Ana Mar¨ªa Matute vuelve al r¨ªo
Un pantano inund¨® la infancia de la escritora y ella lo plasm¨® en un libro que ahora revive con dibujos Raquel Mar¨ªn
Ana Mar¨ªa Matute volvi¨® a Mansilla de la Sierra (La Rioja) en 1960, once a?os despu¨¦s de que hubieran inundado el pueblo de sus veranos. Y vio los fantasmas en que la industria artificial de los pantanos convirti¨® los sue?os vivos de su infancia. Sus relatos de aquel tiempo ahora anegado est¨¢n en El r¨ªo, su libro de 1963 (Argos). Raquel Mar¨ªn, dibujante, colaboradora de este peri¨®dico, autora de 11 libros que reviven en dibujo las imaginaciones de otros autores (Chejov, Jonathan Swift¡), se propuso recuperar esas historias de Ana Mar¨ªa Matute y el resultado es este libro conjunto que publica N¨®rdica.
Fue Raquel Mar¨ªn la que propuso el rescate; su infancia pas¨® en Pradej¨®n, tambi¨¦n en La Rioja; como Matute, los juegos en el r¨ªo, la calle de tierra, fueron tambi¨¦n paisajes de su infancia. A la escritora ¡°le anegaron la ni?ez¡±. A la dibujante esa carencia escrita por la autora de Olvidado rey Gud¨² le fascin¨® como una extra?a herida. ¡°Todos los relatos me han atra¨ªdo¡ La hora de la siesta ba?¨¢ndose en el r¨ªo, cazando lagartijas. Las felicidades m¨ªnimas, la naturaleza, el paisaje¡±. Y el odio, tambi¨¦n aparece el odio, y el dibujo es un hombre luchando, a sangre viva, con un lobo: ¡°Ese pastor con ese lobo¡ En esos parajes a¨²n est¨¢ vivo el odio al lobo, que arrasa con los reba?os¡ Mis hijos, seis y siete a?os, me vieron dibujar ese odio. Cada tres palabras son preguntas: ?por qu¨¦ el lobo, por qu¨¦ el odio? Es un libro de adultos que habla sobre la infancia¡±.
Ana Mar¨ªa Matute dec¨ªa que la infancia hab¨ªa sido la edad m¨¢s hermosa de su vida. De esa ¨¦poca se recordaba leyendo, ¡°la cabeza metida en las p¨¢ginas de un libro¡¡±. En el cuarto oscuro supo que era narradora, el miedo lleg¨® al tiempo que la tartamudez y la escritura. Su infancia, dec¨ªa, ¡°fue de papel¡±. La infancia, en fin, ¡°dura m¨¢s que la vida¡±. As¨ª que cuando escribi¨® El r¨ªo era una ni?a de 45 a?os asustada ante la impresi¨®n maciza que sinti¨® cuando lleg¨® a Mansilla de la Sierra y sinti¨® que aquel territorio de su memoria era ya agua, lodo. ¡°El pantano ha cubierto ya el viejo pueblo, y un grupo de casas blancas, demasiado nuevas y como asombradas, resplandecen en el verdor h¨²medo de oto?o¡±.
El agua, dice Raquel Mar¨ªn, vuelve a bajar a veces, ¡°y es como si le quitaran los despojos a un muerto; ah¨ª est¨¢ todo completamente seco, media iglesia, la piedra lavada y desnuda. La gente vuelve a entrar en sus casas. Todo est¨¢ muerto e intacto, como despu¨¦s de un volc¨¢n¡±. Esa imagen que est¨¢ en la memoria de la dibujante est¨¢ en las fotos de otra Raquel, Benito, que desde hace dos a?os retrata el vaiv¨¦n del agua que invade o abandona la vieja Mansilla de la Sierra que a?oraba Ana Mar¨ªa Matute: ¡°Lo descubr¨ª en 2017, cuando la sequ¨ªa hizo que el pantano bajara su nivel dejando al descubierto, completamente, las ruinas del viejo pueblo¡ Eran los esqueletos de las casas cubiertas por el barro. Me gener¨® tristeza e impotencia conocer la dolorosa di¨¢spora que el pantano provoc¨® en los habitantes del pueblo. Eso me impuls¨® a buscar lo que quedaba de los recuerdos de Ana Mar¨ªa Matute en los paisajes actuales y en las personas que vivieron en el pueblo viejo¡±.
¡°Es un dolor¡±, dice Raquel Benito, ¡°que resurge en los habitantes despojados cada vez que lo hacen las ruinas de sus casas¡¡±. ¡°Da mucha pena¡±, afirma Raquel Mar¨ªn, ¡°observar el desarraigo en la imagen misma del pueblo cuando ya solo existe como un fantasma¡±. Julio Llamazares, escritor, naci¨® en Vegami¨¢n, Le¨®n, sepultado tambi¨¦n por un pantano, adonde volvi¨® pasado el tiempo. Su escritura parte, en gran medida, de ese desarraigo que tiene parte de alma y de tierra, y de agua. ¡°Escrib¨ª una novela entera [La lluvia amarilla], adem¨¢s de un guion de cine [Retrato de ba?ista] y varios poemas, para responder a esa pregunta, as¨ª que mal lo puedo resumir en una frase. Pero basta con imaginar que la primera vez que ves a un ser querido es cuando desentierran sus restos. As¨ª conoc¨ª yo Vegami¨¢n, la casa en la que nac¨ª, la escuela de mi padre, llena de truchas y lodo, pero con el encerado todav¨ªa en la pared. Si hay expresiones que no se pueden encerrar en una frase, una es esa¡±.
¡°Cualquier ni?o hubiera pintado la casa: era cuadrada, simple, con ventanas sim¨¦tricas y un largo balc¨®n de hierro que cruzaba de lado a lado la fachada¡±. As¨ª est¨¢ en la memoria de Ana Mar¨ªa Matute la esencia de su felicidad de los veranos. Ya s¨®lo existen las palabras y el lodo. Y este libro y las fotograf¨ªas¡
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