Antonio Ferres en su encierro
La censura y el exilio voluntario del autor posiblemente expliquen su por otra parte injustificada marginaci¨®n en el universo literario espa?ol
En una ocasi¨®n me dijo que por la libertad se paga el alto precio de la soledad. Esta tarde del 11 de abril, el escritor Antonio Ferres (Madrid, 1924-2020) no ha muerto de soledad pero s¨ª de ese encierro que lo hab¨ªa mantenido a salvo del mal¨¦fico virus, aunque al cabo haya resultado incompatible con su vigorosa pulsi¨®n libertaria.
Despu¨¦s de organizar una huelga, ¨¦l y L¨®pez Salinas dejan el trabajo como t¨¦cnicos en el Instituto Torroja para dedicarse a la literatura y enseguida a la acci¨®n pol¨ªtica. Cooptado por el partido comunista, ser¨¢ un militante d¨ªscolo que abandonar¨¢ la disciplina partidaria cuando lo hacen Sempr¨²n y Claud¨ªn. Empieza a publicar de la mano de su amigo Juan Eduardo Z¨²?iga y de Edmundo de Ory. Su primer cuento, Ca?as dulces, pasa la censura tal vez porque el t¨ªtulo sugiere que la acci¨®n transcurre en alg¨²n pa¨ªs suramericano. Gana el premio S¨¦samo (1956) por el cuento Cine de Barrio y a continuaci¨®n publica su primera novela, La piqueta (Destino,1959), un hito del tan injustamente tratado realismo social de la inmediata posguerra. Esta novela, que ha sido reeditada varias veces, incluso clandestinamente con un autor falso, dio lugar a que le encasillaran sin ning¨²n fundamento, tal vez porque la censura impidi¨® que Carlos Barral editara sus dos siguientes novelas, Los vencidos y El regreso del Boiras. La primera de ellas se tradujo y edit¨® en varios idiomas por editores tan prestigiosos como Feltrinelli o Gallimard, pero de la segunda no quedaron ni las copias del manuscrito, una de las cuales Ferres rescat¨® en Dinamarca un tiempo despu¨¦s. Dichas novelas, escritas antes de Tiempo de silencio y del boom y estil¨ªsticamente desmarcadas del realismo social originario, no ver¨ªan la luz ante el p¨²blico lector al que estaban destinadas hasta bien entrado el siglo XXI. La censura y el exilio voluntario del autor posiblemente expliquen su por otra parte injustificada marginaci¨®n en el universo literario espa?ol.
El protagonista de su narraci¨®n En los claros ojos de John (Ediciones del Centro, 1975) dice que ¡°los hombres no est¨¢n hechos para vivir m¨¢s de dos o tres meses en la misma parte¡¡± y esa frase parece decirnos algo sobre Ferres como hombre libre, siempre urgido por su curiosidad, por sus ansias de vivir. No he tratado a nadie que me pareciera tan rico de aventura como ¨¦l, caballero errante desde el Senegal y el ?frica animista al mundo n¨®rdico y a la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Kruschev, a menudo por Francia, y de M¨¦xico a Venezuela y a Estados Unidos donde vivir¨ªa muchos a?os de universidad en universidad. ¡°La primera vez me fui por miedo y la segunda por hambre¡±, era una frase que a menudo repet¨ªa. Unas veces iba con nombre falso y otras con su propio nombre, siempre perceptor agudo de la realidad a la que se enfrentaba a pesar de las barreras idiom¨¢ticas.
Escribir y respirar
En su lib¨¦rrimo deambular se producen encuentros relevantes que Ferres describe con gracia en distintas ocasiones. As¨ª, en el Congreso Mundial por la Paz de Helsinki (1955) encuentra a personalidades como Miguel ?ngel Asturias, Pablo Picasso, Pablo Neruda o Jean Paul Sartre. Este ¨²ltimo le ha publicado por entregas en la revista Tempes Modernes su libro Caminando por las Hurdes, escrito a medias con L¨®pez Salinas, y le saluda cordialmente. Especialmente surrealista es el encuentro que Antonio y otros espa?oles tienen con Lister enajenado. Con Carrillo se encontrar¨¢ varias veces en Francia. El ¨²ltimo de estos encuentros tiene lugar en un piso an¨®nimo de Paris a convocatoria del l¨ªder, a quien se ha enfrentado a prop¨®sito de la actitud adoptada tras la muerte de Juli¨¢n Grimau. La narraci¨®n de este encuentro que hace Antonio es muy desmitificadora. Se encuentra tambi¨¦n con la Pasionaria e Irene Falc¨®n en Mosc¨²; con Max Aub convive estrechamente en M¨¦xico; con Garc¨ªa Hortelano es invitado a comer por Neruda en su residencia parisina y el retrato que hace del anfitri¨®n es en extremo divertido.
Para Antonio Ferres escribir era como respirar, un aspecto b¨¢sico de su fisiolog¨ªa. Contaba que ya con sus primeras letras ensayaba a escribir cuentos para su hermano que era menor que ¨¦l. De la ¨¦pica social nunca dej¨® de evolucionar hasta visitar y experimentar la m¨¢s estricta vanguardia. Hacia 2003, la Editorial Gadir empez¨® con Tierra de Olivos el rescate de la obra anterior de Ferres y la publicaci¨®n de la que estaba produciendo, incluida la bell¨ªsima poes¨ªa que como poeta rezagado ha dado lugar a media docena de t¨ªtulos. Durante nueve d¨¦cadas Ferres no ha dejado de escribir cuentos y sobre todo poes¨ªa, como necesidad biol¨®gica, sin importarle mucho el destino de lo que escrib¨ªa. A menudo los diseminaba por internet a los amigos.
Conoc¨ª a Antonio Ferres hace una docena de a?os y desde entonces hasta la reciente confinaci¨®n me he reunido con ¨¦l una vez por semana para desayunar. Lo que empez¨® siendo una reuni¨®n a dos devino con el tiempo una tertulia a la que asisten hasta una docena de personas. A todos los asistentes nos encantaba o¨ªrle hablar de entra?ables amigos suyos, como Juan Goytisolo, Daniel Gil, Juan Garc¨ªa Hortelano o Alfonso Grosso, recitar sin titubeos toda clase de poemas y prosas o relatar an¨¦cdotas muy interesantes de cuando era un adolescente durante nuestra Guerra Civil. ?Qu¨¦ memoria de 96 a?os tan espectacular! En dos ocasiones recientes hicimos en la tertulia del Sotoverde sendas lecturas de los poemas que con frecuencia nos enviaba por e-mail. Como despedida reproduzco el ¨²ltimo que recibimos antes del confinamiento.
A?O 202O
Por las arboledas del Tamarit/han llegado los perros de plomo¡ F.G.L.
Hab¨ªamos olvidado/que a pesar del buen augurio/de los idus de marzo/ ese d¨ªa asesinaron a Cesar.
Pero sobre todo hab¨ªamos olvidado/que era el equinoccio de primavera/cuando las noches se hacen iguales/a los d¨ªas-
Sab¨ªamos que en los parques cerrados/no pod¨ªan entrar los ni?os/por la gran epidemia del coronavirus/que parec¨ªa asolar el mundo/pero que dentro reto?aban los ¨¢rboles/y revoloteaban las mariposas.
Francisco Garc¨ªa Olmedo es autor de Buscando a Antonio Ferres (Gadir)
Babelia
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