Paletos salvajes
Riina era un hu¨¦rfano en un mundo m¨ªsero y feudal que se hizo con el poder en Cosa Nostra y desafi¨® al Estado italiano con un arma muy simple, la violencia despiadada
El 11 de septiembre de 1943 el campesino siciliano Giovanni Riina volv¨ªa de una dura jornada en el campo con su mula y sus tres hijos. El mayor, Salvatore, llamado Tot¨°, Gaetano y Francesco. Creyeron tener su d¨ªa de suerte cuando encontraron una bomba americana, del desembarco aliado de unos meses antes, que no hab¨ªa explotado y un ob¨²s alem¨¢n medio roto. Se los llevaron a casa para sacar la p¨®lvora y aprovechar el hierro. Una vez en el hogar, una m¨ªsera casa de Corleone, el padre comenz¨® a manipular el proyectil alem¨¢n y explot¨®. Murieron el padre y dos ni?os. Solo se salv¨® Tot¨°, que con 12 a?os se convirti¨® en el capofamiglia. Taciturno, bajito, de mirada oscura.
El adolescente Riina se convirti¨® en un mat¨®n del dottore Michele Navarra, el capo local de Corleone, cl¨¢sico personaje de la vieja mafia tradicional, un m¨¦dico con traje y coche. Riina, fallecido este viernes en el ala penitenciaria de un hospital de Parma, y sus amigos ¨CBernardo Provenzano y Calogero Bagarella-, chavales de pueblo pobres y de escasos estudios, que desde ni?os trabajaban el campo, formar¨ªan con los a?os el temido clan de los Corleoneses. Crecieron en un mundo feudal y antiguo, miraban el castillo, la prisi¨®n del pueblo, como un lugar donde un hombre al menos debe ir una vez para ser un hombre. Se curtieron en asesinatos y masacres rurales, imponiendo el terror en la zona, hasta que mataron al propio Navarra. Una emboscada con metralletas en su coche en un camino entre campos de cereal.
En los setenta comenz¨® su ascenso, para tomar Palermo. Hubo un primer gran juicio en 1969 que intent¨® procesar al clan, pero los miembros del jurado recibieron una nota an¨®nima: ¡°Si un caballero de Corleone es condenado, saltar¨¦is por los aires, ser¨¦is destruidos, ser¨¦is descuartizados y tambi¨¦n vuestros familiares. No os queda m¨¢s que ser juiciosos¡±. Hubo 64 absoluciones. Ya nadie les par¨®. Para la mafia aristocr¨¢tica y burguesa de la capital siciliana eran unos paletos salvajes, que infund¨ªan temor pero que, pese a su ambici¨®n, no consideraban preparados para el poder ni sus sutilezas. Cre¨ªan que los ten¨ªan controlados, que se dejaban impresionar por sus villas de naranjos y sus salones. Lo cierto es que el brutal ascenso de Riina y los suyos, una banda de unos 70 mafiosos, es uno de los grandes misterios de Italia. Porque no solo exterminaron al bando rival en una guerra de dimensiones desconocidas en Europa, con un macabro marcador de 1.700 muertos a cero en los a?os ochenta, sino que pusieron en jaque al propio Estado italiano en los noventa. Pensaron hasta en volar la torre de Pisa. En 1978 un capo mafioso, Giuseppe de Cristina, lo vio tan negro que hasta llam¨® a la polic¨ªa para pedir ayuda: ¡°Riina y Provenzano son dos bestias, ten¨¦is que pararlos. No son solo peligrosos para nosotros, lo son sobre todo para vosotros¡±. Ese a?o Riina tom¨® el control de la Commissione, el consejo de familias mafiosas y comenz¨® a consumar su golpe de Estado dentro de la Mafia.
Las teor¨ªas de la conspiraci¨®n en Italia no es que sean un arte, es que la realidad las suele superar en creatividad. Las deja como un vano intento de la imaginaci¨®n de estar a la altura de la verdadera naturaleza humana. En este caso la historia indica que Cosa Nostra ten¨ªa tal simbiosis con el poder pol¨ªtico, especialmente con la Democracia Cristiana (DC), que en un momento de delirio de omnipotencia pens¨® que podr¨ªa someterlo completamente. El archivo de trapos sucios ajenos de Riina es otro mito italiano. Entre otras cosas porque cuando lo arrestaron en 1993, despu¨¦s de 25 a?os en busca y captura sin que nadie le buscara, se olvidaron de ir a registrar su casa durante casi un mes. Y se apagaron misteriosamente las c¨¢maras de vigilancia de la entrada. Por otro lado era un chal¨¦ con piscina. Cuando por fin fueron estaba vac¨ªa y hasta hab¨ªan pintado las paredes. Sus secretos, sus relaciones con los servicios secretos, en qu¨¦ grado fue una pieza de un sistema podrido o uno de sus actores, es una pregunta que, como siempre en Italia, se podr¨¢ responder a partir de ahora, cuando ya es suficientemente tarde. Hay un juicio abierto sobre la famosa Trattativa (Negociaci¨®n), los presuntos pactos entre el Estado y Cosa Nostra en los noventa. Es probable que sepamos m¨¢s cosas a partir de ahora.
Riina estaba loco, pero era listo y era peligroso. Una vez, cuando se camelaban a los pol¨ªticos de Palermo, fue a visitar a Vito Ciancimino, cerebro mafioso de la DC siciliana ¨Ctambi¨¦n era de Corleone- y le llev¨® un lingote de oro para que le favoreciera en un contrato p¨²blico. Ciancimino le recibi¨® en pijama, para mostrarle su superioridad. Riina se ofendi¨® mucho y al salir cogi¨® de la pechera al mafioso que le acompa?aba y le dijo: ¡°Si un d¨ªa me vuelvo loco y te digo que me lleves a ver a Ciancimino y t¨² me llevas, yo te mato¡±. La f¨¢brica de muerte de Riina contaba con un comando sanguinario y un barrac¨®n industrial con bidones de ¨¢cido donde disolver a las v¨ªctimas. Tambi¨¦n ni?os. ¡°En Sarajevo mueren muchos ni?os ?por qu¨¦ tenemos que preocuparnos nosotros aqu¨ª?¡±, dijo una vez. En el horrendo curr¨ªculum de los Corleoneses figura el secuestro y muerte del peque?o Giuseppe Di Matteo, hijo de un arrepentido, despu¨¦s de dos a?os de cautiverio. Las bombas que asesinaron a los jueces Giovanni Falcone y, 55 d¨ªas despu¨¦s, Paolo Borsellino, en 1992. Polic¨ªas, jueces, pol¨ªticos, periodistas. Para asesinar a Falcone volaron la autopista del aeropuerto de Palermo, y casi nadie sab¨ªa que llegaba ese d¨ªa a la ciudad. Los detenidos por el homicidio de Borsellino pasaron 18 a?os en la c¨¢rcel hasta que se descubri¨® que todo hab¨ªa sido un montaje policial y eran inocentes. Los Corleoneses ten¨ªan dinero en el banco del Vaticano.
Los ¨²ltimos a?os en la c¨¢rcel de Riina le han dado un ¨²ltimo protagonismo, con conversaciones grabadas, de las que no se sabe si era consciente y lo hac¨ªa adrede, en las que lanzaba sus mensajes cr¨ªpticos. Pero de nuevo ha surgido la sospecha de que el lado oscuro de Italia andaba por ah¨ª. Alberto Lorusso, el compa?ero de celda que ten¨ªa en 2014, result¨® ser un experto en mensajes en clave. En su celda encontraron una carta a su madre escrita en alfabeto fenicio, y otra en arameo. Se descifraron algunas palabras y hablaban de las conversaciones con el Estado y de los Corleoneses. No est¨¢ muy claro por qu¨¦ le eligieron para pasar las tardes con el hombre m¨¢s peligroso de Italia.
Este criminal era sin embargo un amoroso padre de familia para los suyos, una familia mafiosa t¨ªpica y, por tanto, profundamente an¨®mala. Su hija ha contado que vio las noticias de la muerte de Falcone en brazos de su padre, en el sill¨®n de casa, sin tener ni por un momento la m¨¢s m¨ªnima sensaci¨®n de que estaba en el regazo de un monstruo. Su mujer y sus hijos vivieron siempre con ¨¦l de forma secreta y clandestina. Ella era maestra y les daba clases privadas. No exist¨ªan civilmente. El d¨ªa del arresto de Riina en Palermo ella cogi¨® un taxi y se volvi¨® a Corleone. Sus hijos han acabado tambi¨¦n en prisi¨®n, como atrapados en la maldici¨®n de una estirpe o un mal irremediable de Sicilia.
Attilio Bolzoni, periodista de La Repubblica, me cont¨® una vez su impresi¨®n la primera vez que vio a Riina cara a cara: ¡°Era un campesino. ?Sabes a qui¨¦n me record¨®? A Stalin, otro campesino. El mal tras una mirada neutra, el aspecto vulgar, ¨¢spero¡±.
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