Muere Juan Mars¨¦, la gran novela del siglo XX
El escritor, fallecido en Barcelona a los 87 a?os, alcanz¨® la fama con la publicaci¨®n de '?ltimas tardes con Teresa'. Premio Cervantes en 2008, sus libros retrataron a una sociedad en evoluci¨®n desde el tardofranquismo a la democracia
La f¨®rmula pasaba por coger un suceso real del barrio y, sentado en el bordillo de la acera, a?adirle toda la imaginaci¨®n posible alimentada por las pel¨ªculas del vecindario y los c¨®mics, hasta convertir el episodio en una narraci¨®n fascinante, que los dem¨¢s segu¨ªan en silencio absoluto. Esas eran las historias que se contaban los ni?os del barrio de Juan Mars¨¦ en una infancia marcada por el fr¨ªo, el estraperlo, hijos todos de los vencidos, en una Barcelona gris delimitada por las zonas del Carmelo, el Guinard¨® y Gr¨¤cia. Las llamaban aventis y a partir de ellas, y un don para la descripci¨®n y el retrato como pocos escritores, Mars¨¦ se convirti¨® en uno de los referentes de la literatura espa?ola actual, memoria literaria de la infancia de posguerra, que se fundi¨® a negro la noche del s¨¢bado en el Hospital de Sant Pau de Barcelona, a los 87 a?os, tras unas complicaciones consecuencia de la insuficiencia renal que sufr¨ªa desde hace ya un tiempo.
La vida del autor de ic¨®nicos cl¨¢sicos contempor¨¢neos como ?ltimas tardes con Teresa (que confirm¨® su vocaci¨®n literaria), Si te dicen que ca¨ª o Un d¨ªa volver¨¦ fue, en el fondo, una aventi en s¨ª misma. ¡°Me hice escritor porque tengo un desajuste con la realidad que me rodea, mi pa¨ªs, mi ciudad, mi ¨¦poca¡ Eso me lleva a encontrar en la literatura un mundo de experiencias que no he tenido, pero que he so?ado¡±, dir¨ªan tras ganar el premio Cervantes, en 2008, broche de su carrera. Uno de los desajustes es que su madre muri¨® al poco del parto y su padre lo dio en adopci¨®n a un matrimonio amigo, Pep Mars¨¦ y Alberta Carb¨®, que acababan de perder una criatura. Es m¨¢s que probable que los hombres se conocieran por su paso por el independentista Estat Catal¨¤ antes de la Guerra Civil, uno de los muchos gui?os ir¨®nicos que la vida depar¨® a Mars¨¦, ¨¢cido como pocos con la educaci¨®n, la Iglesia cat¨®lica ¡°Soy un anticlerical militante¡±, dec¨ªa fruto de una herencia paterna) y la pol¨ªtica espa?ola y catalana, en particular de la nacionalista: ¡°Soy un fronterizo y un francotirador, la situaci¨®n ideal¡±, se defin¨ªa siempre.
Sus primeros recuerdos fueron los bombardeos de Barcelona y la imagen bien n¨ªtida de ¨¦l y su padre llorando juntos en el balc¨®n de casa cuando la entrada de las tropas fascistas en Barcelona el 26 de enero de 1939. Luego ya todo ser¨ªa posguerra, casi eterna: ¡°En mis novelas sigo movi¨¦ndome en mi mundo de posguerra; ocurre que se ha hecho tan larga que me parece actual¡±, sosten¨ªa, siempre socarr¨®n.
La posguerra oficial la llen¨® de los tebeos que su madre le daba (El Coyote, El guerrero del antifaz¡) y de Verne, Wallace y Salgari y mucho chapuz¨®n en las albercas de la tarraconense Sant Jaume dels Domenys, de donde era su progenitora. Ah¨ª jugaba al f¨²tbol, premonitoriamente, de portero (como Nabokov y Camus) y mat¨® un gorri¨®n con una escopeta de balines, imagen que nunca m¨¢s se sac¨® de encima. Luego estaba el cine, claro (¡°fue mi aprendizaje en el oficio de narrar; siempre me ha gustado m¨¢s trabajar con im¨¢genes que con ideas¡±), quiz¨¢ la mejor escuela porque tuvo que dejar los estudios a los 13 a?os para ayudar en casa. Entr¨® en el taller de una joyer¨ªa, labor dura pero de precisi¨®n, t¨¦cnica que acab¨® aplicando a su adjetivaci¨®n, digna de orfebre, y que ya asomaba en su primer relato, a l¨¢piz, en una libreta, con 15 a?os, sobre los recuerdos de unos gitanos en el pueblo.
De eso se percat¨® pronto la que ser¨ªa su hada madrina literaria. Una aventi dentro de la aventi: su madre cuidaba a una se?ora mayor que ten¨ªa una hija que era escritora. Y le sugiri¨® que el joven la escribiera. Era Paulina Crusat. ¡°Ha nacido usted con el instinto de c¨®mo se escribe, el de crear una atm¨®sfera (¡) el don de la expresi¨®n es suyo de nacimiento¡±, le dir¨ªa pronto en una de las decenas de misivas que se intercambiaron desde enero de 1957 hasta los a?os setenta. Las cartas ayudar¨ªan tanto al escritor como a la persona: el Mars¨¦ que ha le¨ªdo El Quijote a los 17 a?os en la soledad del cercano Park G¨¹ell, o a Zweig, al Hemingway cuentista o a su predilecto P¨ªo Baroja, que durante el servicio militar en Ceuta (donde sacar¨¢ la an¨¦cdota del impagable Teniente Bravo) redacta 130 p¨¢ginas de una novela (el embri¨®n de su debut: Encerrados con un solo juguete) y que quedar¨ªa estremecido con el filme Muerte de un ciclista, se le sincerar¨¢ con los a?os, defini¨¦ndose ¡°bastante vago¡± y con ¡°escasa capacidad de cari?o externo¡±.
Los textos que va trabajando Mars¨¦ y que llegar¨¢n, por indicaci¨®n de Crusat, a revistas como ?nsula, o a ganar el premio S¨¦samo de cuentos (Nada para morir) est¨¢n impregnados de un realismo social en boga; y encima, ¨¦l era un escritor obrero, m¨¢ximo m¨¦rito para el grupo de escritores y se?oritos de izquierda que su propio cabecilla, Carlos Barral, bautiz¨® como Escuela de Barcelona, nombres que ser¨ªan tambi¨¦n amigos: Gil de Biedma, Garc¨ªa Hortelano, V¨¢zquez Montalb¨¢n, Terenci Moix, Eduardo Mendoza y, con los a?os, Joan de Sagarra y Enrique Vila-Matas, entre otros.
¡°Joyero hasta las tres de la tarde, novelista de tres a nueve¡±, subtitul¨® la entrevista que otro jovenc¨ªsimo V¨¢zquez Montalb¨¢n le hizo en diciembre de 1960 en el falangista Solidaridad Nacional tras quedar finalista del Biblioteca Breve con Encerrados con su solo juguete, la m¨¢s autobiogr¨¢fica de sus obras junto a la ya tard¨ªa Caligraf¨ªa de los sue?os. Ah¨ª empezar¨ªa una nueva vida, ¡°estando m¨¢s que siendo¡± en ese grupo y en su derivada social natural, la Gauche Divine y su emblem¨¢tico local Bocaccio, de cuya revista acabar¨ªa siendo redactor jefe, como lo ser¨ªa de Por favor, una de las cabeceras clave de la Transici¨®n.
Gil de Biedma ser¨ªa su mejor amigo y Pigmali¨®n: le sugiri¨® que fuera a Par¨ªs (har¨¢ de mozo de laboratorio en el Instituto Pasteur y ah¨ª abandonar¨¢ oficialmente su nombre de nacimiento Juan Faneca Roca), le har¨¢ la correcci¨®n del manuscrito y le regalar¨¢ las citas literarias que abren los cap¨ªtulos de ?ltimas tardes con Teresa (1966), la m¨¢s ic¨®nica de las novelas de Mars¨¦, las peripecias de Pijoaparte, un quinqui de barrio, por impresionar a una jovencita rica de la burgues¨ªa catalana. O le sugerir¨¢ el t¨ªtulo de Si te dicen que ca¨ª (1973), con la que obtuvo el Premio M¨¦xico de Novela tras tener problemas de censura en Espa?a.
Cela, Umbral, Baltasar Porcel, Juan y Luis Goytisolo y muchos directores de cine (nunca le gustaron las adaptaciones de sus obras) fueron algunas de sus v¨ªctimas en duelos literarios que nunca rehus¨®
La carrera novel¨ªstica de Mars¨¦, que acabar¨ªa con 13 t¨ªtulos y una treintena de libros en total, tendr¨ªa pronto un reconocimiento exquisito de la cr¨ªtica y un aldabonazo popular con La muchacha de las bragas de oro, premio Planeta 1978, obra que tuvo su contrapunto literario apenas cuatro a?os despu¨¦s con una de sus obras mayores, Un d¨ªa volver¨¦. Ronda del Guinard¨® (1984, premio Ciudad de Barcelona), El amante biling¨¹e (1990, Premio Ateneo de Sevilla), El embrujo de Shanghai (1993) y Rabos de lagartija (2000, premios de la Cr¨ªtica y Nacional de Narrativa) fueron algunos de los t¨ªtulos mayores de un trabajador infatigable, que se levantaba sobre las 8.30 de la ma?ana, desayunaba y se pon¨ªa a trabar, repasando una y otra vez los manuscritos, que correg¨ªa en una mesa atestada de bol¨ªgrafos y lapiceros (¡°cada vez soy m¨¢s puntilloso y pu?etero con lo que escribo¡±, dec¨ªa quien en 1962 public¨® Esta cara de la luna, que nunca m¨¢s quiso reeditar), buscando en su escritura de regusto impresionista una fluidez y una naturalidad infinitamente trabajadas; luego, pausa para leer la prensa, con la que afilaba su proverbial capacidad cr¨ªtica, de una acidez sin parang¨®n, como qued¨® demostrado en la mayor¨ªa de sus retratos de Se?ores y se?ores: un prodigio literario, una lluvia de dardos.
Cela (¡°su prosa es demasiado campanuda y sonajera¡±), Umbral, Baltasar Porcel (¡°la mejor pluma catalana despu¨¦s de Carmen de Lirio¡±), Juan y Luis Goytisolo (por la pol¨¦mica de la concesi¨®n del Biblioteca Breve a ?ltimas tardes con Teresa) y muchos directores de cine (nunca le gustaron las adaptaciones de sus obras) fueron algunas de sus v¨ªctimas en duelos literarios que nunca rehus¨®, independiente hasta el extremo de abandonar un jurado del Premio Planeta 2005 por la baja calidad de las obras presentadas. Pero menos se mordi¨® la lengua con los pol¨ªticos, en especial con los nacionalistas, con lo que le dej¨®, felizmente seg¨²n ¨¦l, al margen de la cultura catalana oficial. Una de las batallas surg¨ªa de la guerra por a lengua y el biling¨¹ismo: ¡°Me resulta m¨¢s c¨®modo y por supuesto me expreso mejor; no conozco el catal¨¢n como para escribirlo¡±, se sincera con Crusat ya en 1960, cuando Mars¨¦ recibe ofertas para traducir algunos de sus cuentos al catal¨¢n; hasta Montserrat Roig querr¨¢ entrevistarse con ¨¦l para saber ¡°con certeza, a qu¨¦ cultura perteneces¡±.
Pero Mars¨¦ fue siempre muy cr¨ªtico con la burgues¨ªa catalana (¡°la desnud¨®¡±, dice la escritora y amiga Maruja Torres en Twitter) y con el nacionalismo, como reflej¨® en art¨ªculos, pero tambi¨¦n en su obra, (la propia ?ltimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse, El amante biling¨¹e¡ ). Un desencuentro que tuvo su cenit en 2007, cuando la literatura catalana fue la invitada de honor en la Feria de Fr¨¢ncfort y se pidi¨® desde el Govern a los grandes autores catalanes en lengua castellana que acudieran para apoyar a las letras en catal¨¢n. ¡°Ir de telonero me parece el colmo¡±, respondi¨®.
Pero lo dec¨ªa alguien que fue siempre biling¨¹e con naturalidad extrema: con Gil de Biedma hablaba en castellano, como con su mujer, Joaquina y su hija Berta, del mismo modo con que con Barral, Gabriel Ferrater y con su hijo Sacha lo hac¨ªa en catal¨¢n. ¡°La lengua que se impone es la de los sue?os y las aventis¡±, dijo en su discurso del Cervantes. Para no escribir en catal¨¢n tambi¨¦n hab¨ªa una cuesti¨®n pr¨¢ctica: ¡°No quiero tirar mi instrumental en castellano¡±. En cualquier caso, nunca hizo bandera de ninguna lengua.
Dos doble bypass, en 1985 y 1999, y una posterior insuficiencia renal ayudaron a serenar el ardor combativo de un escritor que desment¨ªa su supuesto desapego por la actualidad y su falsa abulia (¡°siento muy cerca el fin de mis neuronas¡±, se excusaba) publicando en 2011 su decimotercera novela, Caligraf¨ªa de los sue?os. Y no hace ni cinco a?os, la nouvelle Noticias felices en aviones de papel, fragmento desgajado de una novela en la que trabajaba minuciosamente como siempre, y que dedic¨®, claro, a Crusat. ¡°Deseo el ¨¦xito por mi familia, soy adoptivo y no deseo defraudarles en nada¡±, escribi¨® a finales de los cincuenta a su hada madrina literaria. Ni ¨¦l, ni sus aventis, lo hicieron nunca.
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