La verdad va hacia ti
Nuestra verdad jam¨¢s podr¨¢ ir m¨¢s all¨¢ de ser el simple contenido de nuestro discurso. Puede parecer poco, pero ya es mucho
Hemingway se asomaba a su ventana alta de la Place de la Contrescarpe de Par¨ªs y pensaba: no te preocupes, has escrito antes y lo har¨¢s de nuevo, todo lo que necesitas es escribir una frase verdadera, escribe la frase m¨¢s sincera que puedas.
Supe el otro d¨ªa, no sin cierta sorpresa, que este autoconsejo de Hemingway que distra¨ªdamente le hab¨ªa enviado hac¨ªa un a?o por correo a ToteKing, le hab¨ªa resultado decisivo a la hora de atreverse a dar el paso de escribir su primer libro. Por lo visto, logr¨® dar con una frase verdadera que de inmediato tom¨® como punto de arranque de B¨²nker, el libro que acaba de publicar, lo que me lleva a pensar que muchas veces puede ser providencial dar con una primera frase en la que creamos, que percibamos aut¨¦ntica, que la sintamos tan ¡°nuestra¡± que ni siquiera vaya a importarnos lo que de ellas opinen los dem¨¢s. ¡°Yo soy el que sabe cuando toreo bien¡±, dec¨ªa Manolete.
Seguramente Hemingway no lo sab¨ªa, pero su autoconsejo ten¨ªa un precedente, el ejercicio propuesto, un siglo antes, por Ludwig B?rne: ¡°Durante tres d¨ªas seguidos escribid, sin falsedad ni hipocres¨ªa, lo que pens¨¢is de vosotros mismos, de vuestras mujeres, de la guerra con los turcos, del Juicio Final, de vuestros superiores; transcurridos tres d¨ªas, os quedar¨¦is pasmados de la cantidad de ocurrencias inauditas que hab¨¦is tenido. En esto consiste el arte de convertirse en tan breve periodo de tiempo en un escritor¡±.
Si en todo esto algo me queda claro es que, por mucho que vivamos en un universo ya poblado de textos, quien atiende a su voz interior en lugar de plegarse al vocer¨ªo siempre dispondr¨¢ de un mundo ¨²nico. As¨ª que no es recomendable reprimirse a la hora de buscar una primera frase sincera. Todo lo contrario. Por muy superpoblada que est¨¦ la aldea global del cuento, se trata tan solo de saber pensar por cuenta propia, ¡°sin falsedad ni hipocres¨ªa¡±, y sin ninguna clase de temores.
Sin temores, porque frente a los m¨²ltiples enemigos del principiante siempre puede alzarse su frase aut¨¦ntica, indestructible. Aunque conviene ser prudente y no olvidar que la verdad solo podr¨¢ ayudarnos a poner en marcha un libro, pero nunca a hablar en el nombre exactamente de ella, porque nuestra verdad jam¨¢s podr¨¢ ir m¨¢s all¨¢ de ser el simple contenido de nuestro discurso. Puede parecer poco, pero ya es mucho. Es m¨¢s, no perdamos de vista que a la larga la autenticidad tiene peligros, puede ir volvi¨¦ndose retr¨®grada. ?O acaso no habla Boris Johnson de los ¡°verdaderos brit¨¢nicos¡±, o Donald Trump de los ¡°verdaderos estadounidenses¡±? Es el culto de lo aut¨¦ntico metamorfose¨¢ndose hacia un credo reaccionario.
?La verdad! ?Desde cu¨¢ndo estudiamos esta palabra? Un d¨ªa, en su aula del Trinity College, Wittgenstein fue acusado por un positivista del C¨ªrculo de Viena de haber abandonado la noci¨®n de verdad. ¡°?La verdad?¡±, pregunt¨® furioso, y tomando de la pizarra una tiza respondi¨®: ¡°Digamos que esta tiza es el lenguaje y que la verdad va hacia ti¡±. El positivista no tuvo ni tiempo de esquivar la tiza que Wittgenstein acababa de arrojarle.
Babelia
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