Cabalgando un rayo de oro
Cuando ¡®La Anunciaci¨®n¡¯ de Fra Angelico se revel¨®, Florencia no se hab¨ªa a¨²n repuesto de la peste

Se llamaba Guido, hijo de Piero, naci¨® cerca del castillo de Vicchio, en el alto valle del Mugello, pr¨®ximo de Florencia, alrededor de 1400. A los 18 a?os tom¨® los h¨¢bitos de la Orden de Santo Domingo con el nombre de Giovani da Fi¨¦sole. Los rom¨¢nticos del siglo XIX lo consideraron un pintor m¨ªstico, siempre absorto en visiones inefables, lleno de amor y de sabidur¨ªa. Debido a eso fue merecedor del nombre de Fra Ang¨¦lico. Muri¨® con 55 a?os.
Recuerdo el vah¨ªdo estendhaliano que, en mi primer viaje a Florencia, me produjo la visita al convento de San Marco. En el refectorio menor est¨¢ el fresco de la ?ltima Cena de Ghirlandaio. Sobre un mantel blanco, entre vasos de vino, panecillos y cuencos de cer¨¢mica, hay diseminadas gran cantidad de cerezas, que le dan un aire de primavera al ¨¢gape. El Maestro tiene a los disc¨ªpulos alineados, a derecha e izquierda, detr¨¢s de la mesa, con el bello Juan dormido en su regazo, a quien parece estar acariciando con mano dulce los rizos de oro. S¨®lo Judas se halla sentado enfrente del Maestro dispuesto a mojar el pan en el mismo plato para solventar sus diferencias. Detr¨¢s de Judas hay un gato en el suelo mirando hacia el espectador. ?Qu¨¦ hace un gato en esta ?ltima Cena de Ghirlandaio? Tal vez espera que alg¨²n comensal le eche siquiera una miga de pan, que en este caso ser¨ªa ya el cuerpo de Dios. No es el ¨²nico enigma. En esta pintura de Ghirlandaio resulta evidente que el tercer disc¨ªpulo contando por la derecha es una mujer tocada con un manto rojo, lo mismo que Juan es tambi¨¦n una figura ambigua envuelta en delicados tonos azules.
Pero en aquella visita sent¨ª aun m¨¢s emoci¨®n al entrar en la peque?a y austera celda, que ocup¨® Fra Ang¨¦lico en la primera planta del convento durante el tiempo en que por encargo de Cosme de M¨¦dicis tuvo que decorar con frescos de escenas b¨ªblicas los aposentos de los frailes. La celda de Fra Ang¨¦lico estaba cerca de la que, a?os despu¨¦s, ocupar¨ªa Savonarola, el impulsor de la hoguera de las vanidades, el azote de vicios ajenos, el que gozaba del refinado placer de amenazar a los poderosos con el castigo eterno, hasta que el papa Alejandro VI le dio a probar su propia medicina. Lo prendi¨®, lo conden¨® a garrote vil y despu¨¦s arroj¨® los despojos a la hoguera.
La ¨²ltima vez que estuve en el Museo del Prado hube de abrirme paso entre cogotes hasta llegar al cuadro de La Anunciaci¨®n, de Fra Ang¨¦lico, en el que, despu¨¦s de una restauraci¨®n minuciosa, ha aparecido el milagro de todas las luces puntillistas de oro miniado. Ahora el Prado est¨¢ cerrado a causa de la peste. Toda la belleza se halla envuelta en ese silencio que existe a veces entre dos acordes en una pieza musical. Puede que desde alguna ventana penetre en el interior del museo un rayo de sol como el que atraviesa el p¨®rtico de La Anunciaci¨®n de Fra Ang¨¦lico ante la visita del ¨¢ngel.
La ¨²ltima vez que estuve en el Museo del Prado hube de abrirme paso entre cogotes hasta llegar al cuadro de Fra Ang¨¦lico
El cuadro, de 194x194 cm, sobre tabla fue pintado al temple y pan de oro en 1426 para la iglesia del convento de santo Domingo de Fi¨¦sole. Los frailes lo vendieron a Mario Farnese en 1611 para reparar el campanario. Despu¨¦s este pr¨ªncipe lo regal¨® al duque de Lerma, valido de Felipe III, y fue depositado en la iglesia de los dominicos de Valladolid, pante¨®n de la Casa de Lerma y a ra¨ªz de la ca¨ªda en desgracia del valido, el cuadro pas¨® al convento de las Descalzas Reales de Madrid donde permaneci¨® hasta mediados del siglo XIX. All¨ª en el claustro alto lo descubri¨® el pintor Federico de Madrazo, director del Prado, quien consigui¨® que la priora del convento transigiera en cederlo al museo el 16 de julio de 1861. Las monjas algunas veces lo han reclamado y han conseguido tenerlo en su capilla para rezar ante la Virgen y no parece que sea mayor el fervor de sus rezos que el amor que las monjas ponen en cultivar los frutos y verduras de su huerta, dignas de aparecer en el jard¨ªn del cuadro.
El haz de luz que desde la altura atraviesa el p¨®rtico hasta iluminar el regazo de la Virgen est¨¢ compuesto por innumerables filamentos realizados con microsc¨®picos puntos de oro por donde se desliza la paloma del Esp¨ªritu Santo. De hecho, Fra Ang¨¦lico se adelant¨® a Max Planck a la hora de descomponer la luz en fotones. Puntos en lugar de pinceladas, as¨ª fue el puntillismo del neoimpresionista George Seurat en 1884, una conquista que siglos antes hab¨ªa alcanzado Fra Ang¨¦lico con amor y sabidur¨ªa e infinita paciencia. Cuando esta Anunciaci¨®n se revel¨®, Florencia no se hab¨ªa repuesto todav¨ªa de la peste negra que trajeron las pulgas de las ratas por la ruta de la seda. Pienso que lo primero que voy a hacer cuando se levante la peste ser¨¢ volver al Prado para contemplar de nuevo ese rayo de oro de Fra Ang¨¦lico como una forma de quedar totalmente purificado y demostrarme a mi mismo que sigo estando vivo.
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