La visita de los libros
Gracias al C¨ªrculo de Lectores accedimos a la literatura quienes viv¨ªamos lejos de los circuitos principales de difusi¨®n
Si la Biblioteca Nacional preserva el fondo del C¨ªrculo de Lectores, estar¨¢ salvando el equivalente de un sistema ecol¨®gico completo, asombroso en su variedad y en su riqueza, dif¨ªcil de imaginar en el futuro si se consintiera su desaparici¨®n. Lo que hizo el C¨ªrculo de Lectores por la cultura literaria en Espa?a solo pueden ¡ªpodemos¡ª atestiguarlo los que gracias a su existencia tuvimos acceso por primera vez al panorama de la literatura universal, en una ¨¦poca en la que las bibliotecas p¨²blicas eran mucho m¨¢s escasas que ahora y en la que no abundaban las librer¨ªas fuera de las ciudades importantes.
El C¨ªrculo revelaba su origen alem¨¢n en la belleza austera de las tipograf¨ªas y en la solidez de las encuadernaciones, y sin duda tambi¨¦n en la ambici¨®n de un cat¨¢logo que se extend¨ªa lo mismo a las obras maestras de gran envergadura que al teatro de vanguardia o que a la ficci¨®n reciente m¨¢s aventurada. Cuando se habla del impacto de los escritores latinoamericanos sobre la literatura espa?ola suele olvidarse que la mayor¨ªa de nosotros los descubrimos en las ediciones del C¨ªrculo, que eran las ¨²nicas que pod¨ªan llegar a lugares muy apartados de los circuitos principales de difusi¨®n. Yo a¨²n conservo el primer ejemplar que le¨ª de Cien a?os de soledad, con mi firma adolescente de 1970, gastado por el paso del tiempo y por las muchas lecturas, pero todav¨ªa intacto, bien encuadernado, con un papel que no amarillea. Fue en ediciones del C¨ªrculo, en una colecci¨®n de narrativa con portadas de siluetas negras sobre fondo blanco, donde le¨ª por primera vez La casa verde y La ciudad y los perros, y donde descubr¨ª, por pura casualidad, porque no ten¨ªa a nadie que me aconsejara en mis elecciones lectoras, la novela contempor¨¢nea espa?ola que tuvo una influencia mayor sobre m¨ª, ?ltimas tardes con Teresa, en la que al atractivo de lo literario se sumaba vagamente el de lo pecaminoso.
Sobre el C¨ªrculo era f¨¢cil tener opiniones condescendientes porque publicaba mucha literatura de consumo. En los muebles oscuros de comedor de la clase media espa?ola reci¨¦n emergida estaban muchas veces los lomos inconfundibles de novelones de gran ¨¦xito amplificado por el cine, muchos de ellos narraciones hist¨®ricas de m¨¢s ambici¨®n y rigor de lo que entonces les parec¨ªa a los desde?osos y mucho mejor escritas que las triunfales de ahora. No hab¨ªa quien no leyera Sinuh¨¦ el egipcio o Las sandalias del pescador, o aquella otra novela sobre la conquista que fue muy popular, y de la que yo tengo un recuerdo vago pero favorable, El dios de la lluvia llora sobre M¨¦xico, de L¨¢szl¨® Passuth. Eran a?os de best sellers masivos y olvidados, como Papillon o como la trilog¨ªa de la Guerra Civil de Jos¨¦ Mar¨ªa Gironella, que vend¨ªa centenares de miles de ejemplares y muri¨® en la oscuridad y la pobreza. Tambi¨¦n fue por entonces cuando apareci¨® en el C¨ªrculo El Padrino, de Mario Puzo, antes de que llegara la pel¨ªcula. Le¨ªamos la novela tan apasionadamente que no nos d¨¢bamos cuenta de lo buena que era.
Yo lo le¨ªa todo, lo bueno y lo malo, lo que me parec¨ªa que iba a contener pasajes er¨®ticos y lo que despertaba en m¨ª el instinto descubridor de la vocaci¨®n. El hombre del C¨ªrculo ¡ªdespu¨¦s lo llamaron solo C¨ªrculo, por la man¨ªa publicitaria de suprimir el art¨ªculo¡ª llegaba a casa cada tres meses con su revista bajo el brazo y tra¨ªa consigo como un fant¨¢stico buhonero todas las posibilidades de la lectura. Personas que nunca iban a entrar en una librer¨ªa, o que no ten¨ªan una cerca, compraban y le¨ªan libros de cuya existencia no se habr¨ªan enterado sin la labor un poco misional de aquellos vendedores. Los precios eran excelentes. Los pagos, a plazos. La revista alimentaba en m¨ª una glotoner¨ªa lectora que mis medios tan escasos nunca iban a permitirme satisfacer. No recuerdo si eran dos o tres el m¨ªnimo de los libros que pod¨ªan comprarse al trimestre. Me gustaba hasta el brillo de las sobrecubiertas de pl¨¢stico. La revista en s¨ª misma ya era una alegr¨ªa, con sus p¨¢ginas satinadas y sus fotos en color de cubiertas tentadoras y de escritores, todos los cuales, muertos o vivos, me parec¨ªan legendarios. C¨®mo si no a trav¨¦s del C¨ªrculo habr¨ªa podido yo comprar en ?beda, a principios de los a?os setenta, La metamorfosis o Esperando a Godot, y solo un poco despu¨¦s, seg¨²n avanzaban mis gustos, un tomo con la prosa completa de Borges y otro, m¨¢s delgado pero no menos decisivo en mi vida, con los cuentos de Juan Carlos Onetti.
En los a?os finales de la dictadura, el cat¨¢logo y la accesibilidad del C¨ªrculo de Lectores anticipaban la amplitud de horizontes imaginativos que iba a estallar m¨¢s tarde con la llegada de la libertad. Antes de conseguir el derecho al voto ya ejerc¨ªamos el derecho al libre albedr¨ªo lector con aquellos libros. En la biblioteca municipal de mi ciudad las obras de Lorca estaban custodiadas bajo llave por un bibliotecario menos dedicado a difundirlas que a ocultar su existencia. La edici¨®n de obras completas de Aguilar ten¨ªa un precio prohibitivo. El C¨ªrcu?lo hab¨ªa publicado una selecci¨®n muy bien escogida del teatro y de los poemas, y fue en ella en la que yo me sumerg¨ª con una exaltaci¨®n que casi nunca hab¨ªa conocido antes. En una antolog¨ªa titulada, no sin exageraci¨®n, Los 25.000 mejores versos de la lengua espa?ola, le¨ª por primera vez a Pablo Neruda, a Miguel Hern¨¢ndez, a Blas de Otero, a C¨¦sar Vallejo. Igual que a la m¨ªa, todos esos libros llegaban a casas en las que nunca hab¨ªa habido una biblioteca. Estoy seguro de que su efecto invisible y plural sembr¨® en parte la gran expansi¨®n lectora de los a?os ochenta.
Corrientes sociales y culturales tan poderosas como las que levantaron a tanta altura el C¨ªrculo de Lectores en aquellos a?os provocaron luego su lenta decadencia, su eclipse final. Ahora los libros son mucho m¨¢s accesibles, aunque tambi¨¦n me temo que m¨¢s irrelevantes. La ampliaci¨®n del p¨²blico lector en Espa?a, a la que el C¨ªrculo contribuy¨® tanto, result¨® ser menos duradera o s¨®lida de lo que parec¨ªa. Salvo periodos muy breves en los a?os treinta y en los ochenta, la educaci¨®n y la cultura nunca han sido prioridades pol¨ªticas en Espa?a. Preservado y dignamente expuesto a ser posible en la Biblioteca Nacional, el patrimonio del C¨ªrculo de Lectores ser¨¢ un ejemplo de lo que puede hacerse bien en la difusi¨®n generosa de la literatura.
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