"Soy un limonero enamorado de un abeto"
Ana Mar¨ªa Matute ha pasado ocho meses casi ininterrumpidos en el hospital. Tiene los huesos de cristal, como ella misma explica, y ya se est¨¢ recuperando, aunque son evidentes los estragos de las dolencias que la han mantenido lejos de su casa y de la literatura, si es que esto segundo fuera posible. Se ayuda de una muleta para caminar y es m¨¢s delgada y menuda de lo que yo imaginaba. Le ha costado estar preparada al mediod¨ªa. Asegura que a esas horas todav¨ªa est¨¢ torpe y adormilada porque se queda despierta hasta muy tarde leyendo. "?Qu¨¦ otra cosa iba a hacer?", se pregunta en voz alta con una mueca c¨®mica.
Nos recibe en su casa de Barcelona, un sobre¨¢tico estrecho que comparte con su hijo y su nuera en el que las estancias y los pasillos se reducen a¨²n m¨¢s por culpa de los libros apilados a veces desordenadamente de su ¨²nico hijo. Dice que en sus tiempos a las ni?as no las educaban; que s¨®lo les ense?aban modales que ella desprecia. Sin embargo, ejerce impecablemente el papel de sol¨ªcita anfitriona. "?Que ha venido hoy de Madrid? Entonces podemos comer juntas, no va a estar sola por ah¨ª". Y as¨ª hacemos, tras la entrevista comemos juntas en el peque?o restaurante que hay junto a su casa, donde la llaman Ana Mari. Se ha sumado una de sus mejores amigas, una editora mucho m¨¢s joven que ella que la trata con mimo. Pero para entonces, Ana Mar¨ªa Matute, bien despierta, ya ha hecho gala de esa viveza que le desborda y de ese sentido del humor que tanto aprecian los que la quieren y la tratan.
Es conocido que ella siempre ha contado cuentos a su hijo primero, a sus sobrinas despu¨¦s, y tambi¨¦n a los ni?os de Sitges, que corr¨ªan a su casa a escuchar su ¨²ltimo relato. Sin duda, Ana Mar¨ªa Matute se encuentra c¨®moda en el papel de cuentista. Porque a lo largo de toda la conversaci¨®n, al igual que dos d¨ªas m¨¢s tarde ante un nutrido grupo de periodistas, Ana Mar¨ªa Matute bromea, gesticula c¨®micamente y, sobre todo, incorpora par¨¦ntesis que incluyen tonalidades diferentes de voz.
"Uno de los personajes de un cuento infantil que escrib¨ª, un cuento muy bonito...". Y de pronto, se para y pone una voz grave, de narrador: "Dijo ella, modesta". Y a los postres, se le escapa una frase hecha, tras la cual se acerca a mi o¨ªdo de nuevo la voz del narrador: "Dijo ella, original". Y es dif¨ªcil no re¨ªrse. No dejarse llevar por el torrente de esta mujer que ahora parece f¨ªsicamente tan vulnerable y que se queja de tener un cuerpo que ya no le sigue mientras disfruta de una cabeza que est¨¢, asegura, tan mal como cuando ten¨ªa 20 a?os. "Porque yo siempre he estado un poco p'all¨¢. Como todos los escritores". S¨®lo deja de hacer bromas cuando al final de la entrevista le pido que describa a sus duendes favoritos.
Ana Mar¨ªa, ?c¨®mo son los gnomos? Hay de muchas clases. ?Huy! Hay muchos tipos de criaturas de la hierba. No son todos iguales. Ni mucho menos. Tienen diferentes nombres. Depende tambi¨¦n de las zonas. Los que m¨¢s conozco son los de bosque. Pero es que hay tantos... Mira, la gente asocia a la palabra hada la capucha, la varita... ?sas no existen. Un hada, para empezar, es de sexo indeterminado. Puede ser una criatura no precisamente guapa. O puede ser bell¨ªsima. Y hay de muchas formas y tama?os. Hay personas a las que ves por la calle y te das cuenta. ?sta es un hada. Disimulan, pero t¨² te das cuenta. Siempre tienen algo...
?Qu¨¦ es? Se les nota. No s¨¦...
?Y c¨®mo son los trasgos? Hay dos vertientes. Hay el trasgo bello, bell¨ªsimo, que va por las veletas. Hay otro trasgo malo, feo, que hace barrabasadas. Tambi¨¦n hay el trasgo subterr¨¢neo, el trasgo del sur, el del rey Gud¨² [su gran novela Olvidado rey Gud¨²].
En 'Olvidado rey Gud¨²' los trasgos aparec¨ªan y desaparec¨ªan por las chimeneas. Siempre me han dado miedo las grandes chimeneas. Todos los ni?os los ven, lo que pasa es que luego se olvidan. Pero no entiendo por qu¨¦ te daban miedo las chimeneas.
Me parec¨ªa que por ah¨ª pod¨ªa aparecer cualquier cosa. Y as¨ª es. Los trasgos, adem¨¢s, se acuestan tranquilamente en las brasas. Juegan con las ratas. No llegan a ser ni malos ni buenos. Su naturaleza es as¨ª. Les gusta mucho gastar bromas, pero gastar bromas pesadas a los humanos. Eso les gusta mucho. Y hay de todas clases. Por ejemplo, cuando un hombre se emborracha puede llegar a ver a un trasgo. Y si ¨¦l bebe se puede hacer visible a los humanos; demasiado visible a los humanos. Porque es el punto en el que se parecen, cuando est¨¢n embriagados.
Ana Mar¨ªa Matute, como el mundo literario sabe muy bien, no es una autora de cuentos infantiles, aunque ha escrito muchos. Es una novelista con una gran capacidad de fabulaci¨®n. Una novelista muy galardonada (Premio Nadal, Planeta, Nacional, de la Cr¨ªtica, Fastenrath y del Caf¨¦ Gij¨®n, entre otros), que en los ¨²ltimos a?os la hizo famosa su trilog¨ªa medieval: Torre vig¨ªa, Olvidado rey Gud¨² y Aranmanoth. Ahora, despu¨¦s de ocho a?os sin publicar y de meses de hospital, ha logrado sacar por fin su siguiente novela, Para¨ªso inhabitado (editorial Destino), el relato en primera persona de los primeros a?os de vida de una ni?a que se llama Adriana y que comparte muchas, muchas cosas con la gran Ana Mar¨ªa.
Usted da envidia. Es una persona, una escritora, capaz de recrear la infancia una y otra vez, de manera que en realidad ha logrado alargarla enormemente. La ha revivido muchas veces. La mayor¨ªa de las personas, por no decir que todo el mundo, est¨¢n marcadas por la infancia. Por el ni?o que fueron. Puede que no se den cuenta, puede que no lo aprecien, pero est¨¢n marcados. Y yo, especialmente. [Se r¨ªe]. El mundo de la infancia me parece important¨ªsimo. Lo que se vivi¨® de ni?o es algo que no se separa nunca de ti. Influye en tus actitudes. El ni?o que fuiste est¨¢ ah¨ª dentro, aunque est¨¦ medio asfixiado, pero est¨¢ ah¨ª dentro. Y sale cuando menos lo pensamos.
S¨ª, pero usted adem¨¢s ha adornado esa infancia, fabulando sobre ella, redescubriendo el mundo, rescatando recuerdos que otros hemos olvidado. Es la memoria, la memoria literaria, que adem¨¢s se transforma. Porque la memoria es una cosa muy misteriosa. Por ejemplo, t¨² tienes un recuerdo con un hermano o con un amigo de la infancia. Pues bien, yo lo cuento de una manera, y ¨¦l, de otra. Eso es muy misterioso.
De alguna manera, usted es una superviviente. No, de alguna manera, no; de muchas. [Se r¨ªe].
Lo digo porque me parece que usted ha sido capaz de superar muchas cosas gracias precisamente a esa capacidad suya de tener su propio mundo. Eso es verdad. Siempre he tenido como la balsa del n¨¢ufrago. Tengo mi mundo y ¨¦se no me lo puede quitar nadie. Eso me ha salvado. Me ha salvado muchas veces.
Durante su infancia, teniendo en cuenta que empez¨® a escribir a los cinco a?os, es evidente que la literatura y esa capacidad suya fue lo que la salv¨®. S¨ª, s¨ª. Y eso que mi infancia no fue mala, sino incomprendida, que no es lo mismo. Lo que pasa es que mi madre no me entendi¨® nunca de ni?a. Luego, cuando ya era mayor, entonces s¨ª, f¨ªjate qu¨¦ cosa. Y entonces ya se muri¨®, cuando pod¨ªamos haber sido unas buenas amigas. Mi madre era un ser muy especial. Era muy severa. As¨ª como mi padre era amable, mediterr¨¢neo, bon vivant, mi madre, en cambio, era muy castellana. Sin embargo, cuando se dio cuenta de lo que yo hac¨ªa me apoy¨®, aunque no dijera nada, y tuvo un gran respeto por ello. Y eso que en aquella ¨¦poca, que una ni?a saliera escritora era una cosa... [pone cara de esc¨¢ndalo], vaya, de locos. Casi de prohibirlo. Mi madre no. Al rev¨¦s. A veces pienso que mi madre hubiera querido ser -f¨ªjate, ?pobre de mi!- como yo. Ella tuvo una vida m¨¢s holgada, pero que no le satisfac¨ªa.
Primero la favoreci¨® y luego la entendi¨® verdaderamente cuando era mayor. S¨ª, ella me ayud¨® much¨ªsimo. Yo entonces escrib¨ªa a mano y luego pasaba los borradores a m¨¢quina. Y, entonces, ella era la que me dictaba. S¨®lo ella pod¨ªa hacer esto. Nadie lo hubiera podido hacer. Yo no hubiera podido con nadie m¨¢s que con ella. Ella me dictaba y yo le hac¨ªa as¨ª [levanta una mano imperativa], y a?ad¨ªa, quitaba. Y ella segu¨ªa haciendo punto. Ja, ja. Me ayud¨® mucho. Y luego, otra cosa muy importante para m¨ª, y es que -yo nunca pude sospecharlo- [con voz queda] cuando me cas¨¦, ?aquel infausto d¨ªa en que yo me cas¨¦! [con gesto y voz de exagerada desesperaci¨®n], mi madre me dio una caja de cart¨®n. Me dijo: "Toma, esto es tuyo". "?Qu¨¦ es esto?". "Es lo que escrib¨ªas cuando eras peque?a". "?T¨² lo has guardado, mam¨¢?". "S¨ª". "?Y por qu¨¦ no me lo dec¨ªas?". Silencio.
?sos son los cuentos que luego terminaron en la Universidad de Boston. ?Por qu¨¦ all¨ª? Porque me los pidieron. Y all¨ª siguen. Ahora, cuando editan un libro con aquellos cuentos, ellos env¨ªan las fotocopias; siempre con mi permiso previo. A veces me han preguntado que por qu¨¦ no los he enviado aqu¨ª a una universidad m¨¢s pr¨®xima, de Madrid o Barcelona. [Se r¨ªe]. Porque no me lo han pedido. Los ¨²nicos que me lo han pedido son ellos.
?Por qu¨¦ ha tardado tanto tiempo en publicar este libro? Ya en 1987 ten¨ªa usted este proyecto con el t¨ªtulo y todo, 'Para¨ªso inhabitado'. Es que he estado muy enferma. No pod¨ªa. Empezaba y me quedaba a medias. En cuanto al t¨ªtulo, bueno, es que siempre lo tengo. Yo cuando me pongo a escribir un libro ya s¨¦ el t¨ªtulo, como s¨¦ tambi¨¦n, casi, casi la ¨²ltima frase del libro. Lo que me cuesta m¨¢s es la primera p¨¢gina. Hasta que encuentras el tono. Es como una sinfon¨ªa. Y cada libro tiene su tono.
?C¨®mo nota que ha encontrado ese tono? Porque me va bien, porque no tengo que llenar la papelera de folios arrugados y estar diciendo qu¨¦ mal est¨¢ esto, no sirvo para nada; es una porquer¨ªa, no me gusta nada. Cuando no pasa eso, ya s¨¦ que he encontrado el tono.
?Cu¨¢l es el tono de esta nueva novela? ?C¨®mo lo definir¨ªa? No lo s¨¦. Es en primera persona, un relato contado por una mujer de 80 a?os, pero que conserva recuerdos de los primeros a?os de su vida.
Ah¨ª cuenta usted ese detalle tan m¨¢gico del azucarillo dentro del cuarto oscuro, que cuando la castigaban en el cuarto oscuro un d¨ªa parti¨® un terr¨®n de az¨²car y vio un magn¨ªfico destello azul. ?Lo ha le¨ªdo usted?
S¨ª. Ah, ?y le ha gustado?
S¨ª. ?S¨ª?
De verdad. Pero el libro no es autobiogr¨¢fico, aunque hay muchos detalles, s¨ª, como el del azucarillo. De la casa de Madrid, en la calle de Jos¨¦ Abascal.
Este libro parece relatar el final de la infancia, que termina de una manera abrupta. El padre desaparece, muere el amigo, comienza la guerra... El coche se ha roto, el amante de la t¨ªa se ha muerto y el unicornio ya no est¨¢.
Me parece que as¨ª fue el final de su propia infancia, interrumpida tambi¨¦n por la Guerra Civil. S¨ª, fue terrible. La guerra fue terrible. Nos marc¨® mucho a todos. A los que ¨¦ramos ni?os en aquella ¨¦poca. F¨ªjate en que los escritores de mi generaci¨®n no se han librado de hablar en alg¨²n libro o en muchos de la Guerra Civil. M¨¢s bien empezaron hablando de ella. Como yo. Bueno, miento. Yo no empec¨¦ con la Guerra Civil porque Peque?o teatro y Los Abel no versan sobre la guerra, aunque ya en Los Abel hay algunas cosas, como el incendio de la iglesia.
Indudablemente es una experiencia muy traum¨¢tica. Es tremenda. Yo todav¨ªa ahora no soporto los fuegos artificiales. Tienen el mismo sonido que las bombas. Los bombardeos aqu¨ª en Barcelona fueron terribles. Por mar y por aire. Nosotros viv¨ªamos en la calle de Plat¨®n y entonces ve¨ªa el mar desde mi cuarto y pasaba un miedo espantoso. Te sientes tan impotente... Mi padre dec¨ªa: coj¨¢monos todos de la mano, contra el muro maestro. Y as¨ª nos qued¨¢bamos todos... [Se queda quieta, en suspenso, con cara de susto]. Tambi¨¦n me acuerdo de las colas. Nosotros, que ¨¦ramos unos ni?os de clase burguesa, de esos que no sal¨ªan m¨¢s que con las tatas [pone cara de horror], ten¨ªamos de pronto que ir a hacer colas para conseguir el pan, sin que a nadie le importara. ?Para nosotros era fenomenal! Porque ten¨ªamos libertad de entrar y salir... Parec¨ªamos ratones deseando salir del queso. Mi hermano mayor y yo descubrimos la libertad. La disfrutamos mucho.
He comprobado que mucha gente de su edad rechaza, quiz¨¢ por miedo, los intentos de recuperar la memoria hist¨®rica, de remover esa parte del pasado. Es que de la guerra quiz¨¢ ya no te queda el miedo, pero s¨ª la tristeza, el desgarro y un despertar de odios. Entiendo que los que no han vivido la guerra tengan un sentimiento distinto, pero a m¨ª me escalofr¨ªa. Volver a repasar, a recordar. Me acuerdo del intento de golpe de Estado de Tejero [en 1981]. Yo iba con mi hijo en un taxi y o¨ªmos los tiros a trav¨¦s de la radio. ?Mira!, me entr¨® una desesperaci¨®n... ?Otra vez no! ?No, por Dios, otra vez no! Mi hijo me preguntaba: "?Pero qu¨¦ te pasa, mam¨¢?". El taxista y ¨¦l empezaron a hablar de lo que estaba pasando y yo s¨®lo dec¨ªa: "No, otra vez no. No lo resistir¨¦".
Usted dice que durante la guerra se hizo roja perdida. S¨ª. Total. Me acuerdo de que mi hermana y yo [se r¨ªe]... ?ramos peque?as. Yo cumpl¨ª los 11 a?os aquel mes de julio de 1936. Mi hermana ten¨ªa dos a?os m¨¢s. Est¨¢bamos las dos en nuestro cuarto. Hac¨ªa calor. Y mi hermana de pronto me dice: "Oye, Ana Mar¨ªa, si yo fuera pobre yo ser¨ªa roja". Y yo le dije: "Y yo tambi¨¦n". Y nos dimos la mano. [Se r¨ªe otra vez].
Y despu¨¦s escribi¨® usted un libro sobre la guerra, 'Luci¨¦rnagas', que tuvo que publicarse censurado. S¨ª, bueno. Es que yo cambi¨¦... Imag¨ªnate. Como toda mi generaci¨®n. La mayor¨ªa, vaya. Los padres eran de derechas y los hijos no. Aunque al principio era muy exaltada. Ahora ya no lo soy tanto. Ahora ya me he atemperado... Bastante. [M¨¢s risas].
Inmediatamente despu¨¦s de la guerra conoce usted el ¨¦xito literario. Por cierto, no entiendo por qu¨¦ se tard¨® tanto en publicar su primer libro, teniendo en cuenta que el editor ya se lo hab¨ªa pagado. Bueno, yo no tuve ocasi¨®n de llevar mi libro Peque?o teatro hasta mucho tiempo despu¨¦s, hasta que no tuve 19 o 20 a?os. Lo llev¨¦ a la editorial Destino en un cuadernito cuadriculado escrito a mano. Entonces hab¨ªa unos cuadernitos que ten¨ªan las tapas de hule negro, y en ¨¦l, para humillar a los n¨²meros, que los odiaba, lo llev¨¦. Me cost¨® mucho que me recibieran. El entonces director de Destino era Ignacio Agust¨ª. Cuando por fin me recibi¨® me dijo: "No, mira, esto lo pasas a m¨¢quina". Porque yo era una cr¨ªa. Parec¨ªa m¨¢s ni?a de lo que era. "Lo pasas a m¨¢quina y entonces lo traes y ya te avisaremos". Entonces lo pas¨¦ a m¨¢quina. Mi madre me ayud¨®. Y lo mand¨¦. Y al cabo de una semana o diez d¨ªas yo sal¨ªa de casa y resulta que me encontr¨¦ a Ignacio Agust¨ª en la calle porque viv¨ªa al lado de casa. Y ¨¦l me vio y se quit¨® el sombrero. Hasta entonces me hab¨ªa tratado como a una ni?a, claro. "?Se?orita Matute!". Y yo toda, ?ay!, ?ay! Y me dice: "Hemos le¨ªdo su libro. Nos ha gustado... ?Pero usted qu¨¦ edad tiene?". Y hablamos. "Pues, venga, que lo vamos a publicar, s¨ª. Venga usted, pero con su padre, porque usted es menor de edad". Se lo dije a pap¨¢, y ¨¦l, asombrado, claro. Yo segu¨ª escribiendo, y animada por todo esto envi¨¦ Los Abel al Premio Nadal y qued¨® tercera el a?o en que gan¨® Delibes. Y en la editorial me dijeron: "Estupendo, pero en lugar de publicar Peque?o teatro vamos a publicar primero Los Abel, que est¨¢ m¨¢s madura. "Ah, pues s¨ª, s¨ª, estupendo". Y 11 a?os m¨¢s tarde mand¨¦ Peque?o teatro al Planeta y gan¨¦ el premio [en 1954].
Es curioso, s¨ª, c¨®mo ocurri¨® todo. S¨ª, aunque en el ¨ªnterin yo escrib¨ª otras cosas.
Ha escrito muchos cuentos para ni?os, aunque algunas veces defiende usted la literatura infantil y otras veces ha abominado de ella o m¨¢s bien ha rechazado que la encasillaran en ese registro. S¨ª, es que a veces me ha dado mucho coraje que vengan algunas bobas a que les dedique un cuento a sus ni?os. [M¨¢s risas, aspavientos]. "?Ese cuento no es para ni?os!". "?Ah, no? Ah, como lo hab¨ªa visto escrito por usted...". Vamos, es que los menos son los libros escritos para ni?os. Pero no abomino de la literatura infantil. Al contrario. Me gusta mucho. Y creo que empec¨¦ a hacerlo en un momento en el que nadie lo hac¨ªa en Espa?a. En cualquier pa¨ªs es importante la literatura para ni?os. Ahora las cosas han cambiado. Pero en aquel tiempo recuerdo que no hab¨ªa aqu¨ª m¨¢s que Elena Fort¨²n y Antonio Robles. Hab¨ªa otros, claro, pero eran muy malos.
A¨²n hoy me parece que el que en Espa?a se dedica a la literatura infantil sigue estando un poco ninguneado. Bueno, el que quiera escribir s¨®lo para ni?os... Yo lo hice sobre todo por mi hijo. Porque era peque?ito y escrib¨ªa para ¨¦l. Dej¨¦ de escribir para m¨ª. Ahora le hace gracia.
Usted parece especialmente predispuesta a este tipo de literatura, ya que defiende la escritura llana y sencilla, que no es tan f¨¢cil de conseguir; de hecho, usted dice que es muy dif¨ªcil. S¨ª. Es que yo quiero que me entienda todo el mundo. Yo no quiero torturar al lector. No. Hay muchos escritores a los que les encanta torturar al lector. ?A m¨ª no! [Proclama con dureza]. A m¨ª me gusta que me entiendan. Para eso escribo. Adem¨¢s, no soy tan elitista.
Me da la impresi¨®n de que es usted poco elitista y tambi¨¦n poco vanidosa. Es que encuentro que la vanidad es una cosa tan tonta... El orgullo es otra cosa. La vanidad es el primo pobre del orgullo. A m¨ª me dar¨ªa tanta verg¨¹enza ser vanidosa...
Usted ha dicho que de peque?a pensaba que escribir¨ªa para vengarse de los adultos, de los gigantes. Alguna vez lo he dicho, s¨ª, pero son cosas que se dicen. Son frases que se hacen.
Bueno, pero volviendo al principio, lo cierto es que la literatura le ha rescatado al menos de muchas cosas. S¨ª, lo que pasa es que quiz¨¢ la palabra venganza no sea la adecuada, aunque queda muy bien dicho as¨ª. Es para hacer ver a las personas mayores los errores que cometen o que comet¨ªan antes. Ahora han cambiado las cosas. Ahora quiz¨¢ se peca de todo lo contrario. Sigue sin haber comprensi¨®n. La comprensi¨®n no ha prosperado. Lo que ha prosperado es la tendencia, no s¨¦ c¨®mo explicarlo, de querer hacer a los ni?os mayores antes de tiempo. Pero las cosas siguen su orden natural. Un hijo de ahora quiz¨¢ sabe muchas cosas, pero de o¨ªdas, no de vividas, que son las importantes.
De ni?a siempre dijo usted que ten¨ªa m¨¢s amigos que amigas. Y de adolescente y de joven tambi¨¦n. Y luego es que no hab¨ªa escritoras. No hab¨ªa. S¨®lo estaba Carmen Laforet, a la que s¨®lo trat¨¦ por tel¨¦fono. Ella viv¨ªa en Madrid y yo aqu¨ª.
Luego s¨ª que ha tenido usted muy buenas amigas y muchas de ellas muy interesantes, como Carmen Balcells, Joana Salabert, Esther Tusquets... Oh, s¨ª. Claro. Much¨ªsimas. Escritoras y no escritoras. Y de todas las clases sociales. Ahora tengo amigas muy buenas e inseparables. Ahora tengo m¨¢s amigas que amigos. Y suelen ser mucho m¨¢s j¨®venes que yo. Con la gente de mi edad no me acabo de entender. Tienen otra mentalidad. Al cabo de un rato ya no s¨¦ de qu¨¦ hablar. Nuestros mundos a veces no tienen nada que ver.
Es l¨®gico. La formaci¨®n de las mujeres de su edad es muy distinta a la suya. Les gustaban otras cosas. Algunas le¨ªan, pero le¨ªan otras cosas. Es otro mundo, s¨ª. Recuerdo que hab¨ªa una que era escultora. No sabes c¨®mo la criticaban. Dec¨ªan que lo que ten¨ªa que hacer era preocuparse de sus hijos y de su marido. Y yo pensaba: pero qu¨¦ idiotas. Y de m¨ª deb¨ªan de decir lo mismo, lo que pasa es que no lo dec¨ªan delante de m¨ª. "?Esas cosas tan raras que escribe!". "Esas cosas que... ?oh! Est¨¢ muy feo que una mujer escriba de esas cosas".
?De qu¨¦ cosas? ?De verdad? Ah, s¨ª, porque lo que yo escrib¨ªa era malo, literatura perversa. ?Que por qu¨¦? ?Porque eran tontas! Porque las protagonistas que sal¨ªan eran rebeldes contra su mundo. Y claro, ellas esto no... Adem¨¢s eran de derechas. Luego ya s¨ª hubo otras escritoras, como Carmen Mart¨ªn Gaite, porque otras escrib¨ªan un libro, dos, y luego se dilu¨ªan.
Esther Tusquets dice que a usted lo ¨²nico que le interesa es el amor y la literatura. S¨ª, es verdad. Porque en la literatura cabe todo. Si a m¨ª me apasiona la literatura es porque me apasiona la vida. Porque he vivido mucho. Porque me gusta vivir. Soy muy vital. La literatura no es solamente ponerse a escribir, sino todo lo que hay que hacer para en un momento dado ponerte a escribir. Hay que vivir...
?Y lo ve usted todo con una mirada literaria? Lo veo todo con mis ojos. A todo el mundo le pasa. Yo cuento un cuento a dos personas y luego cada una cuenta una versi¨®n diferente. Cuentan lo mismo, pero de otra manera. O lo cambian. Cuando viv¨ªa en Sitges, ven¨ªa un tropel de ni?os por las tardes y ah¨ª, al lado del fuego, les contaba cuentos. Las madres me dec¨ªan: "Ya sabemos cu¨¢ndo hay cuento en la casa de la Matute, porque los ni?os dejan la televisi¨®n". Luego les preguntaba y a veces me contaban un cuento completamente diferente al que yo les hab¨ªa contado. Sobre la misma base, s¨ª, pero distinto. Porque los ni?os tienen mucha imaginaci¨®n. Luego la pierden. La perdemos, vaya. Bueno, yo no, yo no.
Supongo que cuando contaba 'El rey Gud¨²' [una novela de un millar de p¨¢ginas] durante tantos a?os, arrastr¨¢ndolo con un carrito, usted tambi¨¦n contaba cada vez una historia diferente. No, no. Es que primero lo empec¨¦ a hacer y luego me dio una depresi¨®n muy grande. Lo ten¨ªa en un caj¨®n con ruedas. Han exagerado mucho con eso, aunque hay un fondo de verdad. Han llegado a decir que iba con ¨¦l por los aeropuertos. Una vez nada m¨¢s lo llev¨¦ [se r¨ªe]. Es que no quer¨ªa separarme de ¨¦l. Otras veces lo envi¨¦ facturado. Tengo dos sobrinas a las que cuando eran peque?as y estaban en la cama les contaba trozos de Olvidado rey Gud¨² adapt¨¢ndolo al momento. Les pon¨ªa bandas sonoras, que me gustan mucho. Un d¨ªa fueron al cine con sus padres y oyeron una de esas bandas y dijeron: "?Le han robado! Le han robado la m¨²sica al rey Gud¨² de la t¨ªa Ana Mar¨ªa". Pero yo a los ni?os no les contaba el rey Gud¨². No habr¨ªa terminado nunca. Son bobadas que dice la gente.
Dicen de usted que es muy divertida. Yo me he re¨ªdo mucho con mis amigas. Con Jorge Herralde tambi¨¦n. No s¨¦ por qu¨¦, mira, porque se me ocurren cosas que a ellos les hacen gracia. Y cocinaba mucho, s¨ª. Ahora me da pereza. Cocina mi hijo, que lo hace muy bien. Una vez, en Noruega, hab¨ªa una chica que hab¨ªa hecho una tesis muy bonita sobre m¨ª, y un grupo de hispanistas me invitaron a una cena vikinga en su casa. En lo alto de un fiordo, en un sitio maravilloso. Iba yo entonces con mi marido, con el bueno [nuevas risas; se refiere a su segundo marido]. Lo hab¨ªan adornado todo con flores del bosque y la cena fue toda vikinga.
Qu¨¦ bonito. S¨ª, cogimos unas mo?as que no veas. Hab¨ªa reno. Unas piernas de reno... Embutidos y todo hecho con carne de reno. Y cuando nos ¨ªbamos yo le dec¨ªa a mi marido: "?Ay, Julio, qu¨¦ bonito todo!". Y ¨¦l me dice: "S¨ª, pero estoy de reno hasta los co...". Me entr¨® una risa tremenda, con lo discreto que era ¨¦l.
En cambio, usted estar¨ªa en su salsa, en ese ambiente vikingo, tan relacionado con los normandos, que tanto le gusta. Eso me ha gustado siempre mucho. Desde ni?a. Mucho. Mucho. Siempre me he sentido muy atra¨ªda por todo lo n¨®rdico. Yo soy muy n¨®rdica. Prefiero el invierno al verano. La nieve me encanta. Y sin embargo, tengo un temperamento muy mediterr¨¢neo. Son cosas muy raras. Goethe dec¨ªa que ¨¦l era un abeto enamorado de un limonero. Porque ten¨ªa pasi¨®n por los pa¨ªses mediterr¨¢neos. Yo soy un limonero enamorado de un abeto.
Siempre le ha gustado mucho viajar. ?Lo sigue haciendo? S¨ª, siempre he sido un culo de mal asiento, y sigo viajando, muchas veces sola. Mira, no hay ning¨²n problema porque mi hijo me lleva al aeropuerto. All¨ª hay una silla de ruedas que me est¨¢ esperando. Me llevan hasta el avi¨®n. Cuando llego hay otra silla de ruedas que me lleva hasta los que me est¨¢n esperando, que me llevan en un coche. Me vuelven a dejar en el aeropuerto, donde me llevan otra vez en silla de ruedas... Como t¨² comprender¨¢s, no es ning¨²n m¨¦rito.
El m¨¦rito est¨¢ en que no le d¨¦ pereza moverse. S¨ª, me encanta [con un cierto gesto displicente]. Me gusta cambiar de aire, ver gente distinta, o¨ªr hablar de otra manera, inventarme historias de gente que pasa. Yo, por ejemplo, estoy en el aeropuerto en la sala VIP, tomo una copa y empiezo a inventarme la vida de la gente que veo. Seguramente no tiene nada que ver con la realidad. Hablan por tel¨¦fono y entonces yo mejoro la conversaci¨®n. Por lo que dicen y c¨®mo hablan ya me los veo [gui?a un ojo]. Yo me invento tantas historias...
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