La pol¨¦mica colecci¨®n de arte de Puigdemont
El legado de Santos Torroella, bajo investigaci¨®n judicial en Girona, contiene cartas in¨¦ditas de Hemingway, Giacometti, Tzara, Matisse, Breton y ?luard a Joan Mir¨®
La colecci¨®n de arte del cr¨ªtico Rafael Santos Torroella (Port Bou, 1914 ¡ª Barcelona, 2002), comprada por el Ayuntamiento de Girona en el 2014 cuando Carles Puigdemont era alcalde, est¨¢ en el centro de un embrollo judicial. La juez de Girona que ha instruido el fraude del agua en la ciudad, que incluye la investigaci¨®n de la compra de la colecci¨®n de arte, ha enviado la causa a mediados de febrero al Tribunal Supremo para que decida si investiga a Puigdemont, aforado por su condici¨®n de eurodiputado, por si hubiese incurrido en alguna ilegalidad al emplear en la adquisici¨®n de las obras dinero que ten¨ªa que ser destinado a la red de aguas de la ciudad. El mundo independentista cree que la denuncia que desencaden¨® la instrucci¨®n, presentada por la CUP en 2015 y que involucraba a la empresa de aguas Agissa, participada en un 20% por el consistorio y en el 80% restante por Girona, SA, (CaixaBank, Agbar y FCC-Aqualia), puede derivar en la extradici¨®n del expresidente Puigdemont, pr¨®fugo por delitos relacionados con el refer¨¦ndum independentista de 2017, declarado ilegal por la justicia.
La colecci¨®n, que ya quiso comprar el alcalde socialista Joaquim Nadal en 2001, consta de 1.240 piezas, y contiene obras de Picasso, Picabia, Mir¨®, Dal¨ª, Lorca, Millares, T¨¤pies, ?ngeles Santos y Maruja Mallo, entre otros. Mientras se resuelve la creaci¨®n de un Museo de Arte Moderno y Contempor¨¢neo, est¨¢n depositadas en los almacenes del Museo de Historia de la ciudad, lo que no impidi¨® que en 2016 se prestara obra al Reina Sof¨ªa para la exposici¨®n Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra espa?ola. 1939-1953.
El archivo, que fue donado por la familia al consistorio, es clave para documentar la obra de Dal¨ª, Lorca y Mir¨®, y la historia del arte de vanguardia durante los a?os de plomo del franquismo. En el 2017 el Ayuntamiento digitaliz¨® y colg¨® en la Red el extraordinario fondo de la Galer¨ªa Dalmau, que formaba parte del archivo. Tres t¨¦cnicos est¨¢n catalogando los papeles, dedicando especial urgencia a la revista Cobalto (1947-1950), los encuentros de la Escuela de Altamira en Santillana del Mar y los congresos de poes¨ªa de Segovia (1952), Salamanca (1953) y Santiago de Compostela (1954). Ya han surgido las primeras sorpresas. EL PA?S ha tenido acceso a una veintena de cartas dirigidas a Mir¨® por Matisse, ?luard, Max Jacob, Hemingway, Breton y Tzara, entre otros. De ellas, Santos Torroella, que catalog¨® la correspondencia de Mir¨®, solo public¨® en 1950 una carta de Max Jacob (1921), mientras que en la biblioteca Kandinsky de Par¨ªs hay copia de una dura carta de Breton (1948). Es importante la carta en la que Max Jacob contacta por primera vez con el artista durante su segundo viaje a Par¨ªs. Est¨¢ fechada el 22 de febrero de 1921: ¡°Como estoy muy ocupado, he reservado un d¨ªa para recibir a mis amigos. Yo estoy todos los martes por la tarde en el 2 Rue Lamarck en el caf¨¦ de la Savoyarde, al pie de Sacr¨¦ Coeur y en lo alto del funicular. Ser¨¢ un placer conocerle porque le env¨ªa mi excelente amigo Raynal¡±.
Uno de los grandes hallazgos es la carta que Hemingway env¨ªa a Mir¨® el 10 de octubre de 1930 desde L-T Ranch, en Cooke City (Montana), para felicitarle por el nacimiento de su hija Maria Dolors. Hemingway se ha quedado solo, pues su esposa, Pauline, hab¨ªa ido a Nueva York a embarcar hacia Par¨ªs a Bumby, el hijo que tuvo con Hadley Richardson: ¡°Yo me quedo para intentar acabar el libro que hago¡±. El libro es Death at the Afternoon, en el que hay un pasaje en el que relata los d¨ªas que el verano anterior pas¨® en la mas¨ªa de Mir¨® en Mont-roig.
¡°Muy buena caza¡±, prosigue Hemingway, ¡°aqu¨ª, he matado dos osos enormes, que se hab¨ªan comido m¨¢s de veinte cabezas de ganado, vacas, etc., antes de que los matara. Tambi¨¦n muchas perdices. Un wapiti (especie de enorme ciervo que pesa 1.100 libras), un mufl¨®n de las Monta?as con hermosos cuernos, y otras bestias. Yo a¨²n cazar¨¦ el oso unas semanas, cuando Dos Passos haya llegado [¡ ]. Como ves, ?escribo en franc¨¦s peor que nunca!¡±.
Le da noticias del amigo com¨²n, el poeta estadounidense Evan Shipman, a quien le gan¨® en una partida de dados el derecho a comprar uno de los cuadros fundamentales de Mir¨®, La mas¨ªa, y la emprende con Gertrude Stein: ¡°Est¨¢ muy bien que Gertrude Stein se digne por fin a amar tus cuadros, pero no te f¨ªes mucho de ella. Es una mujer encantadora, de gran inteligencia, pero muy poco fiel a sus amistades y sus preferencias. Ella apuesta siempre por los ganadores. Hace algunos a?os ella toc¨® muchos ganadores en la pintura, como sabes bien, pero ahora apuesta por los Tchelitchew, los Tornay, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Todos los pompiers homosexuales, y ella ha hecho lo mismo y peor en la literatura. Hoy en d¨ªa, siempre que un tipo sea suficientemente joven, nada feo y sepa hacer cumplidos, ella encontrar¨¢ siempre algo bueno en su pintura, sus escritos, etc.¡±. ¡°Yo creo¡±, le dice, ¡°que ha perdido su buen ojo en la pintura, pero me alegra que haya rectificado y empiece a amar tus obras. Ha escrito cosas buenas, muy buenas, enormes. Es una gran escritora, una de las mejores de todas. Pero basta ya de cr¨ªticas¡±.
¡°A?oro mucho Par¨ªs¡±, escribe. ¡°Aqu¨ª se est¨¢ muy bien, se vive verdaderamente y amo el paisaje, la caza y la pesca. La gente es tambi¨¦n muy simp¨¢tica y bebemos juntos bien, pero por la tarde, a las 5, me falta ir a los caf¨¦s, ver a los burgueses tomar el aperitivo despu¨¦s de haber enga?ado a sus mujeres, a los malos pintores, los peores escritores, los negros de permiso, los maricas, las putas, las amantes que esperan, las amantes esperadas, los malditos paisanos y paisanas y mancillarme lentamente con los Jerez leyendo L¡¯intransigeant, Paris-Soir y en fin el Paris-Sport completo antes de cenar¡±.
Escultura negra
Tambi¨¦n le explica sus planes con su editor: ¡°En primavera volveremos a Par¨ªs. Yo voy a ?frica (Sud occidental) con MacLeish y algunos otros buenos amigos, una expedici¨®n financiada por un director del Museo Metropolitan de Nueva York (ni una palabra de esto). ?Cazaremos leones, elefantes y escultura negra! As¨ª que espero verte antes de no demasiado tiempo, pues pasaremos por Par¨ªs y despu¨¦s partiremos desde Marsella¡±. Pero sus planes no se cumplieron. Cuando acompa?aba en auto a Dos Passos a la estaci¨®n se fractur¨® el brazo derecho.
El archivo contiene el manuscrito original de Paul ?luard Naissance de Mir¨®, cartas de G¨®mez de la Serna (¡°Estamos dedicados a parecido atisbo de los cielos y del fondo de la tierra¡±) y otra de Henri Matisse en la que le agradece el env¨ªo de un art¨ªculo sobre su obra (¡°Por desgracia no s¨¦ espa?ol¡±). M¨¢s reveladora es una misiva que le env¨ªa Tristan Tzara el 9 de febrero de 1931: ¡°Temo¡±, escribe el poeta dada¨ªsta, ¡°haber estado, el otro d¨ªa, demasiado fatigado para expresarle la dicha real que me han producido sus esculturas, y de no haberle agradecido suficientemente hab¨¦rmelas ense?ado. Me ha rejuvenecido al menos 10 a?os ver que existe a¨²n la posibilidad de una obra escandalosa y doy a esta palabra todo su valor de juventud y de verdadero derrumbe del sistema emocional y est¨¦tico. Me alegra que tenga en usted esa reserva que le evitar¨¢ siempre deslizarse por la pendiente peligrosa. Con toda admiraci¨®n y simpat¨ªa¡±.
Desoladoras son las cartas que reflejan la profunda crisis que el crash de 1929 origin¨® en el mercado de arte de Par¨ªs. ¡°L¨¦once¡±, escribe Christian Zervos, ¡°se ha visto obligado a vender sus muebles y abandonar su apartamento para vivir en la galer¨ªa¡ Hay entre los pintores y escultores una miseria como no hab¨ªa visto antes¡±. El influyente cr¨ªtico Carl Einstein, el amigo de Picasso, Bataille y Leiris, es a¨²n m¨¢s dram¨¢tico: ¡°Lo nuevo ha muerto¡ falta coraje en su oficio y usted lo tiene¡±. Y en otra: ¡°Hay una crisis moral de primer orden. No sorprende vista la corrupci¨®n palpable de los intelectuales. Una actividad que solo existe si la imaginaci¨®n est¨¢ envuelta en billetes de banco¡±. En 1935, el cr¨ªtico piensa en el suicidio y pide ayuda a Mir¨® para trabajar en Espa?a. El artista le env¨ªa 500 pesetas. Durante la Guerra Civil se enrola en la Columna Durruti y en 1940 en Francia se arroj¨® desde un puente para no caer en manos de las tropas nazis.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.