi Bosch: tambi¨¦n exhala bondad. C¨®mo controla la cercana p¨¦rdida de su mujer es una lecci¨®n interpretativa.
Carme, la madre, es Merc¨¨ Sampietro, una actriz a la que siempre me apetece ver. Tiene encanto desde que se invent¨® y una voz modulad¨ªsima. Tarda en salir a escena en esta comedia, pero cuando sale no la olvidas. Y su personaje va creciendo frase a frase. ?Se merece m¨¢s papel? Desde luego, pero aunque solo tuviera cinco minutos, los clavar¨ªa. Y el di¨¢logo capital entre madre e hijas te emociona a lo grande.
Montse y Pilar no pueden ser m¨¢s distintas y viven de maneras enfrentadas el duelo por la muerte de la madre. ?ngels Gonyalons es Montse, m¨¦dica sin fronteras, llena de humor y de fuerza, capaz de ir al otro lado del mundo en un pisp¨¢s (Burkina Faso, concretamente) si requieren su ayuda. Gonyalons est¨¢ sensacional. A veces la vimos un tanto malgastada en papeles que no estaban a su altura. Su Montse es uno de los mejores trabajos que le he visto. Rosa Vila es Pilar, la hermana mayor. Otra actriz que toca una gran variedad de teclas. Lo primero que me vuelve a la cabeza son sus trabajos recientes con Pasqual, donde pasaba de Els fer¨¦stecs a La casa de Bernarda Alba. Aqu¨ª pecha con un papel agrio y bichuno. Es una funcionaria tiesa y cargada de pu?etas: desde luego, no sale ni a su padre ni a su madre, pero vamos adivinando (gracias a la escritura y direcci¨®n y a su trabajo actoral) de d¨®nde viene esa mala leche sard¨®nica que roza lo feroz.
Pep Planas (que tambi¨¦n estaba en Barcelona) es Manel, el yerno de Tom¨¤s, con el que tiene una relaci¨®n casi filial. Est¨¢ en la edad en que comienzan a estancarse las posibilidades de cumplir antiguas esperanzas, y Riera cuenta esa frustraci¨®n muy sutilmente, sin acritud. La escena, en flashback, de la separaci¨®n est¨¢ muy bien montada; quiz¨¢s un poco demasiado larga. ?Qu¨¦ le falta (o qu¨¦ le sobra) a La dona del 600? Tiene contradicciones, como en la vida. Hay di¨¢logos que se alargan un tanto, o as¨ª me lo pareci¨®: la escena del pinchazo en el coche. Pero tambi¨¦n puede ser que ese pasaje siga una estrategia chejoviana: parece que no sucede nada, el agua va calent¨¢ndose sin que lo parezca, y su clausura es absolutamente impecable. Echo de menos, en cambio, algo m¨¢s de desarrollo en el personaje de Pep Planas. Me gusta c¨®mo van surgiendo los agridulces secretos de familia: los meses que lleva Pilar sin ver a su padre o el hallazgo de la libretita de cuero. Me gusta la gran fluidez de la puesta de Riera, con esos di¨¢logos, que alternan con Chejov, s¨ª, pero tambi¨¦n con Neil Simon, y confluyen ambos en una escena que no podr¨ªa estar mejor concebida y servida: el mano a mano entre Carme y Tom¨¤s tras la visita nocturna que no se puede revelar, en un tercio final que te llega al coraz¨®n.
La dona del 600. Texto y direcci¨®n: Pere Riera. Teatro Goya. Barcelona. Hasta el 15 de diciembre.
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