?¡®Cinema Paradiso¡¯, un cl¨¢sico?
Una distribuidora ha hecho una apuesta muy fuerte al reestrenar en 150 pantallas la pel¨ªcula de Giuseppe Tornatore
Los cin¨¦filos adultos y viejos (?existe ahora una cinefilia adolescente y juvenil?) corremos el peligro de militar en la jeremiada permanente ante la anunciada y largu¨ªsima muerte de la forma ancestral de ver el cine, de que ese espect¨¢culo que se desarrollaba en escenarios compartidos por el p¨²blico est¨¦ destinado inexorablemente a convertirse en un acto privado que se consume en la intimidad casera a trav¨¦s de pantallas que pueden ser diminutas.
Ese lamento ante el para¨ªso perdido puede ser fatigoso. El veredicto sobre el presente y el futuro de las salas lo dar¨¢n los espectadores. Ellos decidir¨¢n si les compensa pagar la entrada para acceder a un territorio a oscuras y que les cuenten desde una gran pantalla historias que podr¨ªan disfrutar gratis, o por un dinero considerablemente menor, en espacios privados.
Despu¨¦s de tanto tiempo enclaustrados, con acumulaci¨®n de montones de pel¨ªculas que no han podido estrenarse, los cines vuelven a abrir sus puertas imponiendo restricci¨®n de espectadores y guardando las distancias entre el enmascarado personal. Y me entero de que una distribuidora ha hecho una apuesta muy fuerte al reestrenar en 150 pantallas Cinema Paradiso, esperando que tras la agobiante traves¨ªa del desierto, la gente descubra o revise una pel¨ªcula legendaria que supone un enamorado (y muy calculado) homenaje al cine.
Conozco a bastantes personas que guardan inolvidable recuerdo de ella, que renuevan su emoci¨®n cada vez que vuelven a verla, que siguen percibiendo la humedad en sus ojos ante el desenlace de la historia. Yo tampoco me sent¨ª inmune al desparrame sentimental que provocaba el director Giuseppe Tornatore. Fui testigo y parte de ello cuando Cinema Paradiso se estren¨® en el festival de Cannes hace 32 a?os. En ella, un director de cine que tiene inaplazables cuentas que ajustar con su pasado, regresa al pueblecito siciliano en el que transcurri¨® su infancia, adolescencia y juventud al enterarse de la muerte del hombre que proyectaba las pel¨ªculas en el ¨²nico cine del pueblo. All¨ª evocar¨¢ con melancol¨ªa a las personas, recuerdos y sensaciones que marcaron esa parte fundamental de su existencia. Recordar¨¢ el primer amor y tambi¨¦n su relaci¨®n con el bondadoso y protector se?or que hac¨ªa posible en su cine el retrato y la transmisi¨®n de los mejores sue?os. Reconozco haberme sentido conmovido con aquel enamorado chaval, que esperaba noche tras noche, bajo la lluvia y el fr¨ªo que la chica a la que amaba le diera desde el balc¨®n de su casa la se?al de que el abrasivo sentimiento era mutuo, que esta le abriera la puerta al esplendor en la hierba. Y el muy pensado final, con la exhibici¨®n de los besos cinematogr¨¢ficos que la censura hab¨ªa ocultado durante a?os, pose¨ªa capacidad para remover a los m¨¢s fr¨ªgidos. Todo ello acompa?ado por la poderosa m¨²sica de Ennio Morricone. Y con la presencia de Philippe Noiret, uno de los actores m¨¢s grandes que ha dado el cine europeo.
Y as¨ª como hay pel¨ªculas que mantienen su fascinaci¨®n o crecen a¨²n m¨¢s cada vez que retornas a ellas, hay otras que no se sostienen cuando las revisas, que se te caen. Con Cinema Paradiso me ocurri¨® lamentablemente lo segundo. Descubr¨ª su excesivo c¨¢lculo, sus mecanismos tramposos, su blandenguer¨ªa, el resorte facil¨®n para despertar emociones, su previsibilidad. Sospecho que ella no hab¨ªa cambiado, el problema era exclusivamente m¨ªo. Y constat¨¦ con tristeza que el encanto que me hab¨ªa producido, despu¨¦s me parec¨ªa artificial. Pero volver¨¦ a verla en esta reposici¨®n que pretende reivindicarla, descubrirla a un nuevo p¨²blico y que el antiguo siga manteniendo su amor por ella. Todo el cine que hizo despu¨¦s Giuseppe Tornatore me parece prescindible y me irrita su af¨¢n por ser trascendente. Con una gloriosa excepci¨®n que es la muy inquietante y desgarradamente rom¨¢ntica La mejor oferta. Con ella no existe la decepci¨®n posterior. Es compleja, inteligente, turbadora y triste. La veo un par de veces al a?o. Con id¨¦ntica pasi¨®n que la primera vez.
Babelia
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