La Casa Blanca como plat¨® de televisi¨®n
Un libro desgrana el papel que tuvo la peque?a pantalla no solo en la imagen de Trump, sino en su personalidad
Donald Trump recordaba, a principios de octubre, en un acto de campa?a ante casi 20.000 seguidores en Minnesota (Minneapolis) el d¨ªa en que fue elegido presidente de Estados Unidos. ¡°Fue nuestra victoria, no la m¨ªa. Esa fue una de las mejores noches en la historia de la televisi¨®n, una de las mejores noches¡±, afirm¨® orgulloso. Tres minutos despu¨¦s, repiti¨® la idea. Quien fuera anfitri¨®n del concurso The Apprentice durante 14 temporadas apenas esconde que cuando se convirti¨® en uno de los hombres m¨¢s poderosos del planeta logr¨® algo que buscaba quiz¨¢ desde mucho antes: tener a la audiencia a sus pies. Trump, que entiende la televisi¨®n con un instinto casi animal, ha llevado sus conocimientos aprendidos en aquel decorado de la NBC al Despacho Oval. Su gobierno juega con la emoci¨®n, el conflicto y el humor. Y tiene a todos enganchados.
Esa es una de las ideas centrales que ha investigado el principal cr¨ªtico de televisi¨®n de The New York Times, James Poniewozik, en su libro Audience of one: Donald Trump, Television and the Fracturing of America (La audiencia de uno: Donald Trump, televisi¨®n y la fractura de Am¨¦rica), publicado recientemente. Una de las premisas que plantea es que para que Trump llegara a la Casa Blanca, antes tuvo que existir Tony Soprano. Para Poniewozik, la idea de mostrar como personaje carism¨¢tico y cautivador a un jefe de la mafia de Nueva Jersey (o los publicistas de Mad Men o Walter White en Breaking Bad), fue lo que prepar¨® el terreno para un candidato como Trump. ¡°Su atractivo se basa en la idea de que en un mundo amoral duro, solo una persona amoral puede tener ¨¦xito¡±, explica Poniewozik a EL PA?S. La moralidad cuestionable de los protagonistas queda rezagada frente a sus intenciones m¨¢s profundas, que para los seguidores del republicano esa ser¨ªa su promesa de Make America Great Again.
Pero el impacto de Trump no se debe solo a personajes ficticios. El productor de The Apprentice, Mark Burnett, tambi¨¦n ayud¨® a forjar el personaje. Fue ¨¦l quien lav¨® la imagen del magnate neoyorquino, que a comienzos del 2000 se ahogaba en deudas millonarias por culpa del imperio de casinos que hab¨ªa levantado en Atlantic City. El programa vendi¨® la idea de que ¡°el tit¨¢n de Manhattan¡± le ense?ar¨ªa a un grupo de j¨®venes a gestionar una compa?¨ªa. Si fracasaban en el intento, Trump se lo hac¨ªa saber con su emblem¨¢tico ¡°You're fired¡±: ¡°Est¨¢s despedido¡±.
Obviamente, The Apprentice por s¨ª solo no le dio la victoria a Trump. Pero el programa ¡°tuvo un efecto atmosf¨¦rico: convirti¨® a Trump en una celebridad. Los que no vieron el programa se lo encontraban en revistas y anuncios, lo que enviaba el mensaje subliminal de que ¡®Donald Trump es un empresario exitoso¡¯; mucho m¨¢s de lo que era en su negocio real¡±, explica el autor.
Los acertados instintos televisivos del republicano le causaban no pocos dolores de cabeza al equipo del programa. Trump sol¨ªa improvisar y nombraba ganador a un concursante por razones que no ten¨ªan que ver con sus m¨¦ritos. Una vez grabado el episodio, ¡°los productores cog¨ªan la cinta y lo editaban para justificar su decisi¨®n¡±, escribe Poniewozik. Pero en la Casa Blanca no existe esa opci¨®n. La presidencia de Trump es por tanto ¡°como un material sin editar, ca¨®tico, il¨®gico¡±.
¡°La constante sensaci¨®n de caos y conflicto le garantiza una atenci¨®n medi¨¢tica que nadie m¨¢s tiene. Inflama las emociones de sus seguidores y oponentes¡±, a?ade el cr¨ªtico. Seg¨²n ¨¦l, hay tres principios de la industria de la televisi¨®n que Trump aplica en la Casa Blanca. Una, que mientras sigas peleando y empezando controversias, seguir¨¢s siendo el centro de la historia. Otra, el simbolismo visual: como aquella cumbre con Kim Jong Un, que no logr¨® mucho, pero proporcion¨® una escena de televisi¨®n que comunicaban la imagen visual de "hacer un trato¡±. Y por ¨²ltimo, la convicci¨®n de que la percepci¨®n crea la realidad: si repites un mensaje con la suficiente frecuencia, sonar¨¢ a verdad.
Este a?o, Trump ha dedicado dos horas y 36 minutos semanales a hablar frente a las c¨¢maras. En 2017 el promedio fue una hora y 42 minutos, seg¨²n la CNN. En cada aparici¨®n se aprecia, a¨²n viva, la filosof¨ªa de The Apprentice: la vida es una competici¨®n y otros deben perder para que t¨² ganes.
¡°Trump y la televisi¨®n crecieron juntos¡±
En un pasaje de Audience of One, Poniewozik repasa la historia de la televisi¨®n estadounidense y la vincula a la biograf¨ªa del presidente. En los a?os cincuenta, cuando Trump entraba en la pubertad (y por tanto era m¨¢s impresionable), triunfaba la serie de Disney Davy Crockett (1954-1955), en opini¨®n del cr¨ªtico, "demonizaba a los nativos americanos" con im¨¢genes y conceptos "no muy lejanos al racismo t¨®xico con el que el Trump har¨ªa campa?a y luego gobernar¨ªa". En los sesenta, la comedia Los nuevos ricos (1962-1971), sobre una familia rural que se muda a un fino barrio californiano, explor¨® el muy trumpiano concepto del "resentimiento hacia el vecino con dinero que desprecia" sus modales de campo. En los ochenta de Ronald Reagan, culebrones como Dallas (1978-1991) o Dinast¨ªa (1981-1989) ilustraron el "orgullo en la riqueza" de una ¨¦poca en la que tambi¨¦n, en opini¨®n del cr¨ªtico, el discurso p¨²blico se empez¨® a hacer m¨¢s rudo. "Trump y la televisi¨®n crecieron juntos", concluye.
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