El disc¨ªpulo ilumina al maestro
Coinciden los nuevos discos de Neil Young y Bob Dylan. Uno abunda en frescura y otro revela los trucos del oficio
Las historias sobre Bob Dylan suelen ser raras, en ambos sentidos del adjetivo. Sabe guardar su privacidad y casi mejor que sea as¨ª: lo poco que se filtra complica a¨²n m¨¢s sus enigmas. En 2008, aprovechando que daba un concierto en Winnipeg, quiso conocer la casa en la que transcurri¨® buena parte de los primeros a?os de Neil Young. Que no se trata de un museo o algo as¨ª: estaba habitada por otra familia, que hizo lo posible por acomodar la curiosidad de Dylan respecto a su colega.
A su modo, todo un cumplido de Dylan. Aunque estamos ante un artista muy jer¨¢rquico, cinco a?os mayor que el canadiense, puede sentir cierta envidia: las musas rara vez le fallan a Young, que tampoco sufre bloqueos a la hora de grabar. De hecho, Homegrown, su ¡°nuevo¡± disco, se termin¨® hace 45 a?os y se qued¨® aparcado por pudor: narraba su desenamoramiento de la actriz Carrie Snodgress, madre de su primer hijo; prefiri¨® editar el sombr¨ªo Tonight¡¯s the night, reflejo de varias muertes por sobredosis en su entorno profesional. El rescate de Homegrown estaba previsto para abril pero el coronavirus retras¨® su salida hasta ahora.
No podemos decir que llegara entre fuegos artificiales. Neil lleva una racha de, seamos sinceros, lanzamientos mayormente irregulares. Si se suman sus fracasos extramusicales ¨Cel motor h¨ªbrido para autom¨®viles, el sistema Pono de audio con m¨¢xima calidad-, se completa esa imagen del hippie algo chiflado, cari?osamente conocido como ¡°t¨ªo Neil¡±.
Mientras que Rough and rowdy ways vino precedido por una mod¨¦lica campa?a de promoci¨®n, con los sucesivos adelantos de tres temas de impacto retumbante entre las incertidumbres de la hecatombe. Sin embargo, materializado el disco entero en un doble CD, resulta m¨¢s inconsistente de lo esperado, una impresi¨®n reforzada por la ausencia de letras y lo nebuloso de los cr¨¦ditos. Como es marca de la casa, no se reconoce que False Prophet es derivado de un tema de Billy The Kid Emerson. M¨²sico todav¨ªa vivo, pero seguramente demasiado pobre para litigar contra todo un premio Nobel.
En Rough And Rowdy Ways hay una gravedad impostada, que se manifiesta en la acumulaci¨®n de referencias hist¨®ricas con gui?os a la cultura pop, como esos documentalistas que mezclan material de archivo en blanco y negro con m¨²sica modernilla para que la p¨ªldora sea f¨¢cil de tragar. Parecen verdades profundas, pero se quedan en banalidades: ¡°Cantad a Sherman, Montgomery y Scott/ a Zhukov y Patton y las batallas que combatieron/ que despejaron el camino para que Presley cantara/ que abrieron la v¨ªa para Martin Luther King¡±. ?De verdad?.
La plomiza Murder Most Foul, h¨¢bilmente separada del resto en el segundo CD, pretende narrar el asesinato de John F. Kennedy y su impacto. Pero no hay grandes revelaciones: si alguien quisiera aprender aqu¨ª sobre el legado del presidente Kennedy, no sabr¨ªa que inici¨® la escalada militar en Vietnam o que autoriz¨® la invasi¨®n de Cuba. Tampoco impuls¨® la legislaci¨®n sobre los derechos civiles, que fue obra de su sucesor, Lyndon B. Johnson, al que Dylan sugiere como pe¨®n del magnicidio.
Murder Most Foul no resuelve ni musical ni intelectualmente. Al menos tiene una instrumentaci¨®n sobria, un sonido de c¨¢mara que tambi¨¦n salva los momentos m¨¢s mel¨®dicos de Rough And Rowdy Ways: temas fronterizos como Black Rider, I¡¯ve Made Up My Mind To Give Myself To You o I Contain Multitudes. El resto tiende al blues-rock a pi?¨®n fijo, vigoroso y previsible. Hay, curioso, una menci¨®n a Jimmy Reed, bluesman al que Neil Young ha recurrido con frecuencia.
Volvamos a Homegrown. Dura la mitad que Rough And Rowdy Ways y ofrece, al menos, el doble de placer. Suena a sesi¨®n improvisada, con espacio para que se luzcan c¨®mplices como Emmylou Harris o el guitarrista Ben Keith. Incluye alg¨²n disparate, como Florida, felizmente disimulado entre abundantes joyas mel¨®dicas. No hay letras farragosas: se desnudan los sentimientos tal cual. As¨ª, Mexico pertenece a ese subg¨¦nero de la canci¨®n estadounidense que celebra las posibilidades del gringo al sur del R¨ªo Grande, pero su verso final revela el sentido de culpa del artista: ¡°Papi es un hombre viajero¡±. Como excusa resulta endeble, cierto, pero cuesta imaginar a Dylan reconociendo tan directamente su absentismo familiar o cualquier otra intimidad.
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