Geograf¨ªa de Sarnita y Pijoaparte
Un recorrido por los escenarios reales que Juan Mars¨¦ metamorfose¨® en sus novelas y que comienzan a difuminarse debido a la transformaci¨®n urbana
Castigada su memoria por la edad y la derrota, el capit¨¢n Blay de El embrujo de Shanghai, una de las m¨¢s entra?ables criaturas de Juan Mars¨¦, se hace repetir por los chavales del barrio c¨®mo se llama y d¨®nde vive porque, dice, lo ha olvidado, y han de acabar acompa?¨¢ndolo a casa, en la calle Sant Salvador, 8. Pero hoy ni as¨ª la encontrar¨ªa porque la finca ni existe, ocupado todo por un gigantesco supermercado Condis, base de una bloque informe naranja y gris, de ocho pisos, que abarca la manzana entera. En cualquier caso, la gentrificaci¨®n le habr¨ªa echado: en esa larga calle del barrio...
Castigada su memoria por la edad y la derrota, el capit¨¢n Blay de El embrujo de Shanghai, una de las m¨¢s entra?ables criaturas de Juan Mars¨¦, se hace repetir por los chavales del barrio c¨®mo se llama y d¨®nde vive porque, dice, lo ha olvidado, y han de acabar acompa?¨¢ndolo a casa, en la calle Sant Salvador, 8. Pero hoy ni as¨ª la encontrar¨ªa porque la finca ni existe, ocupado todo por un gigantesco supermercado Condis, base de una bloque informe naranja y gris, de ocho pisos, que abarca la manzana entera. En cualquier caso, la gentrificaci¨®n le habr¨ªa echado: en esa larga calle del barrio de Gracia de Barcelona, alquilar un piso de 43 metros cuadrados cuesta 850 euros y comprar una plaza de p¨¢rking para coche mediano, 21.000. A un centenar de metros escasos ha desaparecido tambi¨¦n la comisar¨ªa de Lesseps que se cita en Ronda del Guinard¨®. ¡°Desde hace unos a?os, es un local de unos okupas; son ya como vecinos estables¡±, bromea un anciano que pasea a su perro.
La cartograf¨ªa sobre la que Mars¨¦, fallecido el s¨¢bado a los 87 a?os, cre¨® su mundo no se borra, pero se difumina. Algo parecido a lo que le ocurre a la torre de la calle Ma?¨¦ y Flaquer, 5-7, en el lujoso barrio de Sarri¨¤: las hiedras se filtran por las rejas y rebosan por las paredes y las ramas de los viejos ¨¢rboles del patio dan sombra ya a la estrecha acera. ¡°Es la parte trasera de la torre grande que se ve en la plaza de Sant Vicen? de Sarri¨¤; no la abren nunca¡±, dice tras la mascarilla una anciana vecina de enfrente, en un silencioso barrio. Se entrev¨¦ le?a cortada, macetas por estrenar y un caminito de piedras y tierra. Ah¨ª naci¨® Juan Mars¨¦ como Juan Faneca Roca porque sus padres biol¨®gicos trabajaban ah¨ª: ¨¦l era el ch¨®fer de los se?ores de la casa y ella estaba entre el servicio. Al timbre no responde nadie y las torcidas persianas de la primera planta est¨¢n todas echadas: temporada ya de casa de verano o huida antes del presumible confinamiento que se cierne de nuevo sobre Barcelona por el rebrote del coronavirus. En cualquier caso, el edificio sobrevive a la presi¨®n urban¨ªstica de una zona cotizada.
Ese Sarri¨¤ es una excepci¨®n en la geograf¨ªa marsiana, como lo fueron La Rambla o el paseo Mar¨ªtimo de Esta cara de la luna que desde su aparici¨®n, en 1962, Mars¨¦ no quiso reeditar jam¨¢s. ¡°Me he criado en Barcelona, pero no tengo nada que decir sobre la plaza de Catalunya, La Rambla o el paseo de Gr¨¤cia¡±, contraatacaba al record¨¢rsele que el decorado de su obra era de una zona muy concreta de la capital catalana. Su t¨¢ctica fue la de un corta, pega y colorea mayormente de calles y zonas de los barrios de Gr¨¤cia, Guinard¨® y el Carmel, reduciendo distancias a conveniencia. Son los escenarios de su infancia y en la infancia est¨¢ lo que ser¨¢ uno, y ah¨ª est¨¢ Mars¨¦ y su obra.
Hay una docena de mesas ocupadas en Casa Vall, el m¨¢s antiguo (de 1920) de los tres bares de la plaza Rovira, en Gr¨¤cia, la capital literaria del mundo de Mars¨¦. ¡°Los due?os lo dejaron har¨¢ unos cinco a?os¡±, comenta el actual encargado, que remite a un recorte de diario colgado en la pared para saber de Pepet, el hist¨®rico due?o. Ese local forma parte de los que ve¨ªa el ni?o que ser¨ªa escritor o el que contemplaba el capit¨¢n Blay mientras toma el sol en uno de los bancos. Tambi¨¦n es la plaza donde Java, Sarnita y Mingo, el tr¨ªo de chavales de Si te dicen que ca¨ª, se convocaban para explicarse aventis, ese mestizaje de realidades del barrio y fantas¨ªas de cine y de c¨®mic que nutrieron la imaginaci¨®n del autor. Hoy les escuchar¨ªa la estatua del propio arquitecto Rovira i Trias, padre en 1859 del proyecto del Eixample barcelon¨¦s.
No huelen a gas, como entonces detectaban con terror los chicos o el propio Blay, ni la plaza ni las calles adyacentes; si acaso, hoy, algunas veces, a pan caliente en un barrio con mucha tienda cerrada y alguna sorpresa verde de un jard¨ªn interior de casa unifamiliar de planta y piso que se desbordan por rejas o muros y a¨²n resisten la codicia inmobiliaria. La del n¨²mero 22, donde vivi¨® la familia Mars¨¦, es de solo tres plantas y ah¨ª se reunieron en oto?o de 1962 dos dirigentes clandestinos del PSUC, Pere Ardiaca y Gregorio L¨®pez Raimundo, gracias a la llave que un Mars¨¦ entonces ef¨ªmero militante, m¨¢s compa?ero de viaje ideol¨®gico y que nunca tuvo el carnet en sus manos, les hab¨ªa prestado. Hubo doble susto cuando la hermana del escritor, Regina, se present¨® de improviso, aunque ya no viv¨ªa all¨ª.
Al cabo de esa calle, tocando a la de Escorial, est¨¢ tomada una imagen de 1941 de un jovenc¨ªsimo Mars¨¦ y su hermana, acompa?ados de otros ni?os con palmas. Posiblemente se las bendijeran en la cercana iglesia de Las ?nimas, un poco m¨¢s arriba, que ser¨ªa sustituida por la iglesia de San Miguel de todos los Santos en la misma Escorial, si bien hasta 1946 s¨®lo estar¨ªan los fundamentos del edificio. Pero en la parroquia, a la que a¨²n hoy se entra por la vecina calle Sors (se hacen confesiones media hora antes de las misas), es donde Mars¨¦ socializ¨® y se mostr¨® tan buen jugador de ping-pong como esforzado actor teatral. Demasiado importante como para no reflejarlo en su obra: de Las ?nimas sale Rosita, la protagonista de Ronda de Guinard¨®, y ah¨ª el Java de Si te dicen que ca¨ª descubre la luz religiosa inducido por una sexualidad preadolescente a partir de una ni?a de la parroquia, para estupor de sus colegas. Y por delante de esa iglesia desfilar¨¢n los personajes de Caligraf¨ªas de los sue?os, las m¨¢s autobiogr¨¢fica de las obras de Mars¨¦. A primera hora, hoy, justo fregadas las escalinatas con lej¨ªa, apenas un feligr¨¦s en uno de los ¨²nicos cuatro bancos se?alizados por las medidas sanitarias en una iglesia que, por detalles (cer¨¢micas en el dintel, formas del altar¡) denota su construcci¨®n moderna.
De ah¨ª al mundo del Pijoaparte de ?ltimas tardes con Teresa hay solo un paso de los del escritor. Primero, se ha de dejar el campo de f¨²tbol del C. E. Europa en la calle Sardenya, a cuyos descampados anexos hoy borrados por algunas de las edificaciones m¨¢s grandes del barrio descend¨ªan los ¡°kabile?os del Carmel¡±, como bautizan con temor los chavales a las pandillas de j¨®venes inmigrantes que habitan esa zona monta?osa de Horta. La madre de Teresa Serrat, la burguesita que persigue el quinqui, califica de ¡°algo as¨ª como el Congo, un pa¨ªs remoto e infrahumano con sus leyes propias, distintas¡±.
Se trata, pues, de rodear la plaza Sanllehy y empezar a serpentear por la carretera del Carmel, esa que el Pijoaparte sube y baja a velocidades endiabladas que hoy le impedir¨ªan o bien las bandas rugosas en el suelo o los autobuses municipales y los autocares privados que casi se rozan en las curvas de la estrecha v¨ªa para descargar sin cesar turistas en el Park G¨¹ell, estos d¨ªas mucho m¨¢s escasos.
La ruta, de la que apenas queda un pu?ado de pinos originales, tiene dos paradas obligatorias en ese Carmel del que Mars¨¦ lleg¨® a hacer cuatro croquis profusamente anotados: la primera, El T¨ªbet, antigua torre de veraneo de los a?os 30, de fachada de piedra natural, reconvertida en restaurante y que es el ¨²nico lugar bien que ¨¦l conoce para estar, cree, a la altura de Teresa, con sus techos de paja y forma de caba?a r¨²stica. Sigue funcionando todav¨ªa, como el otro de apenas media docena de curvas m¨¢s arriba, el bar Las Delicias. Ese es lugar de peregrinaje marsiano y no: am¨¦n de por unas patatas bravas de las m¨¢s reputadas de Barcelona, ah¨ª es donde se encuentra f¨¢cilmente al Pijoaparte, jugando a las cartas y cerca de la estufa. Y es donde lo localiza una de las veces Teresita Serrat, que, esper¨¢ndolo fuera para recogerlo con su coche, se gana unos vulgares ¡°piropos indecentes¡±. Seguramente, le esperaba donde hoy hay una parada del autob¨²s 24.
Desde la empinada calle de Las Delicias, Teresa y Manolo a¨²n pod¨ªan contemplar Barcelona a sus pies, si bien las casas unifamiliares empezaban ya a mutar en bloques de pisos; Mars¨¦, a cuya capilla ardiente acudieron ayer entre otros los escritores Joan de Sagarra, Carlos Zan¨®n o el cantante Joan Manuel Serrat, tambi¨¦n conoci¨® ese Carmel. Hoy, all¨ª, la ciudad apenas se entrev¨¦ entre los mastod¨®nticos cubos de viviendas. Azar o no, nubes de can¨ªcula dejaron caer cuatro gotas.
Carta de Berta Mars¨¦ al personal sanitario
¡°Quisiera lanzar al aire un mensaje de agradecimiento a todo el equipo m¨¦dico de la Fundaci¨®n Puigvert y del Hospital Sant Pau de Barcelona, especialmente al equipo de urgencias, que tantas veces nos hab¨¦is recibido en estos ¨²ltimos a?os, a mi padre y a m¨ª, que tantas veces hab¨¦is luchado por ¨¦l, y con ¨¦l, d¨¢ndole con vuestro esfuerzo algo m¨¢s de tiempo para esta vida por la que ¨¦l ha mostrado siempre un apego tan feroz. He pasado much¨ªsimas horas all¨ª, observ¨¢ndoos trabajar, maravillada, y aunque la batalla ha sido larga y dura tambi¨¦n ha sido una gran lecci¨®n. No lo olvidar¨¦. Gracias a todos.
Mi padre confiaba en los m¨¦dicos y en las enfermeras, y le gustaba escucharles. M¨¢s de una vez me dijo que todos aquellos que trabajan en contacto ¨ªntimo con la vida y con la muerte tienen algo que decir. En estos tiempos dif¨ªciles para todos, tal vez sea un consejo a tener en cuenta. Escuch¨¦mosles¡±.