¡°?Sapo! ?Tilonorrinco! ?Iris!¡±
¡°Los diputados que se hieren tendr¨ªan que buscar di¨¢logo, no usar palabras coronav¨ªricas¡±, cree Carme Riera

Don Gregorio, maestro republicano, ense?aba Ciencias Naturales. De ah¨ª aprendi¨® Pardal, el ni?o de La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas. Cuando se le puso mecha a la guerra el pueblo persigui¨® al maestro hasta el cami¨®n que fue c¨¢rcel. Pardal ya no sab¨ªa qu¨¦ a?adir (¡°?Cabr¨®n, hijo de mala madre!¡±) al repertorio de sus padres, y arroj¨¢ndole piedras le grit¨® palabras que hab¨ªa aprendido en clase: ¡°?Sapo! ?Tilonorrinco! ?Iris¡±. En otra escena real a Unamuno le gritan ¡°?rojo!¡± porque irrumpi¨® contra el ¡°Viva la Muerte¡± de Mill¨¢n Astray.
La mala educaci¨®n no era entonces el ¨²nico apoyo de esas interjecciones. Pero habit¨® entre los disparos verbales que impulsaron la guerra. Dice el historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco que, aunque no es privativa de Espa?a, ¡°esa descalificaci¨®n completa del adversario corresponde al mundo del catolicismo¡±. Cualquier disidente ¡°es un agente del demonio, un representante del error, al que no hay que escucharle¡±. Esa intransigencia viene de que hay algo que se llama verdad, que excluye al que no se atiene a ella. ¡°En la cultura protestante habr¨¢ de todo, pero existe la tolerancia que obliga a pensar que el otro tiene algo que decir¡±. Aunque sea ¡°una enfermedad mundial¡± aqu¨ª se traduce en el monopolio de las palabras patria y verdad, que convierte en ¡°ileg¨ªtimos¡± a los que no sienten como nosotros.
Carme Riera, acad¨¦mica, novelista, ve la mala educaci¨®n ¡°en la falta de palabras que han dado de s¨ª otras que ya no tienen nada dentro. Rojo, fascista. No es necesaria la educaci¨®n pol¨ªtica, con la educaci¨®n bastar¨ªa para que desaparecieran de las manifestaciones, del Parlamento¡¡±. La ense?anza se ha olvidado de la Literatura ¡°que es la que nos ense?a a utilizar bien las palabras. Estos diputados que se hieren as¨ª tendr¨ªan que buscar consenso y di¨¢logo, en lugar de recurrir a palabras yo dir¨ªa que coronav¨ªricas, y luchar juntos contra la pandemia¡±. Esas palabras, rojo, fascista, como en tiempos de Pardal, ¡°s¨®lo sirven para contagiar a otros¡±. Su colega acad¨¦mico Pedro ?lvarez de Miranda (cuya pasi¨®n es buscar todos los sentidos de las palabras) ve en esta derivaci¨®n al insulto del lenguaje pol¨ªtico ¡°un motivo de verg¨¹enza¡±. En la radio escuch¨® hace d¨ªas intercambios de diputados de tiempos en que se discut¨ªa la Constituci¨®n. ¡°Uno dec¨ªa: ¡®Estoy de acuerdo con usted, pero¡¡¯. ?Eso hoy es inconcebible, decir que se est¨¢ de acuerdo con el otro! Sigue habiendo mucho ¡®se?or¨ªa¡¯, pero los diputados entran a deg¨¹ello. ?Cu¨¢ntos muertos son necesarios para remar juntos? Es tan grave la situaci¨®n que ha habido un diputado, Luis Garicano, de Ciudadanos, que pidi¨® una tregua¡±.
Jos¨¦ Luis G¨®mez, actor, acad¨¦mico tambi¨¦n, fue Unamuno en el cine y en el teatro, e incluso en aquel Paraninfo. ¡°Se ha dicho que es mala educaci¨®n, pero no: se trata de mala intenci¨®n, algo mucho peor. La intenci¨®n define la calidad de nuestros actos, m¨¢s all¨¢ de su acierto o desacierto¡±. Aqu¨ª no se busca ¡°convencer, corregir o enmendar, sino destruir, ultrajar, anular al contrincante pol¨ªtico¡±. Aza?a (otro de sus personajes) le regala al actor lo que aquel presidente de la Rep¨²blica dijo en las Cortes: ¡°Perm¨ªtame su se?or¨ªa que me sonroje en su lugar¡±.
Rivas, que le dio voz a Pardal, dice ante los gritos de hoy: ¡°Hay una literatura y un periodismo depositarios de la civilizaci¨®n y de la libertad. La zona a defender frente a gente que s¨®lo sabe embestir¡¡±. Hoy pones el o¨ªdo y escuchas un grito que lleva dentro mucho m¨¢s que sapo o tilonorrinco o iris. Lleva bilis.
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