M¨¢s peste

No tengo elementos de juicio sobre las infinitas series espa?olas de las televisiones generalistas que a lo largo de la historia han seguido con gozoso entretenimiento e incluso con pasi¨®n un p¨²blico masivo. Con ver un cap¨ªtulo, o incluso menos, ya quedaba vacunado contra su hechizo. Es posible que mejoraran, pero me faltaba paciencia para comprobarlo. No es mi rollo. Cada uno se divierte como quiere o como puede.

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Su Majestad ¡®The Crown¡¯

Realista, complejo, admirable Scorsese

En los ¨²ltimos tiempos me interes¨® la m¨¢s que digna Fari?a. Y antes, Canal+ hizo una notable adaptaci¨®n de Crematorio, la inolvidable novela del llorado Chirbes. Movistar est¨¢ produciendo series espa?olas de calidad. Tambi¨¦n otras con dudoso o nulo encanto. Me fascin¨® la primera temporada de La peste. Por sombr¨ªa, por misteriosa, por sucia, por tener que esforzar la mirada y el o¨ªdo para adentrarse en el s¨®rdido universo de Sevilla a finales del siglo XVI. Me envolvi¨® su clima, me provoc¨® desasosiego. Tambi¨¦n miedo.

Imagino que su falta de concesiones, su oscuridad, su naturalismo, le rest¨® parte del p¨²blico. La inventaron el excelente director Alberto Rodr¨ªguez y Rafael Cobos, al que no conoc¨ªa. El primero dirige los dos episodios iniciales de la segunda temporada. Y luego desaparece. El resto est¨¢n bien, solo eso. Me resultan previsibles. Han cambiado el tono l¨®brego de la temporada anterior por una luminosidad m¨¢s f¨¢cil de seguir. La protagoniza el hampa organizado, la Gardu?a, al servicio subterr¨¢neo de los de siempre, el poder institucional y pol¨ªtico. Si este finalmente es indestructible, los buenos (o medio buenos) intentar¨¢n salvar del deg¨¹ello a las esclavizadas putas, enviarlas al Nuevo Mundo. Y disfruto, c¨®mo no, cada vez que aparecen actores tan veraces como Jes¨²s Carroza, Manuel Mor¨®n, Luis Callejo.