Se cumplen cien a?os de la muerte de Joselito El Gallo, el gran arquitecto del toreo
Adem¨¢s de sus aportaciones t¨¦cnicas, encauz¨® las estructuras del espect¨¢culo hacia los nuevos tiempos
Este s¨¢bado, 16 de mayo, se cumplir¨¢ un siglo de la tr¨¢gica muerte, en el ruedo toledano de Talavera de la Reina, de Jos¨¦ G¨®mez Ortega ¡®Gallito¡¯, el torero que, dentro y fuera de la arena, cambi¨® a conciencia las estructuras de la tauromaquia para adentrarla en la modernidad, seg¨²n informa Paco Aguado, autor del libro Joselito el Gallo, rey de los toreros.
Pero si la cornada en el vientre del toro Bailaor, que le produjo un shock por evisceraci¨®n, acab¨® con la vida del diestro sevillano, su legado a¨²n sigue vivo y vigente al paso de esos cien a?os justos desde que la noticia de aquel drama paralizara Espa?a.
Nacido en Gelves el 8 de mayo de 1895, en el seno de una familia de toreros y flamencos, Joselito El Gallo fue un genio precoz y un superdotado, f¨ªsica y mentalmente, para un arte del que se convirti¨® en figura y maestro ya desde que su hermano Rafael le dio la alternativa el 28 de septiembre de 1912, en la Maestranza de Sevilla.
Desde entonces y hasta la primavera de 1920, Gallito gobern¨® napole¨®nicamente desde la cumbre de la tauromaquia, aunque compartiendo trono con Juan Belmonte, m¨¢s su complementario que su rival, con quien form¨® la hist¨®rica pareja que protagoniz¨® la que se dio en llamar ¡°Edad de Oro¡¯ del toreo¡±.
La historia oficialista de la tauromaquia considera a Belmonte, por sus aportaciones t¨¦cnicas y est¨¦ticas, como un revolucionario de este arte, en contraposici¨®n con la figura de Gallito, al que se hace pasar por el ¨²ltimo gran torero del antiguo concepto: un absoluto dominador de la ciencia taurina, s¨ª, pero limitado por las l¨ªneas cl¨¢sicas.
En cambio, la perspectiva que dan los a?os ha hecho que el legado de Joselito se antoje incluso m¨¢s trascendental que el de su compa?ero de Triana, pues, adem¨¢s de sus tambi¨¦n vanguardistas aportaciones t¨¦cnicas, el menor de los G¨®mez Ortega fue quien contribuy¨® de forma m¨¢s decidida a encauzar las estructuras del espect¨¢culo taurino hacia los nuevos tiempos.
A pesar de su juventud, aunque bas¨¢ndose en su gran fuerza taquillera y su poder absoluto en la Fiesta de su tiempo, Joselito El Gallo supo ver perfectamente los caminos que deb¨ªa tomar la tauromaquia en todos sus aspectos, desde las ganader¨ªas hasta la organizaci¨®n de la carrera de una figura, criterio este en que se basaron despu¨¦s con sus toreros dos apoderados tan determinantes como Domingo Domingu¨ªn y Camar¨¢.
Si con la muleta y ante el toro abund¨® en el novedoso y m¨¢s intenso toreo ligado en redondo -para avanzar as¨ª la estructura de faena que acabar¨ªan por consolidar Chicuelo y Manolete-, Joselito mentaliz¨® a los ganaderos en la b¨²squeda de un tipo de toro m¨¢s bravo y de mayor entrega que sirviera a la nueva tauromaquia que, por separado y a un tiempo, estaban creando ¨¦l y Belmonte. Esas formas de torear que, fundidas y mejoradas, han llegado hasta nuestros d¨ªas.
Otra de las grandes aportaciones de Gallito fue el incondicional apoyo a la construcci¨®n de plazas monumentales, recintos que, con el doble de aforo, ayudaran a popularizar a¨²n m¨¢s el espect¨¢culo a costa de abaratar el precio de las entradas, justo en unos tiempos en que las masas comenzaban a tomar relevancia en el contexto pol¨ªtico y social.
Ese empe?o, que deriv¨® en las Monumentales de Barcelona y de Las Ventas -aunque esta no llegar¨ªa a verla levantada- le caus¨® a Joselito un sinf¨ªn de sinsabores cuando toc¨® el turno de la gran plaza que, con el acaudalado Jos¨¦ Julio Lissen de promotor, se construy¨® tambi¨¦n en Sevilla, en el barrio de San Bernardo.
En realidad, esos profundos cambios en las rancias estructuras del toreo que propugnaba Gallito chocaron contra una monta?a de intereses creados, especialmente los de las poderosas oligarqu¨ªas que intentaban mantener su mentalidad decimon¨®nica y lastraban esa inevitable evoluci¨®n del espect¨¢culo taurino.
De hecho, en una sociedad tan clasista como la de entonces, Jos¨¦ G¨®mez tuvo que luchar tambi¨¦n contra los muchos prejuicios que provocaba su condici¨®n de torero y de gitano por parte de madre -la gran bailaora Gabriela Ortega- que fueron los que, en principio, le impidieron casarse con la mujer que amaba, que no era otra que Guadalupe, la hija de su amigo el ganadero Felipe de Pablo Romero.
Despu¨¦s de siete temporadas en la cima del toreo, en tres de las cuales sobrepas¨® por primera vez en la historia la cifra de las cien corridas toreadas en una ¨¦poca de escasos medios de locomoci¨®n, y de haber puesto las bases para una radical modernizaci¨®n del espect¨¢culo, Joselito lleg¨® a Talavera sumido en un profundo bache an¨ªmico y con una fuerte campa?a en su contra de quienes a¨²n se negaban a esos cambios.
Con 25 a?os reci¨¦n cumplidos, habiendo renovado su arte como un Mozart de la tauromaquia, aquel 16 de mayo el gran torero sevillano -para algunos el mejor de la historia- sufri¨®, en un descuido, el derrote mortal que acab¨® con sus sinsabores y que le convert¨ªa en una de las m¨¢s c¨¦lebres leyendas del toreo.
La leyenda de quien, con una absoluta entrega a su pasi¨®n y una monumental clarividencia, dio a la tauromaquia el descomunal impulso que la ha tra¨ªdo hasta nuestros d¨ªas, un siglo despu¨¦s de que su sangre se derramara por el ruedo de Talavera y de que hasta la Virgen de la Macarena llevara luto por ¨¦l.
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