El misterio que envuelve el final de la Guerra Civil
La resoluci¨®n del conflicto espa?ol mantiene inc¨®gnitas, ocho d¨¦cadas despu¨¦s, por un contexto de enfrentamientos entre republicanos que azuz¨® la estrategia franquista
La Guerra civil sigue siendo un tema complejo y controvertido. Se sabe mucho m¨¢s de su comienzo que de su final. El desenlace es bien sabido, pero la forma en qu¨¦ termin¨® realmente sigue siendo un misterio. Se da por supuesto que Franco quiso alargar la guerra, pero no se explica por qu¨¦ no pudo terminarla antes. Sobre su incontestable superioridad militar se han mantenido una serie de equ¨ªvocos. El m¨¢s generalizado lo cometemos todos casi sin darnos cuenta cuando equiparamos los efectos del conflicto a sus causas. Sobre el comienzo no hay pr¨¢cticamente discusi¨®n, la disputa est¨¢ en reconocer o atribuir sus antecedentes directos: un hilo parte de octubre de 1934 y llega hasta la primavera de 1936, el ciclo ascendente de movilizaci¨®n obrera; otro recorre las distintas ramas conspirativas y golpistas conectadas finalmente por el General Mola en marzo de ese mismo a?o.
La madeja que conduce al otro extremo, al del final de la guerra, sigue siendo la cr¨®nica de una muerte anunciada: la del Ej¨¦rcito Popular de la Rep¨²blica. Lastrado por la divisi¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, por el aislamiento diplom¨¢tico y militar al que fue sometido por un enemigo que le arrebat¨® desde un principio la soberan¨ªa y el monopolio de la violencia. Un enorme desequilibrio que explica la r¨¢pida concentraci¨®n de poder en torno al Franco de ¡°mientras dure la guerra¡±, as¨ª como la posterior unificaci¨®n y perpetuaci¨®n de su modelo dictatorial. El mando ¨²nico y la declaraci¨®n del estado de guerra, que solo se impondr¨ªa in extremis en el mundo republicano, tras la p¨¦rdida de Catalu?a, son los puntos cardinales de una evoluci¨®n opuesta, separada por dos hitos: los enfrentamientos de mayo de 1937 entre anarquistas y comunistas por el control de Barcelona, que terminar¨ªan provocando la ca¨ªda del gobierno de Largo Caballero y su sustituci¨®n por el de Negr¨ªn. Y el conocido como golpe de Casado, de marzo de 1939, que arrebat¨® el control de la zona Centro y Levante al propio Negr¨ªn, creando un Consejo de Defensa destinado a concluir la guerra. Una guerra que terminaba como empezaba, con un golpe, pero de naturaleza muy diferente: si el primero la provoc¨®, el segundo abri¨® un enfrentamiento interno que fractur¨® definitivamente el Frente Popular, generando un cisma de enormes dimensiones. Este final traum¨¢tico forma parte importante de la cultura pol¨ªtica de la izquierda espa?ola y sigue marcando la interpretaci¨®n de la guerra. Se han incorporado muchos datos, pero la mayor parte de las visiones actuales reproducen los idus de marzo de 1939.
Al menos desde la ¨²ltima fase de la batalla del Ebro, ya eran conocidas tres posturas o v¨ªas para terminar el conflicto, ninguna de las cuales exclu¨ªa la negociaci¨®n. En primer lugar, la del propio presidente Negr¨ªn, apoyada por el PCE y una parte de los socialistas, mostrada en sus c¨¦lebres 13 puntos, que se ofrec¨ªa a una mediaci¨®n internacional y buscaba ganar tiempo hasta que estallara la guerra en Europa. En segundo lugar, la del Consejo de Defensa. Presidido por el general Miaja y el coronel Casado, estaba apoyado pol¨ªticamente por la colaci¨®n socialista y anarquista del primer a?o de guerra, a la que se fueron sumando los partidarios de Prieto y los republicanos, que acusaban igualmente a los comunistas de controlar los ascensos y los recursos del Gobierno Negr¨ªn. Con Besteiro como consejero de Estado, el tambi¨¦n llamado ¡°partido de la paz¡± o de la ¡°paz honrosa¡±, buscaba terminar cuanto antes la guerra a cambio de una serie de garant¨ªas sobre la vida de los combatientes y la poblaci¨®n civil. Por ¨²ltimo, pero m¨¢s importante por su posici¨®n de fuerza, el Cuartel General de Franco, que abogaba exclusivamente por la rendici¨®n incondicional y que solo estaba interesado en la entrega ordenada de las ciudades y el restablecimiento r¨¢pido de la log¨ªstica y los servicios p¨²blicos. Una estrategia que hab¨ªan perfeccionado mucho entre la ocupaci¨®n de Bilbao y la de Barcelona, que permit¨ªa capitalizar pol¨ªticamente el d¨ªa despu¨¦s, el de la Victoria, al tiempo que extender el control definitivo sobre ¡°todo el territorio y la poblaci¨®n desafecta¡±.
¡°Ingenuos¡± y ¡°traidores¡±
La mayor parte de la historia reciente tilda a los segundos de ¡°ingenuos¡± y ¡°traidores¡±. Calificaciones que pesan sobre ellos desde aquellos mismos d¨ªas que protagonizaron unos hechos que pusieron fin a una guerra civil que duraba ya m¨¢s de 30 meses, en la que la mayor parte de los mandos militares, incluidos los generales Rojo y Miaja, se opon¨ªan a la pol¨ªtica de resistencia de Negr¨ªn, respaldada de pleno por el PCE, pero con el inconveniente de que sus l¨ªderes y m¨¢ximos defensores hab¨ªan abandonado ya Espa?a. Los partidarios de la paz fueron ¡°ingenuos¡± s¨ª, porque no obtuvieron ninguna garant¨ªa por escrito de Franco, pero es algo que s¨®lo sabemos ahora. Quer¨ªan terminar la guerra aunque no compart¨ªan las mismas motivaciones.
Unos, como Casado, pensaban en un nuevo abrazo de Vergara entre militares, otros como Besteiro, ¨²nica figura hist¨®rica que quedaba del socialismo dentro de Espa?a, cre¨ªa posible reeditar la experiencia del general Primo de Rivera y sobrevivir pol¨ªticamente a trav¨¦s de una UGT m¨¢s moderada, y otros como Cipriano Mera, representaban el sentir mayoritario del mundo anarquista: comenzar la reorganizaci¨®n interna de la CNT. Todos ten¨ªan la mirada fija en la posguerra y, aunque no ten¨ªan un plan previsto para pasar a la clandestinidad, trataron de negociar un plan escalonado de evacuaci¨®n que salvara y reagrupara a la mayor parte de sus cuadros dirigentes, para dise?ar e iniciar su reconstrucci¨®n posterior. El problema es que exclu¨ªa a negrinistas y comunistas, que interiorizaron el golpe como una enorme traici¨®n que cost¨® la guerra y la vida a muchos de sus compa?eros detenidos y entregados a los franquistas.
Para comprender este complejo final, sin embargo, no basta con amplificar una de las dos posturas enfrentadas e ignorar a la tercera, la franquista. La negociaci¨®n que llev¨® a la rendici¨®n final era solo la punta del iceberg de un cambio de estrategia iniciado tras el fracaso en Madrid, un cambio hacia la guerra de desgaste y de ocupaci¨®n, que se incentiv¨® sobre todo desde mediados de 1937 con la creaci¨®n del Servicio de Informaci¨®n y Polic¨ªa Militar (SIPM), con el que el Cuartel General de Franco buscaba potenciar al m¨¢ximo la deserci¨®n, el derrotismo y la infiltraci¨®n en campo enemigo. En menos de un a?o, antes de la batalla del Ebro, ten¨ªan capacidad de ocupar las tres grandes ciudades republicanas y recib¨ªan informaci¨®n en tiempo real, civil y militar, de toda la retaguardia contraria, desde el ultimo centro de reclutamiento al puesto de mando del Estado Mayor republicano. Esa red de agentes fue la que dirigi¨® en todos los puntos neur¨¢lgicos, no solo en Madrid, los contactos con los partidarios de terminar la guerra, y, llegado el momento, pas¨® a apoyarles, con todos sus medios, econ¨®micos, industriales e incluso militares, contra los defensores de Negr¨ªn. La estrategia de captaci¨®n y divisi¨®n pol¨ªtica tuvo tanto ¨¦xito que siguieron incentiv¨¢ndola entre las Cortes Republicanas en el exilio, rompiendo definitivamente el Frente Popular y agrandando una divisi¨®n interna muy patente en el seno del PSOE.
Unos, como Casado eran partidarios de un nuevo abrazo de Vergara entre militares
El 21 de marzo de 1939 se nombr¨® una nueva Comisi¨®n Ejecutiva que no reconoc¨ªa a Negr¨ªn ni a su secretario Lamoneda, iniciando as¨ª una ruptura que se extendi¨® a todas las ramas y organizaciones socialistas. Una crisis que sigui¨® ganando trascendencia con el paso del tiempo hasta convertirse en una ¡°querella¡± que debilit¨® y rest¨® credibilidad al propio Gobierno Republicano en el exilio. Mientras, en el interior, el sue?o de un plan, apenas esbozado, se convirti¨® en una pesadilla. La represi¨®n y los fantasmas de la guerra, marcaron el comienzo de un trauma pol¨ªtico y social sin precedentes en la historia contempor¨¢nea espa?ola. La decisi¨®n de mantenerse en sus puestos y salvar los cuadros pol¨ªticos y sindicales, de no eliminar los archivos y conservar la documentaci¨®n que aliment¨® a?os de ejecuciones, c¨¢rceles y exilios, pes¨® mucho tiempo sobre sus hombros. Traidores para unos, m¨¢rtires para otros, la mayor parte de los actores del final de la guerra siguen siendo ignorados. La investigaci¨®n ofrece hoy, por el contrario, nuevas y mayores posibilidades para salir de este laberinto de emociones y memorias enfrentadas que todav¨ªa sobrevuela nuestra historia reciente.
Gutmaro G¨®mez Bravo es coordinador del Grupo de Investigaci¨®n de la Guerra Civil y del Franquismo de la Universidad Complutense de Madrid.
Babelia
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