C¨®micos y otros par¨¢sitos
La mayor parte de los actores y actrices, esa fr¨ªvola fraternidad de extremistas privilegiados, resulta que viven de milagro
El talento m¨¢ximo del populista est¨¢ en encontrar el enemigo adecuado: ha de ser un enemigo sobre el que puedan volcarse al mismo tiempo las quejas m¨¢s o menos justas y los instintos agresivos m¨¢s viscerales; y tambi¨¦n un enemigo tan d¨¦bil que no pueda defenderse, y hacia el que sea f¨¢cil no sentir solidaridad, por su extranjer¨ªa o por su diferencia. Otra ventaja de un enemigo as¨ª es que distrae la atenci¨®n sobre los verdaderos responsables de las desgracias ciertas o imaginarias que se sufren. El populismo en Espa?a parece una cosa reciente, pero ya exist¨ªa y era cultivado con ¨¦xito y sin ning¨²n escr¨²pulo hace muchos a?os, y lo ejerc¨ªan no esos nuevos partidos que han tardado tan poco en imitar los peores vicios de los viejos, sino aquellos mismos a los que se atribuye una cierta severidad institucional.
Una cr¨®nica reciente de Raquel Vidales y Gregorio Belinch¨®n sobre la precariedad laboral de los actores me ha hecho acordarme de los a?os en los que el Partido Popular, el gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y todos sus medios afines decidieron se?alar como enemigos a los miembros de esta profesi¨®n. El populista necesita un enemigo que parezca por alg¨²n motivo forastero, diferente, extra?o. Los actores han sido f¨¢ciles de se?alar desde hace siglos porque se dedican a un trabajo que parece un juego, porque llevan vidas irregulares, errantes, incluso puede que inmorales.
Los actores han sido f¨¢ciles de se?alar desde hace siglos porque se dedican a un trabajo que parece un juego, porque llevan vidas irregulares, errantes, incluso puede que inmorales
En ¨¦pocas de grandes corruptelas y despilfarros de dinero p¨²blico, la derecha espa?ola concentr¨® una parte de activismo populista en denunciar las subvenciones al cine y al teatro, difundiendo la idea de que actores y directores eran todos unos pijos par¨¢sitos que viv¨ªan a costa de los impuestos de la ciudadan¨ªa honrada. El sarcasmo de los columnistas biliosos se convirti¨® en abierta agresi¨®n cuando una gran parte de los actores y los directores y la gente del teatro y de las artes manifestaron su protesta contra la invasi¨®n de Irak en 2003, y contra una participaci¨®n espa?ola en la que el entonces presidente Aznar se las arregl¨® para conjugar la infamia y el rid¨ªculo. Los del cine eran unos privilegiados que viv¨ªan en mansiones espl¨¦ndidas gracias a las subvenciones, porque sus pel¨ªculas no iba nadie a verlas, y que adem¨¢s se permit¨ªan el capricho de hacerse los pacifistas y los radicales.
La revancha no se hizo esperar. Las ayudas p¨²blicas al cine y al teatro son irrisorias en Espa?a, por comparaci¨®n con otros pa¨ªses, y la crisis econ¨®mica agrav¨® muy pronto esa penuria. Pero adem¨¢s empez¨® un acoso menos visible, pero m¨¢s eficaz, que fue el de la persecuci¨®n fiscal. Hay un acuerdo de que el fraude fiscal en Espa?a es muy alto, y que cuanto m¨¢s dinero y m¨¢s poder se tiene es m¨¢s f¨¢cil eludir los impuestos. Actores, actrices, directores de cine y de escena, cantantes, escritores: todo el que tuviera algo que ver con la interpretaci¨®n, las tareas creativas e intelectuales, empez¨® a ser sometido a un escrutinio que probablemente habr¨ªa sido m¨¢s necesario, y m¨¢s rentable, si se hubiera concentrado en magnates del narcotr¨¢fico o de las finanzas. Atacar a un enemigo imaginario y adem¨¢s d¨¦bil y aislado es mucho m¨¢s c¨®modo que hacer frente a un poderoso. Y adem¨¢s se cuenta con la tranquilidad de que los abusos que se cometan contra ¨¦l no van a despertar simpat¨ªa. El actor Javier Guti¨¦rrez dec¨ªa hace poco abiertamente lo que en esa profesi¨®n es un secreto a voces: ¡°Algunos compa?eros lo han perdido todo¡±. Ampar¨¢ndose en la confusi¨®n, la ambig¨¹edad, los cambios caprichosos de normativa, el antiguo ministro de Hacienda Crist¨®bal Montoro alent¨® una campa?a de persecuci¨®n fiscal contra los miembros de esa profesi¨®n a los que su partido, su gobierno y su opini¨®n p¨²blica llevan muchos a?os se?alando como enemigos. En Espa?a un futbolista puede estafar muchos millones en impuestos y como tiene los mejores abogados dif¨ªcilmente pagar¨¢ de acuerdo con la escala de su delito. Adem¨¢s es muy posible que los aficionados de su equipo, y el p¨²blico en general, se pongan de su parte. Ni el actor mejor pagado, ni el director de m¨¢s ¨¦xito, ganar¨¢n nunca en Espa?a m¨¢s que una fracci¨®n de lo que se lleva un deportista c¨¦lebre, ni tendr¨¢ medios parecidos para defenderse. Y si sufre una injusticia, y es condenado con una severidad que los defraudadores verdaderos nunca sufren, procurar¨¢ esconderla, y no alzar la voz, ni llamar la atenci¨®n: porque mucha gente lo considerar¨¢ culpable, y hasta se regocijar¨¢ en su desgracia. En los peri¨®dicos, incluso en alguno serio, se informa con la misma alegr¨ªa de las desdichas fiscales de un actor o de una actriz como de la mala suerte de alg¨²n otro que disfrut¨® del ¨¦xito hace unos a?os y ahora trabaja de dependiente en una tienda.
La cr¨®nica de Vidales y Belinch¨®n pone tristemente las cosas en su sitio. La mayor parte de esa fr¨ªvola fraternidad de extremistas privilegiados que se daban la gran vida a costa del dinero p¨²blico resulta que viven de milagro. Por cada actor que mal que bien llega a fin de mes hay cincuenta que no pueden. La mitad de los actores que logran alg¨²n trabajo cobra menos de tres mil euros al a?o. Los actores hacen cualquier cosa para sobrevivir. Dan clases de yoga, venden seguros a comisi¨®n por tel¨¦fono. Cuanto mayores se hacen menos posibilidades de trabajo se les presentan. Carlos Olalla, que tiene sesenta y un a?os, cuenta que la multiplicaci¨®n de los rodajes de series ha creado m¨¢s puestos de trabajo, pero solo para actores j¨®venes o muy j¨®venes, y que tengan el mayor n¨²mero posible de seguidores en las redes sociales. ?ste es el futuro glorioso que iban a depararnos las nuevas tecnolog¨ªas. Para las actrices que cumplen a?os es todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil. Los papeles de profesor, de m¨¦dico, de magistrado veterano, son sobre todo para hombres. Carlos Olalla, cuando ya no pod¨ªa pagar ni el alquiler, se dedic¨® a recitar poemas por los vagones del metro de Madrid. Hace no tantos a?os, el populismo de derechas y el populismo de izquierdas se un¨ªan felizmente para denigrar a las personas, actores, m¨²sicos, cineastas, escritores, que aspiraban a recibir una compensaci¨®n por su trabajo, no una renta ni una limosna, sino un pago equivalente, por ejemplo, al que recibe un fontanero de la persona que lo ha llamado para remediar una aver¨ªa. Deber¨¢n felicitarse los unos y los otros al ver que ahora, en los oficios relacionados con la imaginaci¨®n y las artes, empieza reinar una precariedad parecida a la del reparto de comida a domicilio.
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