Licantrop¨ªa social

Comienza como un drama social con apuntes sobre los prejuicios raciales y de clase; avanza por los caminos de la intriga criminal con un toque de erotismo; vira hacia el territorio del cine de g¨¦nero, entre el fant¨¢stico y el terror, pero sin abandonar el flujo natural del drama social de autor; rompe puntualmente con tres inesperadas secuencias de musical puro; y sorprende con un soberbio flashback narrado a trav¨¦s de coloridos dibujos (no animados). Los buenos modales, segundo trabajo firmado conjuntamente por los brasile?os Marco Dutra y Juliana Rojas, es un canto a la libertad narrativa y a la ruptura de expectativas.

Ins¨®lita y valent¨ªsima pese a sus imperfecciones y desequilibrios, la pel¨ªcula se va convirtiendo en algo inolvidable porque admite pocas analog¨ªas. Si acaso, las primeras obras del cine del cuerpo de David Cronenberg, sus mutaciones, sus representaciones de lo irrepresentable: Vinieron de dentro de¡­, Rabia y, principalmente, Cromosoma 3. Porque, como en aquellas primerizas pel¨ªculas de Cronenberg, hay cierta tosquedad en la puesta en escena de los directores, sobre todo en esas secuencias de di¨¢logo a dos, filmadas en feos planos medios, con un extremo abuso del plano-contraplano con escorzo, m¨¢s propias de un culebr¨®n televisivo o de un biso?o cortometraje que de la interesant¨ªsima pel¨ªcula presente.

Sin embargo, por comparaci¨®n, ese aspecto de la puesta en escena se ve contrarrestado por su reflexi¨®n sobre la maternidad, por su dicotom¨ªa entre la raza negra y la blanca en el Brasil contempor¨¢neo, por, en fin, su irrefrenable personalidad y su espontaneidad narrativa en un conjunto dominado por la licantrop¨ªa. Se necesitan m¨¢s pel¨ªculas como Los buenos modales, Premio Especial del Jurado en Locarno, premio de la Cr¨ªtica en Sitges, f¨¢bula social con castillo al fondo, audaz hasta su estruendoso plano final.