La guerra, van a matar a mucha gente
¡®Rosa de Madrid¡¯ es un cuento de Juan Eduardo Z¨²?iga que conserva el fulgor del drama de la contienda
Impresiona Rosa de Madrid, deja en el que lo lee una perplejidad como de herida, un surco de amor y dolor, un aullido. Un pu?o hasta la garganta, un susurro de hierro. El miedo. ¡°?De qu¨¦ tienes miedo?¡±, le pregunta un hombre, y Rosa responde, ¨²nicamente: ¡°La guerra, van a matar a mucha gente¡±. Madrile?a que busca, en medio de la contienda, algo parecido al consuelo, el amor. A su alrededor Rosa percibe ¡°un ¨²nico tambor enorme¡±, ¡°una multitud silenciosa y malvada, dispuesta a destruir todo¡±, y grita, ¡°a¨²lla durante horas¡±. Mientras tanto ha ido buscando el amor, un riesgo en todas sus formas, incluida la forma de la ternura.
Rosa de Madrid es un cuento de Juan Eduardo Z¨²?iga, est¨¢ en Capital de la gloria (Alfaguara, 2003), y conserva el fulgor de la escritura de este hombre que, hasta el fin de sus d¨ªas (muri¨® en Madrid, a los 101 a?os el pasado 24 de febrero), hizo del drama de la guerra una m¨²sica ¨²nica, persistente, solitaria, un eco en la soledad de los atemorizados. ?Por qu¨¦ es tan extraordinario este relato en concreto?, le pregunt¨¦ a ?ngeles Encinar, profesora que tambi¨¦n ha analizado (hace un a?o, en Cuadernos Hispanoamericanos) el texto que lo precedi¨®, Ojos de miedo, censurado en 1953 y guardado para siempre por su autor.
Dice Encinar: ¡°Rosa de Madrid es un relato extraordinario porque el lector acompa?a a la protagonista en sus recorridos por las calles y los barrios de la capital y es, a la vez, testigo de la transformaci¨®n que la guerra provocar¨¢ en la ciudad y en la joven. Lo ilustra con maestr¨ªa el final del primer p¨¢rrafo: ¡®Rosa [¡] cruz¨® en r¨¢pida traves¨ªa, como un fulgor, no fuego de altas llamas sino chispa de intenso brillo y, en seguida, humo, que se disipa y pierde en las silenciosas r¨¢fagas de olvido¡¯. En pocas p¨¢ginas, Z¨²?iga ofrece un testimonio de las v¨ªctimas inocentes y de los intensos da?os psicol¨®gicos producidos por la guerra: el deterioro de Rosa avanza al ritmo trepidante de la contienda. Busca el amor y el placer para mitigar el horror de su entorno, pero el pavor se impone y dirige a la joven de veinte a?os a la demencia. El aullido final es s¨ªmbolo de su enajenaci¨®n¡±.
En esta obra de arte hay historia y hay escritura, como si se soplaran a la vez, desde lugares distintos, hasta lograr una perfecta, aterradora armon¨ªa, que ahora podemos imaginar escrita con aquella letra perfecta, firme y educada del gran cronista ¨ªntimo de una guerra de aullidos. La joven asiste al deterioro como si su cuerpo, su voz y su alma fueran la expresi¨®n de la derrota que es la guerra. ¡°Se fue degradando lo mismo que la ciudad que la rodeaba y a la que pertenec¨ªa, que de ser hermosa y limpia, con jardines y avenidas, iba arruin¨¢ndose, bombardeada, hambrienta, sucia y fantasmal en su silencio de calles desiertas¡±. La destrucci¨®n o el amor, el definitivo asesinato de la ternura, la piel aterida de la chica y de la ciudad, el mapa destrozado de los afectos, el miedo como columna vertebral de su locura. ¡°A Rosa, los sencillos y graciosos veinte a?os se los rompi¨® aquel horror, tan ajeno a su desenfado y alegr¨ªa, quebr¨® la juvenil sustancia, reci¨¦n iniciada a la vida¡±.
El cuento es un pu?o cerrado, como un ¨¢nimo escrito en medio de la herida, cuando ya nada se espera y es sangre y dolor y muerte lo que hay m¨¢s all¨¢ del amor, la f¨ªsica templada de los cuerpos. ¡°Unos minutos extra?ada, en otros, inc¨®moda, en otros complacida por roces suaves que no se diferenciaban de su natural ternura¡±. Hasta que acude la realidad a hacerle su esquiva compa?¨ªa. ¡°Lo que hab¨ªa previsto y temido desde adolescente, una sacudida violenta o un dolor, pas¨® como una intimidad, breve porque el reloj marcaba la hora de acudir al trabajo¡±.
El miedo es la esencia abrumadora de la guerra. ¡°Si hubiera querido explicar su miedo ya no le dar¨ªa este nombre¡±. Como C¨¦sar Vallejo, por ejemplo, Z¨²?iga asiste a Rosa con otras palabras del diccionario que retumba en medio de una guerra y le deja que use mordedura, ya presente en Ojos de miedo. ¡°Mordedura, pues su entorno conflu¨ªa hacia ella para herirla¡±.
Leer este cuento es tocar en lo m¨¢s profundo de lo que dijo Z¨²?iga sobre el pavor cuya m¨²sica ¨¦l descubri¨® con la maestr¨ªa con la que dijo su propio susto.
Babelia
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