¡®Erebus¡¯, el barco del infierno atrapado por el hielo
Un libro del miembro de Monty Python, escritor y viajero Michael Palin resigue las aventuras del nav¨ªo y de su compa?ero ¡®Terror¡¯ desaparecidos con la expedici¨®n de Franklin y hallados recientemente bajo el mar en el ?rtico
Han llegado en perfecta sinton¨ªa con el fr¨ªo una pel¨ªcula sobre Roald Amundsen, el conquistador en 1911 del Polo Sur (35 d¨ªas antes de que llegara Scott, ?rabia, Britania!), y un libro sobre el HMS Erebus, el c¨¦lebre barco que con su compa?ero ligeramente m¨¢s peque?o HMS Terror exploraron la Ant¨¢rtida para desaparecer luego en el ?rtico con la malhadada expedici¨®n Franklin en 1845 y ser hallados, bajo el agua, 170 a?os despu¨¦s (en 2014 y 2016 respectivamente). Amundsen y los dos barcos est¨¢n unidos no solo por los polos sino porque fue el explorador noruego el que finalmente ¨Ca bordo de otro barco famoso, el Gjoa- al que yo mismo me he subido sin riesgo en el Museo del Fram en Oslo, donde se exhibe-, logr¨® recorrer el primero, en 1911, el paso del Noroeste, la misi¨®n que ten¨ªan encomendada el Erebus y el Terror en su ¨²ltima singladura.
Del filme sobre Amundsen de Espen Sandberg (que ya recre¨® en 2012, con estilo, la aventura de la Kon- Tiki), ya hablaremos cuando bajen algo m¨¢s las temperaturas y pueda ir al cine como toca: con mi trineo, mi equipamiento polar y compa?eros que hagan de Bjaaland, Hanssen, Hassel y Wisting (es m¨¢s dif¨ªcil reclutar seguidores para Amundsen que para Jocker). En cuanto al libro sobre el Erebus lo he disfrutado much¨ªsimo ley¨¦ndolo el fin de semana mientras cortaba le?a para alimentar la chimenea en mi casa en la monta?a mirando alrededor por si aparec¨ªa un oso blanco o una morsa cabreada y pregunt¨¢ndome si el constipado no ser¨ªa en realidad un primer s¨ªntoma de escorbuto.
Del Erebus y el Terror -desde luego vaya nombres para incitarte a embarcar: no te subes si no eres Arthur Gordom Pym o el viejo marinero de Coleridge- ya hab¨ªa le¨ªdo muchas cosas en diversos libros sobre las expediciones polares y en el muy gr¨¢fico Franklin¡¯s lost ship, the historic Discovery of HMS Erebus, de John Geiger y Alanna Mitchell (Harper Collins, 2015), que documenta con pelos y se?ales el hallazgo del buque insignia de Franklin y al que le tengo mucho cari?o porque lo compr¨¦ un fr¨ªo invierno en Canad¨¢ y a¨²n parece que se est¨¦ descongelando. Pero este Erebus, historia de un barco (?tico de los libros, 2019), tiene la gracia de que es una verdadera e ins¨®lita biograf¨ªa completa del barco, desde el instante mismo de su concepci¨®n y nacimiento (botadura) hasta su resurrecci¨®n al descubrirlo tras permanecer m¨¢s de un siglo y medio conservado en el l¨ªquido amni¨®tico de la leyenda ¨¢rtica.
La (mala) suerte de la ¨²ltima expedici¨®n de John Franklin, la mayor tragedia polar, en la que desaparecieron los dos barcos, 129 hombres y un mono (Jacko), ha oscurecido, subraya Palin, las aventuras anteriores de los dos barcos.
Erebus, el libro, viene a devolverle protagonismo al buque insignia de Franklin tras la serie hist¨®rico-fant¨¢stica El Terror, basada en la novela del mismo t¨ªtulo de Dan Simmons, m¨¢s centrada en el barco de ese nombre que mandaba el segundo de la expedici¨®n Franklin, el tan buen marino como -por lo visto- desastroso amante Francis Crozier. Ten¨ªa dudas sobre el autor, que es nada menos que Michael Palin (1943), rutilante miembro de los Monty Python y al que es imposible no recordar en papeles tan sonados como el Poncio Pilatos de La vida de Brian, el Gallahad de Los caballeros de la mesa cuadrada o el tartamudo y desgraciado asesino animalista Ken de Un pez llamado Wanda. Me preocupaba especialmente el nombre de Palin unido a la aventura polar al rememorar aquel famoso sketch de Monty Python's flying circus en el que ¨¦l encarna al capit¨¢n (en su caso teniente) Scott en el supuesto rodaje de un remake de la ¨¦pica Scott de la Ant¨¢rtida en una playa en Devonshire pintada de blanco al efecto, con Terry Jones haciendo de Oates y la aparici¨®n por razones contractuales de un le¨®n.
En realidad, el libro es estupendo, y muy erudito, con alguna inevitable y muy bienvenida muestra del sentido del humor de Palin (las medias del bot¨¢nico Hooker, Billy la cabra del Erebus aficionada al oporto o el baile de Crozier con Ross travestido), que aqu¨ª es en general el otro Palin, el Palin viajero, escritor y presentador de programas de televisi¨®n, que curs¨® estudios de historia en Oxford y que fue presidente de la Royal Geographic Society, nada menos. Fan confeso de las aventuras de la Marina brit¨¢nica, de Hornblower a Patrick O¡¯Brian pasando por Mar cruel y Above us the waves, Palin se sinti¨® impulsado a escribir del Erebus al saber que lo hab¨ªan hallado. Su libro est¨¢ basado en una exhaustiva documentaci¨®n y en la experiencia personal de haber visitado, tratando de captar el spirit of the place, algunos de los lugares en los que el barco recal¨® (Tasmania, las Malvinas, Ascensi¨®n, el proipio ?rtico...-, incluidos varios muy pero que muy fr¨ªos.
El Erebus, que entr¨® en servicio en 1823, no era un barco gr¨¢cil, un cisne de los mares: era una bombarda, un nav¨ªo feo y robusto dise?ado para portar grandes morteros de enorme capacidad destructiva. De ah¨ª que esa clase de barcos llevaran nombres tan tremendos como Infernal, Fury, Etna, o los propios Terror y Erebus, en referencia al dios de las sombras griego ?rebo, que dio nombre a toda una parte del Hades, el infierno. La vida b¨¦lica del Erebus, que se limit¨® a pasear la bandera por el Mediterr¨¢neo, no tuvo ninguna gloria y no fue sino hasta que lo reclutaron para servir como barco de exploraci¨®n polar que comenz¨® su carrera a la fama. La (mala) suerte de la ¨²ltima expedici¨®n de John Franklin, la mayor tragedia polar, en la que desaparecieron los dos barcos, 129 hombres (las dos tripulaciones enteras, los 67 marinos del Erebus y los 62 del Terror) y un mono (Jacko), ha oscurecido, subraya Palin, las aventuras anteriores de los dos barcos. Reacondicionados para su uso en mares polares, el gran explorador James Clark Ross, ¡°el hombre m¨¢s atractivo de la Marina brit¨¢nica¡± se los llev¨® en sus tres expediciones consecutivas a la Ant¨¢rtida, conduci¨¦ndolos m¨¢s al sur de lo que nadie se hab¨ªa adentrado hasta entonces, y obteniendo pruebas irrefutables del continente blanco.
Palin subraya que el Erebus y el Terror ?navegaban ¨²nicamente a vela!, lo que significaba pr¨¢cticamente un suicidio para adentrarse en la banquisa. Hasta Shackleton y el Nimrod (1907-1909), nadie se acercar¨ªa m¨¢s al polo sur que ellos. Amundsen elogi¨® los logros y el comportamiento de la expedici¨®n y los dos barcos (¡°aut¨¦nticas ba?eras¡±) en un pasaje de El polo sur. En 1841 descubrieron un volc¨¢n activo, al que bautizaron con el nombre del buque insignia, mientras que a otro a su lado, extinto, le pusieron Terror. El autor, por cierto, recuerda que en 1979 el volc¨¢n Erebus hizo honor a su nombre infernal cuando se estrell¨® contra ¨¦l el vuelo 901 de Air New Zeland y fallecieron 250 personas.
Palin tiene un pulso sensacional para la an¨¦cdota (como cuando describe la fiesta de nochevieja de 1841 de Ross y los suyos en la Ant¨¢rtida desde el punto de vista de un ping¨¹ino) y tambi¨¦n para relatarr momentos de inmenso dramatismo, como la ocasi¨®n en que una tormenta hace ejecutar una danza mortal, con colisi¨®n, al Erebus, el Terror y un inmenso iceberg.
Tras labrarse una formidable reputaci¨®n como barcos resistentes al hielo, los dos barcos, de vuelta en Gran Breta?a, fueron reacondicionados (se les a?adi¨® propulsi¨®n a vapor con motores de locomotora) para su gran ordal¨ªa hist¨®rica: la expedici¨®n Franklin. Palin advierte que pese a contar con la tecnolog¨ªa mar¨ªtima m¨¢s avanzada de la ¨¦poca solo daban una potencia de 25 caballos, comparados con los 30.000 de un rompehielos actual. Contaban, eso s¨ª, con sendas bibliotecas de rechupete, con todos los bestsellers de Dickens y El vicario de Wakefield, de Goldsmith, por lo visto el hit de la literatura polar, pues fue el ¨²nico que se llevaron de los barcos los miserables supervivientes que trataron de volver a pie tras quedar atrapados los nav¨ªos en el hielo.
Palin analiza a fondo la ¨²ltima expedici¨®n de John Franklin y plantea todos los enigmas que ha dejado sin hacer elucubraciones gratuitas, ci?¨¦ndose a la documentaci¨®n existente y al rosario de pruebas que han ido apareciendo. Brit¨¢nico al fin, pasa un poco de puntillas lo del canibalismo para mi gusto (!) y nos deja algo ante portas en el descubrimiento de los pecios. Es natural, porque el libro est¨¢ publicado originalmente en 2018, con informaci¨®n l¨®gicamente anterior, y van pasando cosas continuamente en el estudio de los barcos sumergidos.
El hallazgo en el Estrecho Victoria, junto a la pen¨ªnsula de Adelaida, del Erebus primero y luego en Bah¨ªa Terror, en la costa de la isla del rey Guillermo, del Terror, considerados el Grial de las exploraciones polares, fue algo tan gordo para los amantes de la aventura helada, como lo de Tutankam¨®n. Tambi¨¦n aqu¨ª hace falta paciencia: la arqueolog¨ªa moderna es obsesivamente meticulosa y lenta y los barcos est¨¢n bastante a desmano en el ?rtico canadiense e inuit bajo un agua que se congela buena parte del a?o y entonces los buceadores han de acceder haciendo un agujero en el hielo. El lado bueno es que est¨¢n bien preservados y guardan ¨Cadem¨¢s de lo ya extra¨ªdo, como una campana, un ca?¨®n, platos, - muchas sorpresas. Seguramente hallaremos (y perd¨®n por el entusi¨¢stico plural) informaci¨®n nueva que arroje luz sobre los misterios que a¨²n rodean la p¨¦rdida de la expedici¨®n. Se ha especulado incluso con que en la bodega del Erebus se conserve un sarc¨®fago herm¨¦tico (para haberlo repatriado a Inglaterra) con el cuerpo del propio Franklin, del que sabemos gracias a algunos mensajes dejados en tierra por los expedicionarios que muri¨® antes que la mayor¨ªa (el 11 de junio de 1847) y previo el abandono de los barcos atrapados en el hielo. Aunque lo m¨¢s probable es que lo enterraran en el mar o en tierra (la tumba del capit¨¢n es otro de los grandes enigmas de la arqueolog¨ªa polar, y de la arqueolog¨ªa a secas).
Palin apunta que parte de los que se marcharon a pie de los barcos puede que regresaran. Descarta las hip¨®tesis de envenenamiento general de las tripulaciones por latas con comida en mal estado o a causa de las soldaduras con plomo de las mismas y se inclina m¨¢s por el ramillete cl¨¢sico de dolencias polares que aquejaban a los expedicionarios en el hielo, sobre todo el escorbuto. Destaca los testimonios hist¨®ricos de los inuit (esquimales) como fundamentales para la investigaci¨®n (a ellos se debe haber encontrado los barcos) y menciona algo tan curioso como que las pruebas de ADN a algunos de los huesos de los expedicionarios de Franklin hallados en estos 170 a?os indican que se trata de mujeres europeas, lo que podr¨ªa significar que iban algunas disfrazadas de marineros,pr¨¢ctica no inusual en la ¨¦poca.
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