Elvis a¨²n no se ha ido

La amplitud cultural, social y hasta moral y psicol¨®gica que ha adquirido con los a?os la sencilla expresi¨®n ¡°Elvis ha abandonado el edificio¡± le ha servido al cineasta franc¨¦s Mikha?l Hers como eje metaf¨®rico y narrativo para componer Mi vida con Amanda, su tercer largometraje, y primero estrenado en Espa?a. Nacida como frase de megafon¨ªa para disolver a los fan¨¢ticos del rey del rock tras sus conciertos, con el tiempo se ha ido conformando tambi¨¦n, entre otros asuntos, como exteriorizaci¨®n del momento en que se tira la toalla respecto de un objetivo vital. Un ¡°ya no puedo m¨¢s con esto¡±, un derrumbe an¨ªmico del que solo se puede salir si a Presley le da por volver a firmar aut¨®grafos o a cantar un bis, cosa harto improbable.

La sencilla cotidianidad de los primeros 25 minutos de Mi vida con Amanda demuestran que se puede hacer una pel¨ªcula muy bonita, profunda y delicada sobre las cosas m¨¢s elementales de la vida, algo que en un momento como el actual ejerce adem¨¢s un doble efecto sentimental: un paseo en bici con una peque?a sobrina; el primer encuentro de miradas con una persona de la que te vas a acordar a cada minuto del siguiente d¨ªa; un picnic en un parque con los amigos. Sin embargo, en el primer giro, de un modo bastante semejante al ejercitado por Jaime Rosales en La soledad con aquel seco bombazo f¨ªsico y moral en un autob¨²s que cambiaba lo ordinario por lo tr¨¢gicamente extraordinario, y sin nombrar en ning¨²n momento a los culpables, la pel¨ªcula da un vuelco, pasando a convertirse en un relato sobre la p¨¦rdida y sobre el duelo. Cuando cada peque?a cosa de las de antes pasa a ser ahora una monta?a inconquistable, una frontera de ¨¢nimo infranqueable. Elvis ha abandonado el edificio.

A pesar de todo, Hers, tambi¨¦n coguionista, mantiene la ternura y nunca cae en esa desolaci¨®n tan de moda y tan cerca del tremendismo de demasiadas pel¨ªculas y series de televisi¨®n contempor¨¢neas. Hay luz en el relato y aire fresco en la puesta en escena de su director, con esas tomas con teleobjetivo por las calles de Par¨ªs como paradigma de la vida en directo. La nueva existencia entre el t¨ªo joven de 24 a?os y su sobrina de apenas siete es compleja y de dif¨ªcil recorrido, pero nunca es atroz. La luminosa sonrisa de la cr¨ªa y el excelente trabajo de Vincent Lacoste (Mentes brillantes), nominado al C¨¦sar al mejor actor por su actuaci¨®n, dejan entrever una esperanza. Puede que hasta Elvis regrese para cantar otra canci¨®n.