Mars¨¦, con la puerta abierta
Una voluminosa y detallad¨ªsima biograf¨ªa viaja a la semilla literaria y personal del autor de '?ltimas tardes con Teresa'
S¨ª, Juan Mars¨¦ fue un ni?o adoptado. Pero el trasvase familiar no se produjo en el azaroso viaje en taxi en el que el conductor que acababa de enviudar tras nacer su hijo lo ofrec¨ªa a la desdichada pareja que acaba de perder el suyo; no, fue menos po¨¦tico, m¨¢s seco y con un punto algo c¨®mico visto el pensamiento pol¨ªtico del futuro escritor: es probable que el marido de la pareja que lo adopt¨® y que se lo llev¨® de manera rauda tras irle a buscar a la casa de un familiar hubiera conocido al progenitor de Mars¨¦ antes de la guerra civil en los aleda?os del independentista y combativo Estat Catal¨¤. As¨ª se lo embelleci¨® su madre adoptiva al ni?o Mars¨¦, alimentando sin saberlo su innata vocaci¨®n narrativa.
Lo desvela, entre centenares de pormenorizaciones, el historiador y escritor Josep Maria Cuenca en Mientras llega la felicidad (Anagrama), voluminosa y detallista biograf¨ªa sobre Mars¨¦ de voluntad anglosajona y regusto barroco que, fruto de seis a?os de trabajo y de entrevistas y una bibliograf¨ªa infinitas, deja clara tres cosas: quiz¨¢ solo somos infancia, la voluntad puede muchas cosas y, parafraseando a Rilke y a casi toda la obra del propio novelista, ¡°?Qui¨¦n habla de victorias? Resistir lo es todo¡±. Algunos jirones de la vida de Mars¨¦ as¨ª parecen afirmarlo.
Tanto el padre biol¨®gico como el adoptivo eran pr¨®ximos al independentista Estat Catal¨¤; quiz¨¢ eso 'vacun¨®' al futuro escritor ante el nacionalismo
Independentismo y buena vida. Domingo Faneca era un poco un viva la vida, independentista, militante de Estat Catal¨¤, que en 1926 se hab¨ªa casado con Rosa Roca, ambos al servicio de una familia bien de Barcelona donde ¨¦l hac¨ªa de ch¨®fer. En 1927 naci¨® su primera hija, Carmen, y el 9 de enero de 1933, en la misma torre de Sarri¨¤, a las 11 de la noche, lo hac¨ªa Juan Domingo Antonio Faneca Roca. Complicaciones en el parto llevan a que la madre muera el 1 de febrero. Mingo lo tiene claro: tras enterrar a la mujer en Montju?c (no pagar¨¢ el nicho y el cuerpo acabar¨¢ en la fosa com¨²n), la hija se la pasar¨¢ al cu?ado y el ni?o lo dar¨¢ al matrimonio Pep Mars¨¦ y Alberta Carb¨®, ambos de Tarragona, que hab¨ªan perdido una criatura. Lo m¨¢s probable es que los dos hombres se hubieran conocido en los entornos de Estat Catal¨¤, con el que Pep simpatizaba. Hay denominador com¨²n mayor: Pep es despreocupado, un punto fanfarr¨®n, mujeriego, con tendencia a la bebida, idealista (es encarcelado en el buque Uruguay cuando los Fets d¡¯Octubre de 1934). Ser¨¢ un ¡°comecuras¡±, como le bautiza (y acabar¨¢ heredando) Mars¨¦, y un antifranquista ac¨¦rrimo: el escritor recuerda haber llorado al ver a su padre hacer lo mismo cuando desde el balc¨®n contemplan la entrada de las tropas rebeldes en Barcelona el 26 de enero de 1939. Con problemas con la justicia hasta 1954 (pasar¨¢ por la c¨¢rcel por un delito de estafa nada claro), le reconocer¨¢ sus dotes de seducci¨®n, pero admirar¨¢ m¨¢s la figura de su madre, sacrificada en grado extremo. Por el padre biol¨®gico, Mars¨¦ nunca sentir¨¢ nada especial: quiere y logra, aparentemente, olvidarlo. Sabr¨¢ que se casar¨¢ con una anarquista de la FAI de las de cartuchera y pistol¨®n de la que se separar¨¢ en los 60 y que llevar¨¢ una vida errabunda. Solo lo ver¨¢ dos veces en su vida: en 1941, cuando su primera comuni¨®n (de la que recuerda el acto casi ofensivo de que le dio ¡°un dinerito¡±) y cuando la boda de su hermana biol¨®gica, en 1949: la mano del padre apenas osa asomarse por el separado hombro del hijo, distante, en la ¨²nica foto juntos.
El ¡®hada¡¯ Crusat. La infancia de Mars¨¦ ser¨¢n casi cinco a?os en la Arcadia de Sant Jaume dels Domenys, en la casa de los abuelos paternos, refugio de una dur¨ªsima primera postguerra imposible de superar alimentariamente en Barcelona con sus padres. Ranas, ba?os en las albercas, partidos de f¨²tbol jugando de portero (emulando a Camus y Nabokov) y un gorri¨®n muerto abatido a perdigonazos por ¨¦l y cuyos remordimientos lo convierten en pesadilla imborrable marcan a Mars¨¦, que espera las visitas de su madre para que le traiga tebeos (El Coyote, Flash Gordon, El guerrero del antifaz¡). La lectura causa gran impresi¨®n, como la del cine, que descubre en la cercana L¡¯Arbo?, con el gran Doctor Jekill y Mr. Hyde de Mamoulian.
Ha nacido usted con el instinto de c¨®mo se escribe, el de crear una atm¨®sfera", le dijo Paulina Crusat, la mujer que le orient¨® en sus inicios literarios
Ya en el barcelon¨¦s barrio de Gracia, m¨¢s o menos el de sus libros y personajes, como demuestra Cuenca, la miseria aprieta tanto que, por m¨¢s que es el protegido de su madre Berta, ¨¦sta se ve obligada a sacarlo del colegio de un maestro ultracat¨®lico y ponerlo a trabajar a los 13 a?os de aprendiz en un taller de joyer¨ªa, desmarc¨¢ndose as¨ª tambi¨¦n del teatro y el ping-pong que practicaba en la parroquia cercana. Mars¨¦, lector ya de Verne, Wallace o Salgari y con cierto bagaje f¨ªlmico gracias a que puede colarse en los cines del barrio porque su padre trabaja en ellos como higienizador y desratizador municipal, hace sus pinitos literarios sobre los 15 a?os: una libretita (Diario o lo que salga: 1947-1948), un relato a l¨¢piz en otro cuadernillo sobre unos gitanos entrevistos en Sant Jaume dels Domenys; un mon¨®logo de 1950: He ido a la parroquia¡. Mars¨¦ embrionario ya, adelanta Cuenca: tono y visi¨®n pesimista, tendencia a la descripci¨®n f¨ªsica de los personajes¡
La justicia po¨¦tica existe: una anciana a la que cuida su madre, y que sabe que el hijo de Berta escribe, le dice que su hija, Paulina Crusat, es cr¨ªtica y escritora y vive en Sevilla, que igual le puede dar alg¨²n consejo. El 15 de enero de 1957 Mars¨¦ recibi¨® respuesta, la primera de las cartas que tanto le ayudar¨ªan como escritor y, en parte, como persona. El joven que, en solitario, hab¨ªa le¨ªdo El Quijote a los 17 a?os en el Park G¨¹ell, o a Zweig, al Hemingway cuentista o a su predilecto P¨ªo Baroja y que durante el servicio militar en Ceuta tiene ya 130 p¨¢ginas de una novela (el embri¨®n de su debut: Encerrados con un solo juguete) se sincerar¨¢ con los a?os a esa mujer mayor que ¨¦l y experta en la vida y en la literatura. Se define ¡°bastante vago¡±, con ¡°escasa capacidad de cari?o externo¡±, deseoso de ¨¦xito ¡°por mi familia: soy adoptivo y no deseo defraudarles en nada¡±; admirador de su sacrificada madre, por la que sufre indeciblemente¡ Y a esa mujer dejar¨¢ traslucir su impaciencia e insatisfacci¨®n permanentes. Y ella le aconsejar¨¢ desde lecturas y contactos de revistas como ?nsula, a que se presente al premio Nadal. Y le leer¨¢ borradores y le hablar¨¢ con toda franqueza: ¡°Ha nacido usted con el instinto de c¨®mo se escribe, el de crear una atm¨®sfera¡±, si bien ¡°su flaco es la invenci¨®n¡±. Y le dir¨¢ de Seix Barral y del Biblioteca Breve, capitales para el futuro Mars¨¦, que en 1959 gana el premio S¨¦samo por el relato Nada para morir. Con buen olfato, Crusat hab¨ªa detectado que la vida privada de Mars¨¦ ¡°literariamente es una mina¡± y le obliga a que ¡°juegue con sus personajes en la imaginaci¨®n¡±. ?l es consciente de que, quiz¨¢ a falta de preparaci¨®n, ha de leer como un poseso y debe ¡°fiarse del instinto¡±. Esa Vanessa Redgrave, como la define hoy recordando la ¨²nica vez que se vieron en 1958, le fue de gran ayuda. La correspondencia se trunc¨® a principios de los agitados a?os 70.
En 1985, el 'conseller' de Cultura de la Generalitat Joan Rigol admit¨ªa en privado que no pod¨ªa incluir al escritor en el famoso Pacto Cultural ¡°porque los m¨ªos me devorar¨¢n¡±
El hombre biling¨¹e. Un fantasma recorre la biograf¨ªa de Mars¨¦: su relaci¨®n con la lengua y la cultura catalana. Tanto la familia adoptiva como la natural de Juan Mars¨¦ tuvieron el catal¨¢n como lengua materna. Menos en la escuela, Mars¨¦ hablaba de peque?o en catal¨¢n. Uno de los primeros autores que ley¨® fue Alfons Maseras (Sota el cel de Par¨ªs) y de las primeras patums a las que va a visitar est¨¢ el educado pero esc¨¦ptico con ¨¦l Salvador Espriu (le escribe a Crusat: ¡°Probablemente no har¨¢ nunca nada¡±; tampoco le gusta el relato Nada para morir). Pero su educaci¨®n literaria ha sido en castellano: ¡°Me resulta m¨¢s c¨®modo y por supuesto me expreso mejor; no conozco el catal¨¢n como para escribirlo¡±, se sincera con Crusat en 1960, a quien le hace part¨ªcipe de que le parece ver una maniobra para ¡°cazarme e invitarme a regresar al redil¡± en una petici¨®n para traducir al catal¨¢n el cuento del premio S¨¦samo por parte del grupo editorial de Albert¨ª, ¡°compuesto en su mayor¨ªa por separatistas y otras cosas raras¡±. No es una obsesi¨®n particular; si acaso, colectiva: pocos a?os despu¨¦s, Montserrat Roig querr¨¢ entrevistarse con ¨¦l para saber ¡°con certeza, a qu¨¦ cultura perteneces¡±. Cr¨ªtico con la burgues¨ªa catalana y con el nacionalismo ya desde ?ltimas tardes con Teresa y La oscura historia de la prima Montse, pasando por El amante biling¨¹e, quiz¨¢ por ello en 1985 es de los pocos nombres que el entonces conseller de Cultura de la Generalitat Joan Rigol admite en privado que no podr¨¢ incluir en el famoso Pacto Cultural ¡°porque los m¨ªos me devorar¨¢n¡±. El c¨¦nit del desencuentro fue en 2007, cuando la literatura catalana fue la invitada de honor en la Feria de Fr¨¢ncfort y se pidi¨® desde el Govern a los grandes autores catalanes en lengua castellana que acudieran para dar su apoyo a las letras en catal¨¢n. ¡°Ir de telonero me parece el colmo¡±, respondi¨® entonces.
Hace apenas dos a?os, rechaz¨® la posibilidad de que la Generalitat le rindiera un homenaje por sus 80 a?os, como le sonde¨® el actual conseller Ferran Mascarell. Del mismo modo que hab¨ªa matizado de manera contundente en 2008 al ministro de Cultura, C¨¦sar Antonio Molina, seg¨²n el cual el autor de Si te dicen que ca¨ª destacaba por defender la lengua espa?ola en Catalu?a. Admiti¨® entonces Mars¨¦, que en 1996 apoy¨® el Foro Babel, que si las circunstancias personales e hist¨®ricas que vivi¨® hubieran sido otras tal vez habr¨ªa escrito su obra en lengua catalana. ?l llevar¨¢ el biling¨¹ismo con total normalidad: con Gabriel Ferrater y Carlos Barral hablar¨¢n en catal¨¢n; cuando se dirigen a Jaime Gil de Biedma, todos en castellano. En casa, con los a?os, con su hija Berta, se dirigir¨¢ siempre en castellano; con su hijo Sacha, en catal¨¢n, y con la esposa y madre, todos en castellano.
Un fantasma recorre toda su biograf¨ªa: su relaci¨®n con la lengua y la cultura catalanas
El reposo del guerrero. Mars¨¦ tiene una trayectoria cargada de duelos dial¨¦cticos sin pelos en la lengua: desde los hermanos Juan y Luis Goytisolo por la pol¨¦mica de la concesi¨®n del Biblioteca Breve por ?ltimas tardes con Teresa hasta Francisco Umbral (el de la ¡°prosa sonajero¡±), pasando por Baltasar Porcel (paradigma a su entender del intelectual arribista comprado por el poder), sin olvidar sus sistem¨¢ticas collejas a la mayor¨ªa de los que han adaptado sus obras al cine (¡°me compran los derechos cinematogr¨¢ficos, no mi opini¨®n¡±, resume). Pero, sin perder mordiente, parece m¨¢s sosegado. Se nota ¡°cierta tendencia al des¨¢nimo y a encerrarse en s¨ª mismo¡±, resume cuenca, en particular tras leer su diario in¨¦dito de 2004. ¡°Ha ido perdiendo curiosidad y despeg¨¢ndose de lo actual¡±, dice su m¨¦dico y amiga de la familia Teresa Porquet. Su esposa, Joaquina, afirma: ¡°Juan apenas sale de casa; lo ¨²nico que hace es leer, escribir y ver la televisi¨®n¡±. Afectan, claro, los a?os y los famosos doble bypass de su coraz¨®n de 1985 y 1999. ¡°Creo de veras que no me queda mucho tiempo para virguer¨ªas (y porque siento muy cerca el fin de mis neuronas)¡±, escribi¨® mientras ultimaba la novelizaci¨®n del guion Canciones de amor en Lolita¡¯s Club. Pero ¨¦l mismo se desment¨ªa en febrero de 2011 con Caligraf¨ªa de los sue?os, su 13? novela y quiz¨¢ la m¨¢s autobiogr¨¢fica. Y ya cerrado el libro de Cuenca, no hace ni dos meses aparec¨ªa Noticias felices en aviones de papel, historia desgajada de otra novela que est¨¢ escribiendo ahora mismo. La dedicatoria de aquella, por cierto, lo dice todo de Mars¨¦: ¡°A la memoria de Paulina Crusat, que me abri¨® la puerta¡±.
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