El pecado de la delaci¨®n

El d¨ªa del funeral por Calogero Vizzini, Don Cal¨°, una esquela en la puerta de la iglesia rezaba as¨ª: ¡°Sabio, din¨¢mico, incansable, fue benefactor de los trabajadores de la tierra [¡­]. Siempre hizo el bien, por lo que se gan¨® la reputaci¨®n en Italia y el extranjero. Grande ante la persecuci¨®n, a¨²n m¨¢s grande ante la adversidad [¡­], fue un caballero¡±. Corr¨ªa el a?o 1954 y al entierro acudieron miles de campesinos.

En una secuencia de El traidor, excelente pel¨ªcula de Marco Bellocchio sobre la mafia siciliana, el juez Giovanni Falcone, posteriormente asesinado, habla con el pentito (informante arrepentido) Tommaso Buscetta, protagonista del relato. Directo y vehemente, pero siempre tranquilo, el hist¨®rico magistrado se harta de las insinuaciones sociales y morales de su interlocutor, que habla de la tradicional nobleza de la Cosa Nostra, estropeada por los nuevos tiempos, d¨¦cada de los ochenta, que hab¨ªan acabado con su antigua honorabilidad. Y es en esa interesant¨ªsima dicotom¨ªa, la de los viejos y los nuevos tiempos, la falsa sensaci¨®n de funci¨®n social del crimen y el acoso, la muerte y el miedo, donde el fabuloso octogenario Bellocchio se mueve en la pel¨ªcula, que abarca las d¨¦cadas de los ochenta y noventa, y que establece otra fascinante dualidad: la del criminal juerguista, el propio Buscetta, frente al ermita?o, representado por Tot¨° Riina.

La segunda esencia de la historia de Bellocchio es el interior de un hombre que ha decidido hablar; un complej¨ªsimo ser humano atado a una perversa sociedad y ante el que, pese a su labor en pos de la justicia, nunca cabe una sensaci¨®n venerable respecto de su comportamiento: un acto heroico no define a un h¨¦roe. El traidor es una pel¨ªcula oscura como su protagonista, pedag¨®gica en su rigor y en sus explicaciones, dur¨ªsima en el drama seco y austero de sus personas reales asesinadas, e incluso divertida en las parad¨®jicamente rid¨ªculas situaciones creadas alrededor del macrojuicio contra la Cosa Nostra, con Riina y Pippo Cal¨° entre los acusados. Un proceso provocado por las delaciones de Buscetta, al que interpreta con br¨ªo y variedad de registros el magn¨ªfico Pierfrancesco Favino.

El director de pel¨ªculas fundamentales del cine italiano y sobre la historia del pa¨ªs, de Buenos d¨ªas, noche, sobre las Brigadas Rojas y Aldo Moro, de Vincere, sobre Mussolini, de tantas otras en 55 a?os de carrera, ha compuesto una obra monumental en su ambici¨®n, a la que solo le perjudica la fea textura que a veces otorga el rodaje en digital, sobre todo en las secuencias nocturnas de interior. Porque, en su narrativa, el guion y los di¨¢logos se despliegan a la perfecci¨®n por los numerosos tent¨¢culos del crimen y el poder, la Iglesia y el gobierno, hasta llegar a Giulio Andreotti. Y es all¨ª, en las relaciones entre delaci¨®n y pecado, m¨¢s el de la infamit¨¤, mafiosa que el puramente cat¨®lico, donde El traidor encuentra la entidad de lo trascendente y lo ambiguo. La de un hombre lejos de la honorabilidad y tan cerca como a distancia del hero¨ªsmo.