Franco Maria Ricci: dise?ador gr¨¢fico, editor y coleccionista
Estrecho colaborador de Borges, fue un hombre que visualiz¨® el arte literario y las artes visuales como un todo de vida. Muri¨® a los 83 a?os en su casa-archivo de Fontanellato
El dise?ador gr¨¢fico, bibli¨®filo, editor y coleccionista de arte Franco Maria Ricci muri¨® el jueves 10 a los 83 a?os en La Magione, su casa-archivo de Fontanellato, junto a su ya m¨ªtico laberinto de bamb¨² (Labirinto della Masone), uno de los m¨¢s grandes del mundo y a pocos kil¨®metros de su Parma natal. All¨ª hab¨ªa nacido el 2 de diciembre de 1937, en el seno de una antigua familia de rangos nobiliarios con ramas lombardas ¡°donde no cab¨ªan por enormes los ¨¢rboles geneal¨®gicos¡±.
Quiz¨¢s no somos del todo justos cuando, pretendiendo retratarlo, decimos que Franco Maria Ricci era ¡°un hombre de otro tiempo¡±. Lo reducimos a una categor¨ªa y a un pasado esquematizado que no hace ninguna justicia a sus idearios est¨¦ticos y a su manera de ver el arte literario y las artes visuales, como un todo de vida. Ricci, quiz¨¢s con una formalidad s¨ª anclada en la elegancia que nos recuerda demasiado a un enciclopedismo no exento de su toque chic, de su glamur entendido hacia la parte buena y honorable del t¨¦rmino, abanderaba y preconizaba no el pasado, sino lo atemporal, heredero de un gusto, seguidor exponencial de Roberto Longhi y de Mario Praz, pero sin el envaramiento secular de aquellos. Devoto conservador del objeto como tesoro valedor del hombre civilizado, Ricci sinti¨® en los libros una llamada alqu¨ªmica entre lo m¨¢s exquisito y lo memorial. Cada facs¨ªmil, cada recuperaci¨®n hist¨®rica, cada nuevo colof¨®n, era poes¨ªa.
Entre otras iniciativas que hoy son con propiedad historia, Ricci en 1972 inicia la publicaci¨®n contempor¨¢nea de la Encyclop¨¦die de Diderot et d¡¯Alembert, monumento de la Ilustraci¨®n y del Siglo de Las Luces. A la vez, comienzan colecciones como Quadreria y Segni dell¡¯Uomo. Y es en 1977 cuando Jorge Luis Borges crea para Ricci su Biblioteca de Babel. Ya eran amigos, pero aquello profundiz¨® la uni¨®n y fue Borges quien en una conversaci¨®n arranc¨® la promesa a Ricci de hacer, un d¨ªa, un laberinto.
Quiz¨¢s no somos del todo justos cuando, pretendiendo retratarlo, decimos que Franco Maria Ricci era ¡°un hombre de otro tiempo¡±
En 1982 Ricci, junto a su mujer Laura Casalis y algunos colaboradores como Giulio Confalonieri, Massimo Listri, Vittorio Sgarbi y Giovanni Mariotti lanza una peculiar revista de arte donde predominaba un s¨®lido fondo negro en sus p¨¢ginas, que se convertir¨¢ en un acontecimiento editorial internacional que luego lleg¨® a tener ediciones en ingl¨¦s, franc¨¦s, espa?ol y alem¨¢n. La revista adquiri¨® su propia vida y personalidad, dor¨® su estilo, cristaliz¨® su pulimento y fama. No hay n¨²mero despreciable, con un contenido siempre singular y exquisito: trataba sobre esculturas crisoelefantinas de Chiparius o de miniaturas y camafeos imperiales, del enmarcado barroco o de los caprichos cr¨ªpticos de los manieristas.
Se coge un ejemplar, se abre en cualquiera de sus p¨¢ginas, y emerge la fuente de la belleza y de loa a las artes, mana la cultura que atrapa e interesa m¨¢s all¨¢ de cualquier circunstancia. La editorial creci¨®, siempre desde sus oficinas de Mil¨¢n, primero en Cino del Duca y, despu¨¦s, alternativamente, en Via Montecuccoli (un edificio palladiano que reestructur¨® el propio Ricci) y el m¨ªtico Via Durini 19, eje del alto dise?o italiano.
Apasionado igualmente por la arquitectura neocl¨¢sica utopista, coleccionista de estampas, incisiones y documentos relativos al legado de Jacques-Fran?ois Blondel, ?tienne-Louis Boull¨¦e, de Claude Nicolas Ledoux o del intrigante Jean-Jacques Lequen, ellos dan la base de la pir¨¢mide de ladrillos rojos. Algo hab¨ªa all¨ª tambi¨¦n de inspiraci¨®n en los falansterios de Charles Fourier. Y esas fantas¨ªas pocas veces construidas le inspiran la pir¨¢mide, ¨®culos y arcadas: los espacios de Fontanellato.
Se sent¨ªa con una cierta autosuficiencia no siempre bien entendida, inmune a las cr¨ªticas por el coste de sus producciones y, por consiguiente, del precio final de los libros y colecciones
All¨ª, muy cerca, estaba La Magione, un caser¨®n del siglo XVIII al XIX, propiedad familiar sin ninguna pretensi¨®n a la que se le hab¨ªa hundido el techo. Construy¨® en la planta baja el archivo editorial, pero formalizado como un teatro, respetando columnatas y agregando bustos neocl¨¢sicos canovistas y no toc¨® la salvaje vegetaci¨®n que inundaba todo el exterior. All¨ª, en su colecci¨®n, hay un iconostasio casi inaccesible, un sancta santorum: su inventario de ediciones pr¨ªncipe y otros en torno a Bodoni, que Ricci atesor¨® a lo largo de m¨¢s de 60 a?os, elementos por donde empez¨®.
Para el laberinto trabaj¨® con el arquitecto Pier Carlo Bontempi y con Davide Dutto (que cuando empez¨® junto a Ricci a¨²n era un estudiante de arquitectura que le propuso un plan editorial). Borges, que trabaj¨® para Ricci continuadamente desde 1972 era una especie de gu¨ªa moral para el editor, lo ten¨ªa en un pedestal intelectual compartido con Italo Calvino, Georg Steiner, Carlo Emilio Gadda y Umberto Eco. S¨²mese al parnaso colaborador William Saroyan, Roland Barthes, Patrick Mauri¨¨s¡
Se sent¨ªa con una cierta autosuficiencia no siempre bien entendida, inmune a las cr¨ªticas por el coste de sus producciones y, por consiguiente, del precio final de los libros y colecciones. En Espa?a la aventura editorial empez¨® en 1989 y dur¨® lo que duran las flores cortadas, que dir¨ªa Leopardi, y fue de la mano colaboradora de la Editorial Siruela, entonces tutelada por su fundador, Jacobo Fitz-James Stuart y Mart¨ªnez de Irujo. Su otra importante y generosa publicaci¨®n espa?ola fue el n¨²mero especial conmemorativo para el programa conjunto hecho por la RAI y TVE en la Plaza Mayor de Madrid el 30 de junio de 1993. Escrito por Vittoria Ottolenghi y producido por Vittoria Cappelli, lo dise?¨® el mismo junto a Casalis y estaba ilustrado con los dibujos de Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦, apareciendo Joaqu¨ªn Cort¨¦s, Nacho Duato, Julio Bocca y Eric Vu An.
La famosa rosa de pl¨¢stico roja, impertinente y hasta chocante objeto siempre presente en las solapas de las chaquetas de Ricci, nace de un equ¨ªvoco y casi una broma entre buenos amigos
A la vez, su vida estuvo llena de acciones altruistas de calado, como cuando organiz¨® en el Grolier Club de Nueva York, con la ayuda de Jacqueline Kennedy, la venta de una edici¨®n suya del discurso del Papa Pablo VI en la ONU, para recaudar fondos para restaurar la Biblioteca de Florencia que hab¨ªa quedado muy da?ada con la inundaci¨®n de 1966.
La famosa rosa de pl¨¢stico roja, impertinente y hasta chocante objeto siempre presente en las solapas de las chaquetas de Ricci, nace de un equ¨ªvoco y casi una broma entre buenos amigos. Ottavio Tai Missoni le mand¨® de regalo a Ricci un jersey al zigzag con los inveterados colores de la casa en una preciosa caja con una cinta lazada con esa flor de pl¨¢stico. ¡°Sabes que no uso jerseys as¨ª, pero la caja lleva un lazo con una flor de resina roja. La tomar¨¦ como otro regalo¡±, dijo Franco. Y Tai Missoni contest¨®: ¡°?Fant¨¢stico!¡±.
En 2004 hubo una soberbia exposici¨®n en la Reggia di Colorno que divulg¨® y puso en valor las joyas de la colecci¨®n Ricci, m¨¢s de 1.000 piezas de primera divisi¨®n: un Carracci, un m¨¢rmol de Bernini, una Beatrice de Antonio Canova, el Vanitas Jacopo Ligozzi¡ Ahora todo puede verse en la galer¨ªa adjunta al laberinto donde tambi¨¦n hay salas de muestras temporales. En 2017 se estren¨® el filme documental Eph¨¨m¨¨re. La belleza inevitabile, dirigida por Simone Marcelli y escrita por Barbara Ainis. En la pel¨ªcula Ricci evoca Fontanellato como met¨¢fora del teatro de la vida, pero teatro al fin.
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