Licencia para ser malos
El mito de la 'rock & roll star' sirve actualmente hasta para vender planes de pensi¨®n
En la radio, se puede escuchar una ingeniosa campa?a publicitaria basada en la leyenda de las estrellas del rock. Los periodistas rodean a un astro y le preguntan qu¨¦ har¨¢ con su vida, tras haber disuelto su grupo. El interrogado responde displicente, como si las preocupaciones de los mortales no fueran con ¨¦l: quiere dedicarse a la meditaci¨®n o retirarse a una isla privada. Se permite burlarse de una reportera: ¡°y t¨² ?no tienes una isla privada?¡±.
Detr¨¢s de esos anuncios, un banco que promociona sus planes de pensiones. Aparquemos el detalle de que, con su actual realidad profesional, una figura del rock tambi¨¦n necesita pensar en un paraca¨ªdas econ¨®mico para el futuro. Pero me intriga que la forma de vida t¨®pica de una estrella del rock se haya convertido en algo socialmente envidiable.
Algo tiene que ver la contundencia del eslogan Sex & drugs & rock & roll. Se populariz¨® gracias a Ian Dury, un discapacitado que exig¨ªa disfrutar tanto como sus compa?eros de generaci¨®n. Mencionar el rock & roll ten¨ªa su filo subversivo en 1977: Dury ven¨ªa del pub rock, un difuso movimiento londinense que reivindicaba los valores primigenios de una m¨²sica que, a mediados de los setenta, se miraba demasiado al ombligo.
El sentido de rock & roll fue derivando. En el ambiente, pas¨® a definir una actitud y unos comportamientos propios de los que hab¨ªan elegido ese estilo de vida. Espec¨ªficamente, retrataba un majestuoso desprecio por las normas de convivencia, por las leyes. Gestos de arrogancia o derroche, tipificados por el acto de destrozar una habitaci¨®n de hotel, justificado a posteriori como desahogo ante las presiones de una gira. El responsable de la demolici¨®n ni siquiera deb¨ªa pedir disculpas: el road manager se ocupaba de pagar los destrozos y apresurarse a llevar su d¨ªscola tropa hacia el siguiente concierto.
Cierto, cierto: hoy vemos esas conductas como psicop¨¢ticas, sobre todo viniendo de personas que generalmente predicaban un ideario de empat¨ªa y altruismo. Pero ya intu¨ªamos que las superestrellas estaban hechas de otra pasta y que la coherencia no destacaba entre sus virtudes. Aunque ahora ya no tengan aquel halo de santidad, siguen tendiendo al postureo. ?Qu¨¦ decir de esas bandas que prefieren no girar pero lo revisten de renuncia ecol¨®gica, como si acabaran de descubrir el concepto huella de carbono?
Me ha ilustrado al respecto Licence to be bad, libro reciente de Jonathan Aldred, profesor de econom¨ªa en Cambridge. Desde luego, no trata de las eminencias de la m¨²sica popular pero cabe suponer que est¨¢n integradas en la ¨¦lite que domina cada pa¨ªs. Eldred estudia c¨®mo las teor¨ªas de Hayek, Friedman y sus disc¨ªpulos han adquirido caretas de racionalidad, incluso de moralidad. Sus postulados dominan no solo la macroeconom¨ªa, tambi¨¦n la microeconom¨ªa de los actos cotidianos. Y justifican la dignidad especial que exigen estas elites, que equiparan m¨¢xima riqueza o (en el caso de los m¨²sicos) relevancia cultural con superioridad ¨¦tica. Que se manifiesta con publicitados conciertos ¡°solidarios¡± a los que, claro, viajan en avi¨®n particular.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.