Antonio Ferres, adalid de la lucha vecinal por condiciones de vida dignas
El escritor, fallecido a los 96 a?os, fue uno de esos hombres que consagraron su vida a los dem¨¢s
Antonio Ferres Bugeda ha fallecido a los 96 a?os en el Hospital madrile?o de La Paz en la ma?ana de este s¨¢bado por causas no relacionadas con el coronavirus. Hab¨ªa nacido en la calle de Antonio Palomino, entonces del barrio de Arg¨¹elles, en 1924. Su padre era suboficial del Ej¨¦rcito y su madre se dedicaba a las labores dom¨¦sticas. Ella muri¨® muy joven. Ten¨ªa Antonio un hermano, de nombre Jos¨¦, que le ha sobrevivido. Con 12 a?os, vivi¨® la Guerra Civil en Madrid, donde aprovechaba las exiguas pausas de los bombardeos franquistas contra la ciudad desde el Cerro de Garabitas, para jugar al f¨²tbol en plena calle o coleccionar casquillos de balas y fragmentos de metralla recogidos por el suelo del martirizado barrio. De esp¨ªritu extravertido y muy observador, Ferres decidi¨® estudiar una ingenier¨ªa t¨¦cnica, la del peritaje industrial. Consigui¨® trabajo bien remunerado en un laboratorio de la Escuela de Ingenieros de Caminos, junto al Observatorio Astron¨®mico del Retiro. Conoci¨® a Dolores Morales y se casaron. Tendr¨ªan una hija, Dolores, Magistrada en Barcelona.
Su esposa, fallecida hace un a?o, ten¨ªa entonces un sobrino que penaba una larga condena por su militancia comunista, as¨ª como un t¨ªo represaliado tambi¨¦n tras la contienda civil. Aquellos hechos ahormaron la sensibilidad social y pol¨ªtica de Ferres, que le llevar¨ªa a integrarse en el Partido Comunista de Espa?a junto con su amigo Armando L¨®pez Salinas, delineante y compa?ero en el laboratorio. Con ¨¦l compartir¨ªa sensibilidad no solo pol¨ªtica, sino tambi¨¦n y sobre todo, literaria. Expulsado de su trabajo por su militancia, colabora como corresponsal clandestino en Madrid de Radio Espa?a Independiente, junto con el sevillano Alfonso Grosso y el propio L¨®pez Salinas. La emisora del PCE emit¨ªa desde Ruman¨ªa y era muy escuchada subrepticiamente por miles de radioyentes espa?oles, pese a las potentes antenas que la Polic¨ªa franquista hab¨ªa colocado para interferirla, entre otros enclaves, en el ¨¢tico del edificio Titanic, en la avenida madrile?a de Reina Victoria, junto a Cuatro Caminos.
Ferres enviaba notas no estrictamente pol¨ªticas a La Pirenaica, como se denominaba coloquialmente a la emisora dirigida por Ram¨®n Mendezona, sino tambi¨¦n relatos sobre asuntos culturales y cuentos, g¨¦nero literario este que siempre le agrad¨® cultivar. Tras recibir en 1956 el Premio S¨¦samo, escribe tres a?os despu¨¦s La piqueta, novela basada en las tribulaciones sufridas por inmigrantes extreme?os, andaluces y castellanos nuevos, asentados en la deprimida zona meridional madrile?a de Orcasitas. Pese a la persecuci¨®n policial y judicial que sufr¨ªan para erradicarlos de all¨ª, en medio de su extrema pobreza, los inmigrantes se constru¨ªan chabolas, bajo la amenaza de que les fueran demolidas por la piqueta, entonces a manos de la Guardia Civil, en un plazo de quince d¨ªas, de no contar con autorizaci¨®n para construirlas, permiso casi imposible de obtener. La piqueta designaba tambi¨¦n el utensilio utilizado por familias inmigrantes en el contiguo Cerro de san Febr¨®n, escombrera cercana a una v¨ªa de tren hoy soterrada, donde los chabolistas y su prole extra¨ªan cautelosamente desechos de materiales de construcci¨®n para consolidar sus precarias viviendas.
La piqueta se convirti¨® en un alegato de gran impacto moral y pol¨ªtico, ya que visibiliz¨® la angustia de miles de familias inmigrantes por conseguir condiciones b¨¢sicas para vivir con dignidad, como explica F¨¦lix L¨®pez Rey, pionero en la lucha vecinal del distrito de Usera. Este barrio fue castigado por el franquismo por haber sido uno de los principales focos de resistencia obrera en la guerra y la posguerra. Fue precisamente en el paraje de Orcasitas que hoy es el parque de Pradolongo donde, en el interior de una tanqueta de los alzados contra la Rep¨²blica, fue hallado en noviembre de 1936 el plan militar faccioso para capturar Madrid. Aquel hallazgo retras¨® la ca¨ªda de la ciudad en manos franquistas durante tres a?os, por la gesta de ¡°una milicia de alba?iles y modistillas enfrentados a un ej¨¦rcito regular armado por nazis alemanes y fascistas italianos¡±, comentaba.
Emigrante en Estados Unidos
Pese a su val¨ªa literaria, la precariedad llev¨® a Ferres a emigrar; march¨® a M¨¦xico, concretamente a Jalisco, donde trab¨® amistad con Max Aub, seg¨²n explica Antonio Montesinos, abogado civilista y laboralista, cu?ado de Ferres. ¡°Posteriormente viajar¨ªa a Estados Unidos, adonde acudi¨® a la llamada de su amigo Josef Scriveman, jud¨ªo sefard¨ª ladinoparlante, que era decano de una Facultad de Letras del ¨¢rea de Chicago, muy interesado en conocer la literatura de la generaci¨®n de 1950, a la que Ferres pertenec¨ªa¡±, explica. ¡°En Estados Unidos, donde permaneci¨® hasta 1976¡±, a?ade Montesinos, ¡°Ferres espa?ole¨® informando sobre las claves del realismo social de sus novelas y de las de su amigo L¨®pez Salinas, con el que Antonio Ferres escribir¨ªa Caminando por Las Hurdes, publicada por la prestigiosa revista cultural francesa Les temps modernes, de Jean Paul Sartre, as¨ª como Juan Garc¨ªa Hortelano, comunista como aquellos, o el recientemente desaparecido Juan Eduardo Z¨²?iga. ¡°Pero Antonio no aprendi¨® all¨ª m¨¢s que cuatro palabras del ingl¨¦s, sin que ello supusiera un gran problema¡±, comenta Montesinos con una sonrisa.
En 1976, a la muerte de Franco, Ferres regres¨® a Espa?a. Sigui¨® escribiendo y por sugerencia de sus amigos, el portadista de Alianza Editorial, Daniel Gil y el escritor gallego y cr¨ªtico musical, Javier Alfaya, volvi¨® a escribir poes¨ªa. Entonces se lamentaba: ¡°Ya no hay apenas una editorial que se dedique a editar cuentos¡±, dec¨ªa a este diario. Amante de las tertulias, como las de Pelayo o Nebraska, donde esgrim¨ªa su talante chispeante, a veces burl¨®n y algo descre¨ªdo, vivi¨® en la calle de Velarde, en Malasa?a y recientemente, en Alvarado, no lejos de Cuatro Caminos.
En 2016, vecinos de muchas de las 11.000 familias que habitan hoy el barrio de Orcasitas, urbanizado gracias a esfuerzos como el suyo o el de arquitectos y urbanistas como Eduardo Mangada, Jes¨²s Gago, Jos¨¦ Manuel Bringas y Eduardo Leira, o bien de escritores como Tom¨¢s M. Arnoriaga o laboralistas como Mar¨ªa Luisa Su¨¢rez, Amalia Li?¨¢n y Antonio Montesinos, tributaron a Ferres un homenaje singular: el de poner su nombre a una calle del parque de Pradolongo, que ¨¦l recibi¨® con regocijo. ¡°Voy a ser el ¨²nico rojo de Madrid que tiene una calle en vida¡±, brome¨® entonces a este peri¨®dico. Sin embargo, la derecha, en el gobierno municipal entonces, objet¨® que ¡°las calles solo se dedican a personas fallecidas¡±. La reivindicaci¨®n de su calle la reasume a partir de ahora la misma Asociaci¨®n de Vecinos de Orcasitas que decidi¨®, en su d¨ªa, dedic¨¢rsela. ¡°Ferres fue uno de esos hombres y mujeres que consagraron su vida a los dem¨¢s¡±, subraya F¨¦lix L¨®pez Rey, ufano por poder devolver al escritor ¡°solo una peque?a parte del bien que un hombre bueno como ¨¦l hizo a nuestro barrio, a todos los barrios que, como el nuestro, lucharon por sus derechos y su dignidad¡±.
Rafael Fraguas es periodista y Doctor en Sociolog¨ªa por la UCM.
Babelia
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